CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ 26 de febrero de 2020
@CarlosRaulHer
La
nave del fin del mundo nos lleva a que en cuatro décadas, Londres, las ciudades
ribereñas, Shangai, Tokio, Nueva York, Hong Kong estarán bajo las aguas, igual
que Vietnam, Bangladesh y la costa suramericana del Pacífico, por deshielo del
casco polar. Cientos de millones de personas sin agua potable, hambrientas, la
Edad de Piedra. Amazonia languidecerá en inundaciones, sequías y huracanes.
Nubes de zancudos traerán epidemias en nuevas zonas cálidas antes frías, debido
a los altos niveles de CO2 por la actividad humana.
Miseria
abrumadora. El PTB se desploma en un aterrador -20%. “Los próximos 25 años la
cantidad de personas en países con falta de agua crecerá de 800 a 3000
millones… se derretirán glaciares de los Pirineos”. Añade adrenalina James
Lovelock, Premio Nobel, autor de la Teoría Gala, médico, biólogo y geólogo británico
que en julio pasado cumplió 100 años de edad. Fundador de la ecología
científica y académica, de los más irreverentes y acertados científicos en su
larga y creadora vida.
Para
él ya es imposible detener la destrucción. Aunque se suspendiera hoy abruptamente
el uso de petróleo en el mundo entero, la devastación duraría miles de años.
Pero sostenía durante los 90, tesis antagónicas. Desestimaba que el
calentamiento global fuera antropogenético, creado por la acción humana, y
afirmaba que los hombres son tan arrogantes que quieren ser causa hasta de los
fenómenos cósmicos.
Según
modelos matemáticos hasta antes de la “astrofísica ideológica”, contracultural,
los incontables cambios climáticos en 4000 millones de años fueron producto de
movimientos siderales, las variaciones del sol, su campo magnético, tormentas
solares, luminosidad en aumento, variaciones orbitales de la tierra y múltiples
complejidades más. Hoy los trabajos de divulgación están obligados a ser
políticamente correctos y no cuestionar la antropogenia.
La
ciencia del delirio
Pese
a que los dinosaurios no quemaban petróleo porque era su futuro, desaparecieron
en un cambio climático. Erick el rojo y su hijo Leif llaman las tierras que
descubrieron, Groenlandia (tierra verde) y Vinlandia (tierra de vinos) hace
apenas 1000 años y fundaron comunidades que sobrevivieron hasta la pequeña
glaciación, el cambio climático del siglo XV, sin industrias.
Piensa
Lovelock que para finales de este siglo, solo sobrevivirán 500 millones de
habitantes guarecidos en el Ártico, para entonces con temperaturas como las de
Europa hoy. La salvación, “sustituir los combustibles fósiles por energía
nuclear” lo que desató un escándalo. Pero el botánico y activista ecológico
David Bellamy piensa que Lovelock está tan equivocado como la apocalíptica
doctrina oficial de los ecologistas.
“Durante
toda la vida ha sido para mí un héroe, pero es inverosímil. El dióxido de carbono
es una parte minúscula de la atmósfera. ¿Cómo demonios habría una
multiplicación tal de ese componente que pueda afectar la temperatura?...
(porque) las plantas dirían muchísimas gracias y crecerían más rápidamente al
absorberlo”. Los cambios climáticos son… “naturales en los últimos estertores
de una era glacial en que las temperaturas suben y bajan enloquecidas”.
La
futurología es la disciplina del delirio y una fantasía de la ciencia. En el
siglo XIX Robert Malthus anunció que “la producción de alimentos crecía en
progresión aritmética mientras la población aumentaba en progresión
geométrica”, hambruna general, y Marx que la depauperación absoluta y relativa
de la población… conduciría inevitablemente a la revolución. En los 70 el Club
de Roma anunció que la civilización desaparecería a finales del siglo XX. La
paradoja es que los gases del ganado producen muchos más volúmenes de
contaminación que autos e industrias.
Murió
el Llanero Solitario
Y
la agricultura natural erosiona y saliniza la tierra, mientras la mecanizada lo
preserva y además es 10.000 veces más productiva (podemos comer gracias a
ella). Michael Crinchton, investigador, inspirador de películas de Spielberg y
director de cine dice que “…la gente de 1900 ni siquiera sabía lo que era el átomo.
Tampoco una radio, un aeropuerto, una película, la televisión, una computadora”
… “un celular, un avión a reacción, una filmadora, un antibiótico o un
cohete…“.
“…ni
un satélite, ni un CPU, IBM, MRI, EPA, DG1, UPS, POP3, HTMI, JPG, GPS, nylon,
teflón, internet, interferón, fibra óptica, túnel carpiano, trasplantes de
córnea, hígado, corazón, cirugía laser, laparoscopia, y Ud. quiere predecir el
mundo en 2100. Los modelos predictivos transportan el presente al futuro y
están destinados a equivocarse”. A mediados del siglo XIX, NY tenía 3 millones
y medio de habitantes que se movilizaban en cientos de miles de caballos.
Como
cada uno de estos produce 15 kilos diarios de estiércol, en las afueras había
montones de 20 metros de altura imposibles de eliminar. Elbert James,
futurólogo, calculaba que para 1900 se llenaría con ellos una extensión de tres
veces el Cañón del Colorado. La desesperación convocó un congreso internacional
para tratar el tema que se disolvió pronosticando la muerte de la ciudad. Pero
vinieron los ferrocarriles y los automóviles y ¡zuas! derrotaron la “vida
natural”.
Carlos
Raúl Hernandez
@CarlosRaulHer
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