Macky Arenas 16 de
enero de 2015
Entrevista a
Monseñor Roberto Lückert / Arzobispo de Coro
Se
percibe ausencia de una vocería por parte de la oposición ante este grave
momento. Este gobierno quiere que los obispos de Venezuela seamos perros mudos
y no podemos, de ninguna manera. No estamos para violentar al país, sino para
buscar caminos de unidad y vivir la esperanza, opina el sacerdote.
No
le apaga jamás el celular a los medios, no le importa plantarse horas hasta que
lo dejan entrar a visitar a los presos políticos, no tiene inconveniente en
contestar ninguna pregunta. Conforme uno picha, él batea. Es vehemente y
directo. Se las ve con el más “pintao” y todo el mundo sabe que este
obispo no tiene “pepitas en la lengua”, una criollísima expresión para retratar
al que no teme expresar exactamente lo que piensa y siente. Y lo hace en el
inconfundible acento de las más soleadas tierras del occidente venezolano.
Estas son sus reflexiones para los lectores de ABC de la Semana.
─
Monseñor, un comentario sobre la Exhortación Pastoral de los obispos al final
de la Asamblea de la Conferencia Episcopal que terminó el 12 de enero.
─
El documento que la CEV elaboró en esta oportunidad es una radiografía del
país, la situación tan terrible que vivimos, el deterioro, y ante ello, la
falta de diálogo, tanto por parte del gobierno como de la oposición. Se percibe
ausencia de una vocería por parte de la oposición ante este grave momento, no
me refiero a un enfrentamiento con el gobierno sino a planteamientos que
aporten soluciones a los gravísimos problemas que tiene Venezuela. Nosotros,
además de ser pastores tenemos que ser profetas, lo que implica denunciar lo
que está pasando. Nadie, ni en el gobierno ni en la oposición nos van a decir
lo que tenemos que hacer para cumplir con nuestro deber puesto, el primero que
tiene que estar al tanto de lo que afecta a la gente, somos nosotros, los
obispos. Para eso son las visitas pastorales.
─
Hay quienes los prefieren como el dicho: “calladitos se ven más bonitos”.
─
Siempre ha sido una tentación, tanto de la oposición como del gobierno, hacer
que los obispos y sacerdotes tengamos olor a sacristía, a incienso, a cera, que
no digamos nada y nos quedemos tranquilos. Pero también somos parte de esta
comunidad y sentimos lo que pasa. Alguien tiene que hablar en nombre de este
pueblo que sufre callado. Quienes deben dar la cara por las regiones, los
diputados, no lo hacen. Están elegidos por el voto popular y ni se ocupan, no
visitan las regiones, no se percatan de que a veces los alcaldes no tienen ni
para pagar la gasolina para transportarse. Te pongo el caso de Coro, un lugar
semidesértico, allí hay comunidades que pasan 15 días sin que les llegue una
gota de agua, sin luz. Entonces trancan las vías, se forman grandes colas y
mucha gente no sabe la razón. La razón es esa: día y días sin luz ni agua.
─
La otra cara de la moneda son aquellos que se preguntan por qué la Iglesia
llama al diálogo y no a la confrontación.
─
Eso no podemos ni debemos hacerlo. Uno sabe cuándo comienza la violencia, un
golpe, pero no cuándo ni cómo termina. La historia nos ofrece ejemplos, Chile,
un país institucional, con 50 años de gobierno democráticos, serios, pero el
gobierno de Allende fue tan desastroso que los chilenos apoyaron el golpe de
Pinochet y se embarcaron en una dictadura que duró 18 años. ¿Que fue necesario,
que tuvo cosas positivas, que mejoró económicamente al país? Todo eso puede
ser, pero nadie se esperaba una tragedia como la que desencadenó el experimento
socialista y luego un gobierno dictatorial tan prolongado. La Iglesia no puede
propiciar golpes, andar predicando enfrentamiento. Eso no está en nuestra
herencia, ni puede ser nuestra actitud pastoral. Nosotros no estamos para
violentar al país sino para buscar caminos de unidad y vivir la esperanza,
infundirla en nuestro pueblo, de que las cosas pueden cambiar.
