Por Víctor Salmerón
En el primer trimestre de
2019 la economía venezolana caminaba al borde de la implosión. Las cuentas en
divisas del gobierno estaban exhaustas, el financiamiento internacional había
cerrado sus puertas, las continuas fallas eléctricas disminuían la exigua
producción de las empresas y el desabastecimiento alcanzaba niveles críticos.
Solo entonces, Nicolás Maduro nadó a contracorriente del Socialismo del Siglo
XXI y permitió una dosis moderada de libre mercado.
El mandatario venezolano no
cambió la ley, pero dejó a un lado la aplicación sistemática del control de
precios; flexibilizó el control de cambio, toleró la libre circulación del
dólar y permitió que el sector privado importara sin restricciones con sus
propias divisas. El tratamiento acabó con el desabastecimiento, en buena
medida, gracias a los productos importados que surten las tiendas; produjo un
impulso en el comercio y la industria siguió operando, aunque a la cuarta parte
de su capacidad.
La Venezuela consumista,
repleta de petrodólares y ventas récord en vehículos, electrodomésticos, ropa
de marca, calzado y celulares de última generación, permanece en el recuerdo.
Por ahora, el brote verde en el comercio tiene como emblema los bodegones, los
nuevos establecimientos que en las principales ciudades del país venden
productos importados como cereales, golosinas, licores y frutos secos. Al mismo
tiempo, en Caracas surgen algunos restaurantes y centros nocturnos que captan clientela
en el estrato de alto ingreso, que solo incluye a una décima parte de la
población.
Expertos consideran que las
señales de vida son irrisorias en una economía donde el PIB se redujo a la
mitad entre 2014-2019 y el FMI proyecta que este año caerá otro 10%. Omar
Zambrano, quien se ha desempeñado como economista senior del Banco
Interamericano de Desarrollo y dirige la firma Anova, observa un fenómeno con
poca sustancia.
“Hasta ahora vemos un
circuito comercial extremadamente superficial, que no tiene vínculos con la
industria, la agroindustria o la manufactura venezolana, porque la gran mayoría
de los productos son importados. Tampoco es capaz de generar suficientes
empleos de calidad, con mayores salarios que alimenten el circuito
consumo-producción que al final es lo que impulsa el PIB”, dice Omar Zambrano.
“Creo que esta burbuja puede
crecer más, pero tengamos en cuenta que hay una relación relativamente estable
entre el circulante de un país, lo que técnicamente llamamos el M2 y el tamaño
de su economía. Si esta economía dolarizada, actualmente en gestación, llega a
ser de 20 mil millones de dólares, una magnitud que luce exagerada, podríamos
proyectar un PIB de aproximadamente 50 mil millones de dólares. Y Venezuela
llegó a tener un PIB de 350 mil millones de dólares en su punto más alto”, dice
Omar Zambrano.
Agrega que “estamos hablando
de una economía que, tal como está constituida, tiene un techo muy bajo. Es una
economía que por su poco tamaño no ofrece espacio laboral o productivo para 30
millones de habitantes, y por tanto va a seguir generando excluidos, pobreza,
desnutrición, enfermedades y emigración”.
Tras dos años en
hiperinflación, la moneda venezolana se desvanece y avanza en un proceso donde
el dólar se emplea como unidad de cuenta y gana terreno en las transacciones
diarias. De acuerdo con Datanálisis, alrededor de una décima parte de la
población posee ingresos o ahorros en divisas como para consumir a placer; otra
porción recibe la ayuda de las remesas y algunos pagos en dólares o indexados
al tipo de cambio, mientras que la mitad de los venezolanos solo cuenta con
bolívares, y no alcanzan para cubrir las necesidades básicas.
Inversión y confianza
Leonardo Vera, miembro de la
Academia Nacional de Ciencias Económicas, considera que “el Gobierno ha tomado
un conjunto de acciones que podrían interpretarse como el propósito de darle
más espacio al sector privado. No hay una cabeza que explique muy bien cuál es
el alcance, cuál es el objetivo, a dónde se quiere llegar y por tanto sigue siendo
una especie de flexibilización del régimen económico bastante desordenada”.
Desde su punto de vista, la
flexibilización encuentra un sector privado en silla de ruedas: “no es lo mismo
lanzar estas acciones en una economía con capacidades que en una economía que
ha perdido capital humano, que no tiene un sector financiero que ayude a su
recuperación, sin acuerdos comerciales importantes, con escasa competitividad y
sin inversión relevante”.
