GERMÁN PACHECO VALERI / MADRID 12 de julio de 2014
El destacado opositor asegura
que el chavismo está dividido y que la oposición trabaja para lograr el apoyo
de una«amplia mayoría» que permita cambiar el rumbo del país
Ramón Guillermo Aveledo (Barquisimeto, Venezuela, 1950)
es el secretario general de la Mesa de Unidad Democrática (MUD),
la coalición de partidos políticos de oposición al chavismo en Venezuela. Desde
2008, cuando fue creada, la MUD ha logrado unir a la oposición venezolana para
hacer frente al gobierno de Hugo Chávez y posteriormente al de Nicolás Maduro.
Aveledo ha hablado con ABC en Madrid, donde este sábado recoge el premio Oswaldo Payá por
la democracia y los derechos humanos que ha otorgado el PP a la MUD.
–¿Cuál la situación actual de
Venezuela?
–Nuestro país está atrevesando un
proceso de cambio. En el seno del gobierno hay una transición, porque ha pasado
de la legitimidad carismática a la legitimidad burocrática. Maduro ocupa el
lugar constitucional de Chávez, pero no su lugar político. La disputa
interna que hay en el chavismo ahora es porque no saben quién representa y
custodia el legado de Chávez. No es un debate menor si se toma en cuenta
que fue el propio expresidente quien designó a su sucesor. A esto hay que
sumarle el déficit fiscal y la incapacidad de mantener unas políticas
económicas nefastas. El dinero no alcanza y el gobierno aún no se adapta a las
circunstancias.
–¿Está la oposición dividida en este
momento?
– Nos estamos adaptando a estos
cambios. Tenemos que acentuar la oposición en los temas económicos y
sociales, que son los asuntos que afectan a todos los ciudadanos. Hay
algunos compañeros que tienen otra estrategia, que prefieren centrarse en lo
político, pero las diferencias en cuanto a la táctica que ha habido no deben
ser impedimento para poder encontrar una nueva estrategia común para lograr
nuestro objetivo, que es una Venezuela de progreso y libertad. Lo que sucede es
que últimamente el énfasis retórico ha estado puesto en aquellas cosas que nos
diferencian y no en las que nos unen.
–Henrique Capriles dijo hace pocos
días que con «la salida» (el llamado a la protesta en las calles que hicieron
Leopoldo López y Maria Corina Machado) todos perdieron. ¿Qué quiso decir con
eso?
–Creo que las diferencias hay que
procesarlas. Las palabras de Capriles son claras. Yo creo, desde la perspectiva
que me corresponde, que debemos ventilar nuestras diferencias con sinceridad y
sin hipocresía para que se puedan superar. Así como él ha planteado su punto de
vista, otros deben plantearlos también, pero teniendo preeminencia la voluntad
y el compromiso de trabajar juntos en busca de un objetivo común.
– ¿Ha perdido poder de convocatoria la
oposición? ¿Cuesta que las clases más bajas de la sociedad crean en su mensaje?
–Hablemos de los hechos. Tuvimos dos
elecciones recientemente para elegir los alcaldes de las ciudades de San
Diego y San Cristóbal. Fuimos todos unidos. En San
Cristóbal logramos el 74% de los votos y en San Diego el 87.8%. Si no hubieran
votado todas las clases sociales habría sido imposible alcanzar ese nivel de
votos. Precisamente en un país que está dividido prácticamente a parte
iguales desde el punto de vista político, el énfasis de nuestro
mensaje ha sido buscar el respaldo para construir una amplia mayoría social.
Hay que buscar ese respaldo en gente que creyó antes en el chavismo, moderando
el lenguage político y acentuando el debate en temas económicos y sociales.
–¿Qué ha pasado con el proceso de
diálogo? ¿Por qué la oposición se sentó a negociar con un gobierno al que
califica de ilegítimo y cuándo se retomarán esas conversaciones?
–Porque no nos podemos quedar en una
sola página. Si nos centrásemos exclusivamente en la cuestión de la legitimidad
del gobierno, no estaríamos discutiendo su responsabilidad en la crisis
económica, el desempleo y la escasez, que son las cosas que afectan a la gente
todos los días. Nosotros no hemos roto el diálogo, sino que lo hemos congelado
porque hemos visto que el gobierno no tiene voluntad de demostrar que es
capaz de transigir y reconocer a la otra parte. Sin embargo, se empiezan a
dar cuenta de que es imposible gobernar ignorando a medio país.
– En el gobierno hay cada vez más
funcionarios y gobernadores provenientes de las Fuerzas Armadas ¿Qué opinión
tiene de esta injerencia militar?
–La militarización de la política y la
politización de las Fuerzas Armadas son características de esto que llaman
«revolución bolivariana» y es algo que está llamado a tener efectos secundarios
negativos. La constitución establece un lindero y deja claro el papel de las
Fuerzas Armadas como entidad profesional y ajena a partidismo o parcialidad
política alguna, así como la posibilidad que tienen los militares de votar, que
es el único derecho político que tienen sus integrantes cuando están en
servicio activo. Solo despues de su retiro pueden participar de la política. Las
Fuerzas Armadas son tratadas como un partido más del chavismo, pero esto
que vemos no es nuevo, forma parte de la más antigua historia latinoamericana.
Y de la más triste.
–¿Qué le parece la venta del diario
El Universal a un grupo empresarial español?
– Todo lo que ha ocurrido es un
misterio. En las operaciones financieras en general y más aún cuando se trata
de un medio de comunicación, tiene que haber transparencia. Todo el mundo tiene
derecho a saber quienes son los dueños de una empresa tan importante. Como fue
tan alto el precio que pagó el gobierno por cerrar Radio Caracas
Televisión en 2007, ahora ha tomado un camino más discreto, haciéndose
con el control de los medios privados además de los públicos. A día de hoy
quiénes son los propietarios de la Cadena Capriles ni deEl Universal, dos grupos editoriales
importantísimos en Venezuela.
–La dirigente opositora Maria
Corina Machado declaró hace una semana que Venezuela avanzaba hacia un
precipicio. ¿Hacia dóndecree usted que va Venezuela?
–Nuestra misión es no permitir que
caigamos en un precipicio. Queremos que Venezuela sea un país donde todos
podamos vivir y progresar en paz, pero la prolongación de estas
políticas económicas y la continuación de esta noción del poder hegemónico,
conducen a un precipicio.
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