Juan Guerrero 27 de febrero de 2020
@camilodeasis
Leí
por estos días un supuesto Comunicado del señor ministro de Educación quien
dejaba sin efecto las normas oficiales referidas, tanto a la escritura como a
la forma oral de comunicación del español venezolano en todo el territorio
nacional.
En
la exposición de motivos, el ciudadano ministro Aristóbulo Istúriz Almeida
indica que la práctica idiomática está siendo defendida por “un reducido grupo
de individuos a quienes tienen el español como idioma derivado después de más
de 500 años de colonialismo”.
Por
lo tanto, en dicho comunicado el ministro Resuelve, “Dejar sin efecto (…) en
toda la malla curricular de educación primaria, básica y bachillerato que la
ortografía, gramática y cualquier otra forma de expresión autónoma del habla
oral y escrita (…) sea evaluada como error o equivocación, teniendo los
docentes en lo sucesivo que permitir la libertad de escritura en nuestros
niños, niñas y adolescentes, como forma indeclinable de un nuevo pensamiento
que vaya acorde con la libertad y soberanía de los pueblos…”
Partiendo
del hecho cierto del derecho de todo hablante a comunicarse no deja de
sorprender que para hacer la comunicación más efectiva y eficiente, se requiere
siempre de un acuerdo (normas) para establecer el acto comunicativo.
Porque
no hablamos de cualquier manera, eso es obvio. Desde la generación de formas de
pronunciación específicas que nos vinculan siempre a un entorno geográfico y
social concreto hasta la transcripción de esos actos de habla, trasladados al
dibujo gráfico, la práctica del español venezolano tiene su base formal de
aceptación soportada en los más adelantados estudiosos y defensores de la
lengua nacional. Desde fray Juan Antonio Navarrete, Andrés Bello, Rafael María
Baralt, hasta el profesor Ángel Rosenblat han resaltado y exaltado a nuestro
español venezolano, tanto por su riqueza y fuerza idiomática como por su
esplendoroso porvenir.
Resulta
insólito semejante desprecio a la lengua nacional y las diferentes formas
regionales e incluso, aquellos idiomas y formas dialectales de los pueblos
indígenas que habitan en el territorio nacional, donde todos los venezolanos
nos reconocemos, entrelazamos y resaltamos nuestros más sagrados valores y
principios de lo que hemos sido, somos y seguiremos siendo.
La
Enseñanza Idiomática tiene como principio permitir el derecho, volvemos a
repetirlo, de todo hablante a expresarse. Pero dicha enseñanza posee un “rigor
académico” en su proceso de enseñanza-aprendizaje.
Todo
idioma se asimila desde la más temprana edad, incluso las más avanzadas
investigaciones indican que posee un espacio genético que lo hace infinito de
una a otra generación.
La
lengua española ha sido una práctica idiomática en el venezolano superior a los
500 años. Más de la mitad de un idioma que ya supera el milenio. Una práctica
de suavización fonética en sus múltiples variantes, mientras la adecuación
morfosintáctica y de significaciones incorpora periódicamente neo lenguaje para
enriquecimiento común.
La
práctica idiomática del español hablado en Venezuela resulta de un inmenso
dinamismo que se hace evidente en la inclusión permanente de todos los
ciudadanos alrededor de una lengua donde todos nos sabemos partícipes de un
mismo destino cultural.
Es
imposible por decretos, comunicados o cualquier otro documento cuasi oficial,
imponerle a un hablante, sea el uso de términos y hablas como de liberarlo de
supuestas imposiciones de “imperialismo lingüístico”. Por otra parte, buscar
visualizar las realidades de hablas indígenas para incentivar la práctica de
esas lenguas, no pasan de ser bellos e idealistas deseos de resentidos
idiomáticos quienes, muy posiblemente, tienen débiles conocimientos
gramaticales de la lengua nacional y ahora buscan que “niños, niñas y
adolescentes” se dediquen al aprendizaje y práctica de algún idioma o dialecto
indígena.
Estos
individuos al fin y al cabo lo que están buscando es llevar al rico, formal y
potente español hablado en Venezuela, al desorden gramatical cuyas
consecuencias se notarán en los escenarios de interpretaciones jurídicas y
demás documentos que soportan la vida económico-financiera de una sociedad.
La
ignorancia es libre, reza un dicho. En este caso, creo que es una estrategia
bien diseñada para continuar desarticulando, tanto a las instituciones del
Estado venezolano como a la misma sociedad, sus principios, valores y
coherencia en el uso de su natural lenguaje.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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