Añade que “las pocas
inversiones que vemos se concentran en nichos que tienen que ver con la
comercialización de bienes importados de consumo final. Es prematuro avanzar en
la idea de que Venezuela está en un franco proceso de recuperación, y mucho
menos hablar de bonanza, porque la bonanza se refiere a una situación donde tu
crecimiento es superior a tu crecimiento promedio en el pasado o a tu
crecimiento promedio de largo plazo, y no creo que esa sea la situación de la
economía venezolana”.
Al referirse en concreto al
fenómeno de los bodegones, que en medio del desierto despiertan una atención
desmesurada, explica que “tengo la impresión de que son inversiones de
venezolanos con recursos en el exterior, que en lugar de tenerlos en una cuenta
bancaria, ganando entre 0% y 1% de interés, abren un local en Venezuela, lo llenan
de mercancía importada y esperan a ver cuál es el rendimiento en dólares”.
La ausencia de
inversión nacional y extranjera, a mediano y largo plazo, donde las ganancias
no son inmediatas y se desarrollan proyectos que requieren maquinaria, equipos
y tecnología que incrementan la generación de riqueza y la creación de empleos
bien remunerados, es una señal de que la confianza sigue ausente en la economía
venezolana. Por ahora, solo florece un pequeño enclave con la característica
típica de una burbuja: negocios donde es muy fácil entrar y salir, en caso de
que el flujo de caja se torne negativo.
Omar Zambrano destaca
que “el Gobierno tiene un problema serio de credibilidad en la protección de
los derechos de propiedad, veo muy difícil que el sector privado aumente sus
operaciones o venga a producir en Venezuela para el resto de América Latina
porque sigue presente la misma élite política que tiene años expropiando”.
“El tema de los
derechos de propiedad no es tan fácil como decir que ahora te voy a dejar
actuar, se necesita credibilidad y eso es algo que va mucho más allá de las
leyes. La historia del chavismo ha sido la demolición de toda forma de
protección de los derechos de propiedad”, explica Omar Zambrano.
Sin motor
Desde principios del siglo
pasado el petróleo se convirtió en la principal fuente de divisas y expansión
para la economía venezolana, pero la producción cayó a un tercio de lo que era
en 1998 y la posibilidad de que el sector privado genere una recuperación
importante es ínfima: las cifras del Banco Central registran que entre
1998-2018 las exportaciones anuales privadas no superaron los 6.600 millones de
dólares y en 2018 apenas aportaron 1.151 millones de dólares.
Leonardo Vera indica
que “cuando una economía está en una depresión, necesita un motor; y ese motor,
en el caso de Venezuela, no va a ser el gasto público; tampoco podría ser
monetario porque en Venezuela no se hace política monetaria, y no lo veo en la
inversión privada. El país tiene un problema de escasez de divisas y la capacidad
que pueda tener el sector privado para exportar es muy reducida; no hay un
clima para invertir masivamente, y hay muchas dificultades para obtener
financiamiento nacional e internacional”.
El Gobierno obligó a
los bancos a disminuir los préstamos, ordenándoles en febrero de 2019 congelar
como reservas la totalidad de los nuevos depósitos. El recorte del crédito
redujo el crecimiento de la cantidad de dinero y ayudó a frenar la inflación,
pero a costa de profundizar la recesión.
La escasez de materia
prima como hierro, cemento y sustancias químicas esenciales para la industria,
que en el pasado proveían empresas públicas que hoy están paralizadas o
produciendo cantidades muy pequeñas, es otro inconveniente.
El 5 de febrero, Nicolás
Maduro admitió que “está el tema de la materia prima que deben garantizar las
empresas públicas: Sidor, las empresas de aluminio, Pequiven, Pdvsa; eso es un
tema no resuelto. Siempre hay una excusa y no resuelven”.
El mandatario, quien estaba
reunido con presidentes de pequeñas empresas, les solicitó “información útil,
anónima, de qué está sucediendo en Pdvsa, en Pequiven, en la CVG, en Sidor
porque vamos a cortar lo que haya que cortar allí para garantizar la materia
prima”.
El tamaño del mercado es
otro obstáculo para las empresas. Michael Penfold, profesor del IESA e
investigador del Wilson Center, indica que “la dolarización y la liberalización
del sistema cambiario le permiten al sector privado reducir sus riesgos
regulatorios y operativos. Formalmente, hay controles de precios, pero no están
siendo cumplidos; entonces el principal riesgo está asociado al mercado: las
empresas poseen plantas que fueron instaladas para un mercado mucho más grande
del que existe ahora”.