─
A pesar de que ustedes hablan en estos términos, desde el gobierno lo que
disparan es plomo parejo…
─
Lamentablemente, particularmente este gobierno quiere que los obispos de
Venezuela seamos perros mudos. Y no podemos, de ninguna manera. La historia nos
reclamaría lo que hoy es nuestro deber. Este gobierno hipersensible a la
crítica, no responde como debe responder ante el juicio de los obispos.
Debe hacerlo de una manera positiva, asimilando lo que se le cuestiona; en
lugar de eso excluyen e insultan. Ese no puede ser el papel de un dirigente
nacional. No puede tirar al vilipendio y a la exclusión a un venezolano porque
opine distinto. Monseñor Roa decía que a los gobernantes de este país, al
elegirlos, los meten en una campana de cristal y les echan humo para que no
vean lo que pasa afuera. Cuando uno oye hablar a Cabello y a su entorno,
pareciera que no viven en el país, que no saben de nada, que no tienen idea de
las colas kilométricas que debe hacer la gente, humillada después de 48 horas
parados esperando por un pote de leche o un paquete de pañales. Claro, las
mujeres de ellos no hacen colas, pero el pueblo sí y sufre mucha humillación y
malos tratos.
─
El tema de la salud es patético…
─ Te
cuento que en Coro, el único hospital de referencia que es el Van Griecken,
tiene cinco quirófanos y sólo funciona uno, las operaciones selectivas no se
realizan, solo las de emergencia porque no hay insumos, no hay ni Merthiolate,
no hay con qué trabajar. Y obligan a los médicos a quedarse callados, que no
digan nada. Baste citar el caso del presidente del Colegio de Médicos de Aragua
que anunció que venía una epidemia de chikugunya, o de lo que fuera, lo
mandaron a poner preso. ¡Eso no puede ser! No se trata de que estén en contra
del gobierno, sino que son profesionales a favor de un pueblo que está
sufriendo las calamidades. En Europa no se explican, por imposible, por
inaudito, que un país inmensamente rico como Venezuela sea hoy inmensamente
pobre. ¡Con el chorro de plata que corre y el pueblo está peor que nunca!
Estamos en economía de guerra, por eso la gente compra, porque sabe que mañana
tal vez no pueda comprar jabón en polvo, papel toilette, medicamentos.
¡Insólito!
Contra
la Iglesia
─
El Cardenal Urosa ha hecho un llamado a la gente a la calma y al gobierno para
que responda y genere soluciones al desabastecimiento ¿Eso es “arrogante”?
─ No
lo creo. Es una necesidad vivida y sentida por nuestro pueblo de la cual se
hace eco la Iglesia reclamando a quien tiene que reclamarle. Nosotros los
pastores hacemos lo nuestro. Lamentablemente el gobierno no cumple su parte.
─
¿Desde las alturas de un poder omnímodo, arremeter contra los pastores no es
una manera de violentar la libertad religiosa?
─
No sólo la libertad religiosa, sino la libertad de expresión, de poder hablar
como debe ser en un país democrático. Los voceros oficialistas dicen que
Venezuela vive en democracia, pero esto es una muestra en contrario. La
cartilla que nos están imponiendo es la cartilla cubana. En Cuba no hay
libertad de expresión. Fidel, apenas llegó, no pasaron 48 horas y había
reducido al silencio a la Iglesia cubana. Tenía un barco en el puerto en el
cual subió a 800 sacerdotes y los envió al exilio. Aquí pretenden reducirnos
pero se equivocaron de sitio. Venezuela no es una isla, es un país con muchas
comunicaciones y no nos van a imponer lo que ellos quieren. Nosotros venimos de
40 años viviendo en democracia, con errores, fortalezas, debilidades, pero en
democracia; en Cuba no la conocían porque, por generaciones, sólo habían
conocido gobiernos arbitrarios y la dictadura de Batista cuando llegó Fidel a
someterlos. Salieron de una dictadura para entrar en otra. En el documento lo
decimos: nos quieren imponer un régimen socialista-comunista que ha fracasado
en todas partes. El pobre pueblo cubano está domesticado por 50 años bajo ese
yugo, adaptado a vivir penurias. No les dio chance de conocer la plena
democracia.
