Luis Manuel Esculpi 25 de febrero de 2020
@lmesculpe
Las
pretendidas revoluciones tienen unos determinados códigos en su comportamiento.
Cambian de nombre a las calles, avenidas y monumentos. Rechazan las
formalidades y protocolos atribuidas a los vicios y prejuicios de la burguesía
o de los pequeños burgueses. Construyen un neolenguaje como el descrito por
Orwell. Diseñan una mitología y una épica, en nuestro caso distante de la
realidad. Minan las instituciones existentes en función de sus propósitos.Tras
la fraseología pseudo revolucionaria y la defensa de un modelo político
fracasado en todos los lugares donde se pretendió imponer, pretenden justificar
su verdadera intención, solo les interesa el poder, ese es su único y exclusivo
proyecto.
Intentan
darle “fundamento jurídico” a sus arbitrariedades y atropellos, en su versión
moderna, la moda es promover Constituyentes, no importa incumplir con las
formalidades de “un elector un voto”, o de “la representación proporcional”, lo
vital es asegurarse la mayoría para darle apariencia legal al proceso.
Sin
el menor rubor se apela a figuras inexistentes para justificar lo
inconstitucional, por ejemplo se inventa “leyes constitucionales”, con ese
artilugio se incorpora a la milicia como un “componente especial” de la Fuerza
Armada Nacional, afectando seriamente la profesionalización del estamento
militar.
En
nuestra tradición una de las más importantes distinciones con las cuales se
honraba a personalidades venezolanas y mandatarios extranjeros era cuando el
Presidente les concedía una réplica de la espada del Libertador, este régimen
se las otorgó a dictadores como Mugabe, Gaddafi y Raúl Castro, entre otros,
igualmente a los ex presidentes Cristina Fernández, Rafael Correa y Evo
Morales.
Lo
cierto es con el tiempo la concesión de esa distinción se ha venido devaluando,
los criterio para otorgarla se han venido degradando, aún así no deja de
sorprender que ahora la puede conceder hasta una de esas figuras inventadas y
no necesariamente quien encabeza el régimen.
El
“protector” de el estado Táchira, el Comisario de la antigua Policía
Metropolitana Freddy Bernal, le hizo entrega de una réplica de la espada de
Simón Bolívar, al presidente de la ilegítima constituyente, reunida en ese
estado, supuestamente conmemorando el aniversario de la llamada “batalla de los
puentes”. Ya el oficialismo no sólo la utiliza como consigna: “la espada de
Bolívar, recorre América Latina”, como se puede ver le ha dado otro
significado.
Los
gobiernos que se auto denominaron “socialistas del siglo XXI”, en verdad vieron
recorrer por esta parte del continente, la gigantesca corrupción de la
“Operación Odebrecht”, investigación que avanzó en todos los países donde
funcionó el mecanismo de fabulosas comisiones, a cambio de la concesión de
contratos multimillonarios, Venezuela fue la excepción, el oficialismo ocultó
todo el engranaje de corrupción montado con la empresa brasileña.
A
Maduro todavía lo acompañan algunos de sus amigos que se dicen marxistas, les
conviene recordar (si lo han leído) la frase de Marx al inicio de su obra El 18
brumario de Luis Bonaparte: “La historia ocurre dos veces; la primera como una
gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”… Los venezolanos, en este
periodo, hemos vivido la repetición de la historia en las dos facetas
planteadas por el autor de El Capital.
La
prédica de la lucha por la justicia social, la libertad, la defensa de los
Derechos Humanos y la lucha contra la corrupción, han constituido banderas que
se izan para alcanzar el poder, luego en el ejercicio del mismo, son arriadas
para conservarlo. Es el mismo recorrido realizado, por los gobiernos en el
siglo pasado que se cobijarlo bajo la denominación del “socialismo real” y cuya
estrepitosa caída develo toda la farsa construida a partir de un discurso que
contrastaba con la realidad de la vida cotidiana. El derrumbe del muro de
Berlín simbolizó el inicio de esa caída, sin embargo en el régimen algunos
personajes que aún enarbolan sinceramente los añejos estandartes, parecen no
percibir lo ocurrido a fines de la década de los ochenta y principios de los
noventa.
Luis
Manuel Esculpi
@lmesculpe
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