Por Hugo Prieto
Ya verán ustedes por qué
hemos consultado a Arturo Peraza, sacerdote jesuita y decano del núcleo de la
UCAB en Ciudad Guayana, para que haga el balance del año que está por
finalizar. Sin duda, vivimos una pesadilla que obviamente se prolongará el año
entrante, debido la crisis humanitaria que se convirtió en emergencia política
compleja. Todos, el gobierno, la oposición, el ciudadano de a pie, estamos en
modo de supervivencia.
Abajo se señalan los pro y
los contra. Que cada quien saque sus conclusiones.
Aquí se habló de una salida
con tres apellidos: pacífica, electoral y constitucional, pero en 2017 el
chavismo la liquidó y la represión dejó 130 muertos en las calles. Queda por
explorar una salida electoral, ya no en el marco de la Constitución sino de una
negociación política. ¿Usted que cree?
Yo no estoy tan dispuesto a
renunciar a los apellidos “pacífica y constitucional”, aunque —en ambos casos—
haría ciertas puntualizaciones. La Constitución no puede ser interpretada de
manera cósica, en el sentido de que, bueno, no hay posibilidades de
adaptabilidad según la circunstancia histórica. No. Tienes que tratar de
salvaguardar el espíritu de la Constitución. Es decir, el marco democrático
donde justamente es la población la que legitima la autoridad. Ese marco,
digamos, ya fue roto en múltiples formas. Sin duda, en 2017, pero
particularmente en 2018, cuando Maduro quebró ese proceso al convocar a unas
elecciones fraudulentas. Eso hace ilegítimo su poder y así lo ha entendido la
comunidad internacional. Por eso yo no renuncio a la palabra constitucional,
sería tanto como renunciar a la legitimidad, tienes que tener una elección
democrática.
Vamos a aferrarnos a los
preceptos que hacen de la vida política una democracia, ¿Pero no sería muy
ingenuo pensar, luego de las violaciones que ha habido a la Constitución, que
eso puede ser una certeza?
Lo que crea el contraste con
el proceso que ha intentado Nicolás Maduro es, precisamente, el espíritu de la
Constitución. Insisto, renunciar al marco constitucional sería tanto como
renunciar a las condiciones por las cuales tú deslegitimas al gobierno de Maduro.
Así mismo hay que decir que ese marco constitucional es la base por la cual tú
legitimas a la Asamblea Nacional. La AN ha tenido que asumir roles, más allá de
los previstos en la carta magna, ¿Y por qué lo ha hecho? Ciertamente para
salvaguardar el espíritu constitucional. Ahora, decir que es un gobierno
usurpador no hace que eso no sea el poder fáctico, el poder real, que por poder
fáctico comporta responsabilidades —en caso de violaciones a los derechos
humanos, por ejemplo— y eso deriva por el solo hecho de disponer de ese poder.
¿No estamos inmersos en un
formalismo, en una especie de trampa?
Ahí es precisamente donde
entra la gente. Bueno, como es un poder ilegítimo no tengo que acatarlo. ¡Perdón,
es el poder fáctico! ¡Y de facto están ejerciendo el poder! Eso supone que me
tengo que entender con esa realidad. Tengo que dialogar con eso… porque es el
poder fáctico.
Parece que no queda otra que
darnos de cabeza con la Constitución.
De una u otra manera son las
reglas de juego, el pacto fundacional, desde el cual tú puedes exigir y,
además, puedes insistir, una y otra vez, que ese es un poder fáctico e
ilegítimo. Ese es mi punto. Y por lo tanto, yo puedo demandar nuevas elecciones
presidenciales, porque no las ha habido y esa es la base por la que ese tema sí
tiene que entrar en la negociación. La otra palabra que mencionaste es
pacífica. Claro está que ese poder fáctico no va a soltar las condiciones en
las que está, digamos, por bonhomía o convicción constitucional cuando ha sido
él quien ha violado la norma y el espíritu de la Constitución: El gobierno de
Nicolás Maduro es una dictadura. Se autonombró. No tiene ninguna base de
legitimidad. Es evidente que se requiere una presión, una fuerza contrastante,
ante ese poder fáctico, una fuerza que haga posible la negociación, porque
además cualquier salida va a ser negociada, no va a existir otra manera. Aquí
no va haber invasión extranjera. Y, además, no hay ganador 100 por ciento.
