Por Oscar Lucien, 01/02/2013
1.
Si alguna certidumbre tiene consenso en el complejo universo de la
comunicación social es el valor de la credibilidad del medio de comunicación.
Internet ha transformado la manera como los ciudadanos accedemos a la
información y ha fracturado el paradigma de la producción y control vertical de
las informaciones: gracias a las redes sociales los ciudadanos dejamos de ser
meros “receptores” de información y somos, potencial y efectivamente,
productores y emisores.
En
medio del océano de mensajes en el que navegamos diariamente, el elemento
fundamental es la credibilidad del “emisor”, la confianza que depositamos en
que quien nos comunica algo merece ser creído.
Desde el punto de vista de la comunicación este es el problema relevante
en relación con la reciente publicación de la foto que el periódico El País
presentó como: “Presidente Chávez intubado en un hospital”. La fotografía,
publicada en primera plana, resultó ser falsa y este grave error erosiona la
credibilidad de un medio tan prestigioso como el diario español. La anécdota
sobre cómo se accedió a la foto y las peripecias que conducen a su publicación
resultan intrascendentes porque no iluminan lo esencial: el diario no logró
verificar la autenticidad de la fotografía y en tal circunstancia debió
prevalecer su compromiso con sus lectores. Falló, y es la audiencia la que
puede cobrar esa falta.
2.
El Gobierno venezolano reaccionó y en su habitual tono grandilocuente y
pendenciero amenazó con una demanda a El País. La Asamblea Nacional de
Venezuela por su parte emitió un acuerdo de rechazo a la publicación de la
tristemente célebre fotografía.
Pero en medio de la alharaca, nos distraemos de por lo menos dos
problemas sustanciales. En primer lugar, el escándalo que genera la falsa foto
del teniente coronel Chávez distrae la atención de un grave problema de mayor envergadura
como lo es la usurpación de poder que se deriva de la ausencia efectiva de
Chávez, no reconocida por el Gobierno (casi dos meses tiene hospitalizado el
presidente Chávez en un hospital de La Habana) y de la imposibilidad de su
juramentación que ha dado origen a la muy cuestionada jurisprudencia de la
“continuidad administrativa”.
En segundo lugar, sin duda el problema de fondo, donde convergen lo
político con lo comunicacional: la opacidad y manipulación de la información
sobre la enfermedad de Hugo Chávez, para muchos venezolanos, secuestrado por
los hermanos Castro en Cuba.
3.
El secretismo como política del Estado venezolano, potenciado y agravado
por la injerencia cubana en los asuntos internos de Venezuela, que cada día
abolla más la tan cacareada soberanía nacional, y la opacidad en la información
sobre la enfermedad de Chávez, son fuentes permanentes de rumores y podrían
explicar en una cierta dimensión el error cometido por El País: los medios,
además de atrapados en la dinámica del “tubazo”, tienen la obligación de
conseguir información y opinión pertinente para llevar a su público. Y una
gráfica del presidente Chávez, sobre cuya existencia circulan las más
verosímiles o disparatadas historias es, sin duda, una información relevante.
Sobre el Estado venezolano gravita una grave sombra de ilegitimidad derivada de
la heterodoxa manera en la que ha sido relegada la toma de posesión del
Presidente electo. Al ocultarse la información que podría sustentar la ausencia
temporal o absoluta previstas en la Constitución, el Gobierno ha creado las
condiciones para una usurpación del poder, contrariando incluso los pronósticos
y previsiones del propio Chávez. Una vocería partidista y no profesional ha
sustituido el dictamen de una junta médica, prevista en la carta magna, que
certifique la naturaleza y el alcance de la enfermedad del Presidente. El
escándalo de la foto, magnificado por la reacción oficial, nos puso a mirar
para otro lado y lo objetivo, lo relevante, es que no sabemos el estado real de
su salud. ¿Por qué decisiones tan sensibles para los venezolanos se toman en
Cuba? ¿Quién manda en Venezuela, Castro o Maduro? Temas, por cierto,
susceptibles de interés para el consejo editorial responsable de publicar la
cuestionada foto.
Mandando más que un dinamo. Fuera de la controversia política y de las
perversidades de la polarización, no logro entender cómo una persona que
atraviesa un complejo y delicado estado de salud, que se supone se encuentra en
reposo médico absoluto, puede estar siendo sometido a estresantes tareas de
gobierno y dedicar las energías que necesita para recuperar su salud en estar
“mandando más que un dinamo” en tareas de administración pública. De ser yo el
enfermo diría: ¡No me quieran tanto…!
@olucien
Oscar Lucien es
miembro de Ciudadanía Activa
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