Por Lissette González,
02/05/2013
1Comienza a llover en Caracas luego de un verano inclemente. Las chicharras y los mangos anuncian el cambio de estación solo visible con los ojos del que ha crecido en el trópico. Podría ser bonito, sentir el agua limpiando el aire y alejando el calor. Pero las primeras lluvias inundan nuestras calles cotidianas, hasta tenemos oportunidad de conocer lagunas nunca antes vistas en estos primeros aguaceros de 2013. Ese primer día llegamos tarde al trabajo, llegan tarde los niños al colegio; bien porque nuestros carros no pueden atravesar las vías, bien porque el Metrobús salió una hora tarde, pues ese día ningún chofer llegó a trabajar.
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Las lluvias empezaron un par de semanas
después de las elecciones presidenciales. En las casas ya no se oyen los niños
cantando “Que llueva, que llueva / la vieja está en la cueva”, sino cohetes y/o
cacerolas. Los días transcurren como si lo único que importa es lo que ocurre
en televisión: cadenas de radio y TV sucedidas por ruedas de prensa, marchas
multitudinarias simultáneas tomando Caracas, acusaciones, explicaciones,
análisis en la radio y en ingeniosos artículos de prensa. Mientras tanto,
seguirán inundándose las calles, crecerá aun más el número de damnificados y
seguirán muriendo cientos de venezolanos cada semana a manos del hampa.
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Cerramos el mes de abril con el espacio
consagrado a la deliberación entre quienes proponen distintas ideas transmutado
en campo de batalla. La libertad de pensar, abolida para quienes sostienen
públicamente sus dudas –legítimas- ante el resultado de las elecciones. Parece
importante centrarse en estos graves acontecimientos. Pero en las calles, la
lluvia sigue cayendo. Siguen los apagones y la escasez. La gente sigue
muriendo. Y desde esta humilde esquina pienso que solo cuando los verdaderos
problemas de la gente sean las principales noticias y los puntos prioritarios
del debate, se habrá logrado destrancar el juego político. No para que gane A o
B, sino los derechos de todos los venezolanos.
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