Quien hable de esa fantasía está, simplemente, retardando el proceso de salida.
Esa fuerza contrastante, esa
presión interna, no la veo o está muy debilitada.
El apoyo internacional es
importante porque erosiona la legitimidad de Maduro. Ciertamente, la presión
interna se siente disminuida por la falta de liderazgo de la oposición. Por
otro lado, el gobierno ha jugado tan violentamente, que el temor existe, el
miedo está allí. Hay mucha desorientación en la gente. La combinación de ambos
elementos es fatal. Pero hay que decirle al gobierno es circunstancial, es
circunstancial. Los procesos sociales demuestran que si usted tiene la
caldera prendida, como la tiene el actual gobierno, y con la población en una
situación de miseria, basta con que aparezcan las condiciones y la orientación
política para que usted tenga de nuevo el problema en la calle, con toda la
fuerza, por eso hay que convencer al gobierno de que la salida tiene que ser un
proceso negociado.
Lo escucho y me viene a la
mente la consigna de Mao. Una sola chispa puede encender la pradera.
Absolutamente, y puede ser
muy sorpresivo. Eso lo ha mostrado la historia cientos de veces… cientos de
veces. Ahora, esa chispa no sabemos adónde nos puede conducir. Por eso es
sensato proponer el camino de la negociación, que devuelva la
constitucionalidad al país.
Arturo Peraza retratada por
Lara Blacklock | RMTF
¿El hecho de que la caldera
esté prendida no tiene nada que ver con la debilidad del liderazgo opositor?
El liderazgo es una cosa que
ocurre y normalmente viene con los procesos sociales. Debo decir que el señor
Nicolás Maduro será el líder de un grupo verdaderamente minúsculo, pero de la
población venezolana no lo es. Ni el gobierno ni el PSUV tienen capacidad de
liderazgo, lo que sí tienen es la fuerza y el ejercicio del poder en
términos de sometimiento. Ahora, y vamos a decirlo en estos términos, el
beneficio de Maduro es que la oposición se deslegitima de una manera muy
rápida. Lamentablemente, los liderazgos que van saliendo, se queman y pierden
capacidad para la convocatoria, entre otras cosas, porque falta orientación
política. Es decir, un norte claro, con una voluntad clara, que se dirige en
una dirección y logra convocar a la gente. Esto resulta fallido múltiples
veces y uno siente que no logramos consolidar ese proceso.
¿Será que no tenemos unos
políticos con unas bases intelectuales sólidas que le permitan interpretar el
momento político y orientar a la población?
No lo sé, porque eso me
suena a iluminismo decimonónico: Las luces son las que llevan el proceso. No lo
veo tan claro así, esa visión muy socrática, ética, creo que no toma en cuenta
las pasiones que movilizan al ser humano desde abajo. El poder es un elemento
pasional, no solamente de iluminación intelectual. Pero ese poder, en la medida
en que está abocado a un objetivo compartido, que me excede a mí como ser
humano y que por tanto yo pongo mi persona en función de esa misión visión, que
yo estoy tratando de transmitir junto con otros compañeros, eso es lo que
resulta exitoso.
No ha sido, precisamente, la
opción que el liderazgo opositor haya ensayado.
Un buen ejemplo es aquel
movimiento estudiantil que nació en mayo del 2007, después del cierre de RCTV.
No hubo un liderazgo de alguien en concreto. Era un liderazgo compartido. ¿Qué
fue lo interesante de esa experiencia? Que denotó una voluntad política de
participar en un proceso democrático y de salvaguarda del tema de la libertad.
La gente compró ese argumento y lo hizo en el referéndum que perdió Hugo
Chávez, incluso, absteniéndose. Un año después, la masa chavista lo dejó con
tres millones de votos vacíos. No fue una abstención casual, circunstancial,
errática. No. Fue una abstención consciente. Era un liderazgo colectivo,
compartido, y esto es lo que quiero señalar.
¿Qué ocurre actualmente?
