Por Piero Trepiccione
El coronavirus ha sido una
noticia que ya se está tomando como algo rutinario en el resto del mundo fuera
de China. Aun cuando ya pasan los dos mil fallecidos por la epidemia y se
superaron ya los más de setenta mil casos de contagios, la opinión pública
mundial no está tomando en serio realmente el peligro que representa una
situación de esta naturaleza, en una época donde todo está interconectado y los
viajes son mucho más frecuentes que hace veinte años. Sin embargo, los
gobiernos y las agencias de inteligencia globales se mueven a otro ritmo.
La geopolítica mundial está
muy pendiente de lo que ocurre en Wuhan con la evolución del coronavirus. China
ha sido el país de mayor crecimiento económico en el planeta al menos durante
las dos últimas décadas. Esta estabilidad la ha llevado a ser la segunda
economía y a mirar de cerca el primer lugar en un decenio. Europa, Estados Unidos
y Latinoamérica han sido los grandes afectados en materia de perder empleos y
capacidades productivas al ser desplazados por las facilidades otorgadas por el
gigante asiático y especialmente, por ofrecer la más variada y barata mano de
obra en todo el orbe.
Al principio, China se
dedicó solo a desarrollar su economía y su infraestructura, pero ya en los
últimos años, su acelerada incursión en la producción y venta de armamentos
además de su nuevo rol diplomático internacional visualizado a partir de sus
posiciones en relación a los casos de Siria y Venezuela; su empecinamiento en
construir un nuevo canal intercontinental en alianza con Daniel Ortega en
Nicaragua, nos muestran los dientes de acero que se asoman para asegurar
mercados y un posicionamiento estratégico, globalmente hablando. Con esta nueva
actitud, las potencias han comenzado a mirar a China con cierto recelo.
Adicionalmente, países como
Vietnam, India, Indonesia, Corea del Sur y Japón, tienen rivalidades abiertas y
encubiertas con un país con el que disputan socios comerciales y mercados
alrededor del mundo. Estos aspectos nos muestran la queja de China de haber
sido politizado el tema del coronavirus con las consecuencias nefastas que esto
pudiera acarrear hacia su economía y el exceso de visión geopolítica para
aprovechar esta dramática situación en favor de intereses económicos y
financieros de países competidores.
Parece dantesco el cuadro
pero la epidemia nos lo ha demostrado; Ciertamente, en términos diplomáticos,
se dice con crudeza y hasta cierto cinismo que la política exterior es una
extensión de los intereses nacionales de los Estados. En casos como estos es
cuando lo vemos con más evidencia. Aunque muchos países y gobiernos se han
mostrado dispuestos a “ayudar” al gobierno chino a controlar la epidemia, las
actitudes muestran más un cinismo que busca sacar abierto provecho de la
situación y, aunque obviamente, el gobierno de China tiene una enorme
responsabilidad en lo que está ocurriendo; también es cierto que una situación
de esta naturaleza es un problema que amerita ver a la actual civilización, más
allá de fronteras e idiomas, unirse abiertamente para solidaria y humanamente
vencer un enemigo que, en este momento, es solo de los chinos, pero que rápida
y fácilmente, pudiera llegar a ser, del resto de la humanidad. Por lo tanto, en
este caso en particular, la geopolítica debería dar paso a la humanidad sin
fronteras como forma de seguir subsistiendo como raza terrícola.
23-02-20
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