Por Fernando Pereira
Los llamado juegos de retos,
casos de agresiones físicas, acoso escolar, estudiantes que se han autoagredido
pues no saben qué hacer con el sin sentido y tristeza, una foto de una
estudiante desnuda que circula por toda la comunidad educativa y más allá
enviada por la propia víctima respondiendo a un desafío, cursos donde varios
niños lidian con el duelo migratorio pues sus padres se debieron ir del país
buscando la sobrevivencia.
Es una simple muestra de los
casos que semana a semana nos llegan a Cecodap.
Los centros educativos
seriamente afectados por estas situaciones que alteran su convivencia, nos
refieren con un dejo de resignación que lamentablemente no hay tiempo para
atender esas situaciones pues se debe cumplir con el programa.
El reto de repensar la escuela
La propia Unesco ha
señalado que la transmisión de conocimientos no es más que una parte de
la labor de los docentes, pues estos también contribuyen de modo decisivo a su
desarrollo emocional.
En la sociedad de la
información, de las tecnologías que con sorprendente vertiginosidad van
mostrando nuevos y más avanzados equipos, redes sociales y de información
¿podemos seguir concibiendo una educación como la que nos dieron a
nosotros?
“La misión de la escuela ya no
es enseñar cosas. Eso lo hace mejor la TV o Internet. Pero si la escuela ya no
tiene que enseñar, ¿cuál es su misión? “Debe ser el lugar donde los chicos aprendan
a manejar y usar bien las nuevas tecnologías, donde se transmita un método de
trabajo e investigación científica, se fomente el conocimiento crítico y se
aprenda a cooperar y trabajar en equipo”, estas declaraciones corresponden al
pedagogo italiano: Francesco Tonucci.
La escuela tiene el reto de repensarse,
actualizarse, dar respuesta a las inquietudes de la niñez y adolescencia de nuestros
tiempos. Una escuela obsoleta será, en sí misma, promotora del desinterés,
aburrimiento y problemas en la convivencia.
Buscando ser educados
emocionalmente
El ritmo desaforado de la
sociedad actual refuerza la importancia de aprender a reconocer e identificar como
niños (y también como docentes y familias) nuestras emociones. El aprendizaje
social y emocional comprende:
·
Conocerse a uno mismo: Reconocer los propios
sentimientos y manejar el enojo o la cólera
·
Entenderse a uno mismo: Manejar las propias
emociones, fijarse metas y sortear los obstáculos.
·
Entender a los demás: Desarrollar empatía y
ponerse en el lugar del otro
·
Construir relaciones sanas: Decir que no a la
presión negativa de los pares y trabajar constructivamente en la resolución de
conflictos.
·
Tomar decisiones responsables y llevarlas
adelante: Incluye considerar las consecuencias que las propias acciones tienen
a largo plazo para uno mismo y para los demás.
La escuela tiene que ser un
espacio donde tenga cabida la vida de sus estudiantes, con sus sueños,
alegrías, duelos, tristezas, solo en esa medida entrará en los corazones de
quienes en ella conviven y constituirá la mayor y mejor prevención posible.
Coincidimos con Tedesco
cuando afirma que: “Aprender a aprender y aprender a vivir juntos han sido
postulados como los dos pilares que expresan los nuevos desafíos que debe
enfrentar la educación en el marco de las profundas transformaciones que vive
la sociedad”
El reto está en el patio de
los centros educativos: entender que los espacios dedicados a analizar y
construir la convivencia y educar emocionalmente deben ser permanentes y no
esporádicamente cuando se trata de abordar situaciones que han generado
violencia o alterado las actividades escolares.
20-02-20
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