¿Por qué el proceso de liderazgo colectivo no cuaja en la oposición?
No hay un mensaje con un
proyecto que efectivamente integre elementos en la voluntad nacional, como por
ejemplo, los elementos de la democracia, que son dos. Uno, la democracia
formal: las reglas de juego, el hecho de que todos podamos participar, las
condiciones de participación, las elecciones, entre otros. Dos. Los elementos
de la democracia material: comida, vivienda, ocupación. Cómo vas a garantizar
el acceso a un conjunto de bienes indispensables para una vida digna. Eso es lo
que la gente concibe como algo democrático y tú tienes que combinar ambos
elementos. No puedes separarlo.
Este sería el momento ideal,
glorioso, el que todos estábamos esperando. Venezuela está hambrienta de
democracia formal, pero también de democracia material y, sin embargo, estamos
sumergidos en esta profunda desorientación, todos, absolutamente todos.
Incluso el liderazgo, que
está desorientado y perplejo frente a su propia situación y frente a la
situación país, sin saber, exactamente, cómo traducir, en términos de mercadeo,
el tema de lo que tienen como proyecto político y cómo ese proyecto político
cala en las zonas populares. Vuelvo a insistir, lo que quiere oír el ciudadano
es: Ah, tengo una democracia procesal, donde efectivamente participo, donde hay
elecciones y la voluntad popular es recogida y por el otro lado hay acceso a un
conjunto de bienes básicos y necesarios. Si esa bina no aparece claramente en
el mercadeo político —en términos de slogan, en términos de motivación, en
términos de voluntad política— no vas a lograr movilizar a la población. Y esto
yo siento que todavía nos falta.
Sin movilización popular, no
habrá ningún tipo de presión interna.
Eso sí lo reconozco como
dramático. ¿Qué pasa? En 2020 habrá elecciones. Es una oportunidad para
visualizar un posible cambio. A propósito de esa elección, la población puede
ser convocada a movilizarse. 2020 puede ser una muy buena oportunidad para la
movilización. Pero esa movilización requiere que haya un liderazgo que sea
creíble. No creo que el liderazgo mesiánico sea lo mejor como modo de
funcionamiento. Es el liderazgo como visión compartida, capaz de orientar a la
población en una dirección y generar una voluntad política. En este momento
está ausente.
Puede haber una buena
oportunidad para construir ese liderazgo, tenemos además el desafío de las
elecciones parlamentarias…
… Que ojalá puedan
transformarse en elecciones presidenciales, porque no tenemos un presidente
legítimo.
Maduro está tratando de
vender la idea de que vendrán tiempos mejores, de que la economía va a despegar
y vendrá algo de democracia material. Está haciendo lo suyo y la oposición no
está haciendo nada. Intentarlo siempre será mejor que no hacerlo ni bien ni
mal. Esta puede ser una buena oportunidad que también se puede desperdiciar.
Sí, o puede apreciar al
gobierno, porque la gente podría comprar su discurso. Si mantienes esta actitud
abstentiva, no sólo en el plano electoral, sino en el plano político, en el
sentido de que no propones nada, no vamos a llegar muy lejos. De hecho, a
comienzos de año, la oposición logró llevar la delantera con una propuesta
política y puso al gobierno contra las cuerdas, ¿Por qué? Porque estaba en una
situación de ilegitimidad, el señor tomó el poder sin base alguna. Pero eso
requería unos procesos que no se dieron. Además, hay que reconocer que el
gobierno tuvo la habilidad para manejar la crisis. Supo aguantar para después
contraproponer. Eso es una habilidad política. No reconocer la inteligencia del
adversario es un grave error. Y tú tienes un adversario brillante, no lo digo
propiamente por el señor Maduro, no sé si es brillante él himself o
no, lo digo por el cuadro político que lleva el gobierno, incluyendo a los
cubanos. Tienen una lectura política de la situación y supieron manejar la
crisis. Supieron aguantar y supieron contraproponer.
Lo escucho, a usted que es
sacerdote, y la verdad es que siento una gran impotencia. A eso me refería
cuando hablé de la base intelectual que tiene que tener la política, no sólo a
la luz que alumbra el camino. Un soporte intelectual que haga las lecturas
eficaces, que sea capaz de sacar provecho de una situación, adversa o no. La
oposición no ha tenido esa ventaja intelectual.
Por sobrevivencia el
chavismo y el PSUV han demostrado una gran capacidad de disciplina, lo que no
significa que haya rupturas muy obvias internamente, pero a pesar de esos
quiebres y esas rupturas ellos han demostrado suficiente disciplina para
aceptar el rol que cada quien está jugando. Y no intentar comerse el rol del
otro en términos totales. Aunque hay roces y conflictos, insisto. Un ejemplo es
lo que vimos con la repartición de las minas en el estado Bolívar. Roces
internos por el control del poder. Pero a pesar de esas escenas, la disciplina
y la aceptación del pacto interno está funcionando, chirrea pero funciona.
Arturo Peraza retratado por
Lara Blacklock | RMTF
¿Qué diría de la oposición?
Eso no ocurre del lado de la
oposición, donde están jugando a dos caras muy claramente. En parte lo que
hemos visto denota algo que venía ocurriendo antes. Y eso hace que la
oposición sea muy débil, porque no hay una voluntad política clara que permite
una disciplina interna, a pesar de los distintos roles. No hay un solo juego,
no hay una sola voluntad. Las quintas columnas que hay en la oposición tienen
una gran capacidad destructiva de los procesos políticos que ella intenta.
Mucho más que las quintas columnas que hay en el chavismo y que quedaron en
evidencia con la crisis del 30 de abril. El chavismo demostró que tenía
capacidad para neutralizar y sacar a esas quintas columnas. En cambio, la
oposición difícilmente muestra eso. Entre Maduro y Cabello es obvio que no hay
química, pero entienden que la supervivencia de uno es la supervivencia del
otro. El ministro de la Defensa también está allí es parte de ese pacto, de esa
triada. Y la triada funciona, funciona, y no es la Santísima Trinidad por
cierto.
Sí, no solamente funciona
sino demuestra que avanza.
El intento del 30 de abril
fue fracturar esa triada. Ese era el objetivo. Y la triada demostró capacidad
para soportar esa presión y mantenerse. Por a por b, con grandes o pequeñas
fracturas, no conozco detalles. Pero por evidencia, soportó el embate y logró
salir airosa.
El país necesita crear un
modus vivendi. Iniciativas que tengan mayor alcance a las que hemos visto—la
dolarización de la economía, la válvula de escape de la que habló Maduro y la
Mesa de diálogo nacional, en el plano político—, en realidad son ideas muy
elementales. Son dinámicas muy precarias.
Todos estamos en modo de
sobrevivencia. La emergencia humanitaria también es una crisis humanitaria
política. En eso está Maduro, porque el señor sólo ha logrado sobrevivir. Y la
oposición anda en lo mismo y dentro de la oposición cada actor está tratando de
sobrevivir y por tanto las visiones son de muy corto plazo. Hay incapacidad
para una visión de mediano plazo. El gobierno tampoco la tiene. Maduro no la
tiene. Eso es clarísimo. El tema de la dolarización y la válvula de escape es
una imagen totalmente vulgar, es un mecanismo de supervivencia. Es lo más
contrario y antagónico al pensamiento de izquierda, además de corte marxista
cubano. Si hay válvula de escape es porque hay una olla de presión. ¿Y quién
puso la olla de presión? ¿De qué cuento estamos hablando?
¿Cuál es su visión del año
que viene?
Difícil, difícil. Muy
complicado. Va a haber elecciones, le guste o no a la oposición. Y tiene que
haber elecciones. ¿Cómo generas condiciones para que esas elecciones sean
transparentes e incluso que haya elecciones presidenciales? Esa es parte de la
presión que tú tienes que levantar como modelo de transformación política.
¿Tiene la oposición fuerza para alcanzar ese objetivo? Lo veo complicado. El
juego está planteado de esa manera. El chavismo tiene mejores condiciones para
negociar y está negociando con la oposición, vamos a ponerle el título de
Guaidó, eso es claro. Lo ha dicho Maduro. Está negociando una salida. Y la
oposición está obligada a negociar una salida. No tiene otra opción.
15-12-19
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