El modelo
El Gobierno contempla
reformas legales para delegar en compañías extranjeras el control de las
operaciones en campos petroleros, y voceros del PSUV como el gobernador de
Carabobo, Rafael Lacava, han dicho públicamente que no se oponen a la
privatización de empresas de servicios públicos.
“Veo una ola de mucho
pragmatismo, creo que después de las elecciones legislativas se buscará avanzar
en la entrega operativa y financiera de las asociaciones estratégicas en
petróleo, y voceros como Lacava han dicho que son compatibles con la privatización
de parte de los servicios públicos, podrían comenzar con la telefónica y la
joya de la corona: la Electricidad de Caracas”, dice Omar Zambrano.
“Es posible que entre sus
allegados haya gente dispuesta a comprar estas empresas. La oligarquía rusa se
formó con capital internacional aliado con capitales locales ligados al
gobierno. Me puedo imaginar a un oligarca ruso aliado con un empresario
venezolano, comprando la Electricidad de Caracas”, añade Omar Zambrano.
El peligro es que se
profundice un capitalismo oligárquico. En el influyente libro Good
Capitalism, Bad Capitalism, and the Economics of Growth and
Prosperity, los economistas William Baumol, Robert Litan, y Carl
Schramm describen el capitalismo oligárquico como un sistema donde “el
poder y el dinero están muy concentrados en unas cuantas personas. Es la peor
forma de capitalismo, no sólo por la desigualdad extrema de ingresos y riqueza
que esas economías toleran, sino también porque las élites no promueven el
crecimiento como objetivo central de la política económica. En cambio, los
oligarcas fijan las reglas para maximizar sus ingresos y riqueza”.
Leonardo Vera resume
que “no hay que menospreciar los cambios porque pudiera ser que nos lleven por
otros derroteros, pero por el momento diría que son acciones poco articuladas,
en un país con instituciones muy frágiles, donde ni siquiera hay claridad de
dónde está el poder público, qué es lo legal y que no lo es”
Michael Penfold afirma
que “se habla de una burbuja, creo que esta metáfora deja de lado que los
cambios que están ocurriendo no son simplemente cosméticos, en el fondo el
Gobierno se ve mucho más dependiente del sector privado que es el único que
puede ayudar a importar un poco más y resolver algunos temas de
abastecimiento”.
“Alguien pudiera decir que
si hubiese un nuevo boom petrolero y quitaran las sanciones, el Gobierno
volvería al mismo modelo estatista, pero creo que también ellos han sufrido los
costos de ese proceso y no me queda claro que hoy en día lo harían nuevamente;
para mí estamos ante una dinámica distinta a lo que había anteriormente”, dice
Penfold.
Las señales no
son claras. Si bien el Gobierno ha tolerado la libre circulación del dólar y el
surgimiento de los bodegones, recientemente aprobó una reforma tributaria que
establece una tasa extra para el IVA que podrá ubicarse entre un mínimo de 5% y
un máximo de 25%, cuando la venta de bienes o la prestación de servicios se
haga en divisas.
La duda sobre si la
Revolución Bolivariana solo ha dado un giro táctico, necesario para superar una
coyuntura difícil y luego regresar al control férreo de la economía por parte
del Estado está presente. En la Unión Soviética, por ejemplo, Lenin impulsó el
mercado mediante la Nueva Política Económica (NEP) que luego Stalin, una vez
consolidado en el poder, enterró mediante lo que el historiador húngaro Ivan
Berend llamó “una estrangulación tranquila del sector privado”.
El 14 de febrero
Nicolás Maduro se refirió a la dirección que está tomando la economía: “En
Venezuela hay un gobierno con un proyecto revolucionario, el Plan de la Patria
2025, el legado de nuestro comandante Hugo Chávez. Un gobierno en construcción
del socialismo, que tiene que manejar situaciones de guerra; nosotros tenemos
una economía de resistencia, en situación de guerra económica y muchas veces
cuando hay una guerra, en el caso militar, qué cosas no hace el ser humano”.
“Estamos en una
economía de resistencia que se ha venido autorregulando y en la autorregulación
se han generado nuevas oportunidades de negocios, fundamentalmente en dólares.
Estoy atento a todos los fenómenos del surgimiento de la dolarización, todos
los dólares que aportaba el Estado en la economía rentista petrolera ahora los
aporta la economía privada y ante la opción reprimo o permito; yo tomé la opción
lo permito y ha sido correcta, es una opción en medio de una guerra que ha
permitido que la economía respire”, agregó Nicolás Maduro.
17-02-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico