Por Leonardo Carvajal
Yo acostumbro a decir, más
en serio que en broma, que hay varios tipos de ciencias: las ciencias sociales;
las ciencias físicas, naturales y exactas; y las ciencias inexactas (como la
politología). Porque si hay algo difícil de comprender, calibrar y predecir es
el fluctuante comportamiento de los grupos humanos en su relación con el poder
y los liderazgos políticos. Dos ejemplos al canto: una muchedumbre recibió a
Jesús de Nazareth con palmas y vítores un Domingo de Ramos y otra muchedumbre,
de la misma ciudad, cuatro días después, prefirió que los romanos lo
crucificaran en vez de al malandro Barrabás. Y en Caracas, el mismo pueblo
libertario que se alzó el 23 de enero de 1958 contra una dictadura, votó por Pérez
Jiménez para hacerlo senador en diciembre de 1968.
Dicho lo cual, paso a
mencionar que las tres figuras públicas por las que he sentido mayor respeto en
las últimas décadas y con las que he tenido mayor sintonía de ideas, han sido Teodoro
Petkoff (el político intelectual); Alberto Quirós Corradi (el empresario
intelectual); y Luis Ugalde sj (el sacerdote intelectual). Tuve la suerte de
conocer personalmente a los tres, pero a quien más he tratado y más ha influido
en mis ideas ha sido Ugalde.
Por decirlo abreviado, fue
mi profesor de Psicología, en cuarto año de Humanidades, en el Colegio San
Ignacio, hace más de medio siglo; me invitó, en 1997, a prologar una antología
de escritos suyos sobre educación; y en 1999 me propuso ser profesor en la
UCAB, a lo que accedí con gusto. A partir de allí, fue mi rector durante once
años. De Ugalde, pues, siempre leo lo que escribe. Y casi siempre admiro la
lucidez de quien tiene tres licenciaturas en sus alforjas intelectuales: de
Filosofía (en Colombia), de Teología (en Alemania), de Sociología (en
Venezuela); y un doctorado en Historia (en Venezuela). Pero como la política es
terreno incierto y complejo, en ocasiones discrepo de alguno de los enfoques
del admirado Luis Ugalde sj.
Comenzaré, entonces, por
señalar algunas de sus visiones políticas con las que concuerdo y que creo que
deberían ser asumidas sin ambages por la dirigencia opositora. La primera es la
de la necesaria reconciliación como clima social y político de una Venezuela
nueva. Ugalde dice que “la reconstrucción de Venezuela parece imposible sin un
gran acuerdo de salvación nacional concretado en un gobierno de transición que
incluya a buena parte de los que fueron y de los que todavía son chavistas” (El
Universal, Acuerdo obligado, 20-09-2018). Y más adelante lo reiteraba: “Sin los
que son o fueron chavistas no habrá ni democracia ni reconstrucción”, añadiendo
que para él un gobierno de transición debe estar centrado “en la reconstrucción
y no en la revancha ni en la venganza” (El Universal, Transición, 10-05-2019).
Este atrevimiento de Ugalde,
el de destacar que en una etapa y gobierno de transición será indispensable el
concurso de todos, incluyendo a los chavistas decentes y capaces, muy poco ha
sido asumido por la dirigencia opositora que se ha dejado influenciar en
demasía por el odio polarizador desatado en las redes sociales en los últimos
años. Incluso, va más allá el sociólogo e historiador Ugalde y ha llamado
varias veces a una “negociación específica con la Fuerza Armada” y ello “para
garantizar su aporte constitucional a la democracia y su presencia y
responsabilidad constructiva en la transición, con exclusión del control
militar-policial cubano sobre Venezuela” (El Universal, Transición,
10-05-2019).
Al plantear esta tesis -de
la negociación con la Fuerza Armada para su participación en la transición- se
aleja Ugalde de la contraproducente bipolaridad en la que buena parte de la
oposición se ha manejado en relación con el mundo militar: suplicarles un día
que intervengan para acabar con el gobierno de Maduro e insultarles al
siguiente día porque lo siguen apoyando. Todavía avanza más Ugalde y con
perspicacia geopolítica ha indicado que para buscar el cambio del actual
infierno, hará falta contar “con la aprobación pragmática y realista, incluso
de rusos y chinos” (El Universal, Sufrimiento nacional y elección libre
presidencial, 07-02-2020).
Para resumir, estoy de
acuerdo con los enfoques de Ugalde, en torno a contar con los chavistas, con
los militares y con los gobiernos ruso y chino (no así con el cubano) para iniciar
una transición política de la actual dictadura a una democracia. Ahora bien,
¿cómo lograr esa transición anhelada? Ugalde cree en dos procesos simultáneos:
los acuerdos para iniciar la agenda de transición y enfrentar “la terrible emergencia
humanitaria, con la reactivación económica y con la eliminación negociada de
sanciones por cada paso positivo de parte del régimen” (El Universal, Sufrimiento nacional y elección libre
presidencial, 07-02-2020). En esta visión también lo acompaño.
Pero discrepo del énfasis
que pone Ugalde en la elección presidencial a realizarse en el 2020. Yo también
la quiero, al igual que él y que Guaidó y que muchísimos. Pero hay diferencias
en los énfasis. En primer lugar, entre Juan Guaidó y Luis Ugalde. Porque el
primero solo exige la elección presidencial y se olvida y hasta menosprecia las
parlamentarias, mientras que para Ugalde “son necesarias ambas elecciones a fin
de año” (El Universal, Sufrimiento nacional y elección libre presidencial,
07-02-2020).
Yo, por mi parte, digo que
ojalá podamos, en sintonía con Luis Ugalde, realizar las dos elecciones,
parlamentarias y presidencial, este año; pero que si solo fuesen posibles las
parlamentarias habría que participar “con todos los hierros”, porque no debemos
regalar ese bastión institucional al gobierno de Maduro, quien así completaría
su telaraña dictatorial. Al respecto, Ugalde escribió que “Con solo parlamentarias,
la tragedia y el sufrimiento nacional se agravarán”. Allí, en este importante
matiz, discrepo.
Si entendemos la lucha
política con realismo, una clamorosa victoria de las fuerzas democráticas en
las parlamentarias (canalizando la enorme ventaja que supone el 85% de rechazo
popular contra Maduro), además vista por los ojos de todo el mundo, sería otro
argumento de presión para desbloquear a la Fuerza Armada, a los rusos y a los
chinos, a fin de que el hasta ahora recalcitrante Maduro entendiese que en el
2021 deberían celebrarse las elecciones generales para todo el Poder Ejecutivo:
las de gobernadores y alcaldes previstas constitucionalmente, en las
dimensiones regional y municipal; y la de presidente de la República, en la
dimensión nacional.
Vale la pena pensar que, con
mucha frecuencia, “lo mejor es enemigo de lo bueno”, sobre todo si algunos se
aferran de manera voluntarista a la lógica del “todo o nada”.
19-02-20
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