─
¿Cómo se calla un obispo ante el avance de una cultura de la muerte que
se ha llevado la vida de 5 policías en 48 horas, sólo en Caracas? ¿Cómo queda
el ciudadano común?
─ Vive
muy asustado. Ante ello, el gobierno no soluciona sino que se limita a agredir
aún más, a meter miedo. El sistema de este gobierno es acorralar a la gente,
atemorizarla, amedrentarla al estilo cubano.
─
Hay sectores que critican al Papa porque habla de los pobres. Él les ha dicho:
“Hablar de los pobres no es comunismo, es Evangelio”. ¿Hablar en nombre
del pueblo que sufre, no es también Evangelio?
─
¡También! Es nuestra responsabilidad. Te repito, perros mudos no podemos ni
vamos a ser.
Crisis
nacional
─
Usted conduce una diócesis del interior del país. Hay gente que asegura que
fuera de Caracas la realidad es diferente. ¿Se vive mejor o el padecimiento es
el mismo?
─
El mismo. Ustedes tienen facilidades, medios de comunicación que a nosotros nos
faltan. En Coro la situación es grave de toda gravedad. ¡Con decirte que para registrar
un documento tienes que hacer cola desde las 3 de la mañana pues solo hay una
notaría para todo el Estado! Yo te diría que la crisis en el interior es peor
que en Caracas, lo que pasa es que la de Caracas se nota más porque ustedes
tienen medios que le dan visibilidad. El gobierno, además, se cuida de que
Caracas tenga más recursos para proveer al pueblo que el interior. El Mercal en
Coro funciona una vez al mes, acá creo que es una vez por semana. En un pueblo
como Pedregal, por ejemplo, no hay Atamel que es muy demandado porque es el
analgésico más elemental. No llega. A veces hay ambulancias que están en
perfecto estado pero le faltan los cuatro cauchos. Nadie tiene como reponerlos,
ni siquiera la gobernadora. ¿Cómo sacas a una mujer que esté de parto? ¿Cómo
auxilias a una persona que la pique una culebra? ¿Si hay invierno como pasas,
en una hamaca, como antiguamente se hacía? Hay que pensar en todo eso. Son
situaciones que en el interior son muy comunes.
─ Se
ha hablado hasta de “bancarrota espiritual”, ¿cuáles son los riesgos en
momentos en que la indignación parece estar incubando mucho riesgo?
─
Creo que aquí puede pasar cualquier cosa, es lo que sugiere la desesperación en
que vemos al pueblo, a la gente. Una madre de familia con tres hijos y no
consigue leche es una bomba de tiempo. Aquí el robo se ha hecho parte del
“resuelve” de los cubanos. Un país como Venezuela, en el cual convivimos en el
pasado de una manera tan pacífica que un crimen era una noticia nacional y
ahora te matan, te descuartizan por un par de zapatos, por un celular, ¡no
puede ser! Hemos perdido el más elemental respeto por los derechos ciudadanos,
por la dignidad de la vida humana.
─
¿Qué suerte se imagina usted que correría si se dirigiera a los gobernantes de
este país de la misma manera en que sus voceros lo han hecho con usted?
─
¡Preso! Si lo que Diosdado ha dicho de mi lo digo yo de él, ya estaría la
fiscal buscándome para ponerme preso. Me acusarían de vilipendio, de incitación
al odio, te buscan cualquier cosa para descalificarte. Ellos no, ellos están
instalados en el poder y pueden hacer lo que les da la gana con ese micrófono,
decir las cosas más horribles como las que dijeron de Monseñor Padrón,
sin pruebas, sin base ninguna. Hay que ver la caradura de Cabello, afirmar que
yo estaba en Roma y que luego llegué a Isnotú a dar un discurso de orden. Nada
de eso, yo estaba en Cabure, ¡donde ni señales de humo hay! O sea, que se
pueden decir las barbaridades más grandes, mentiras, descalificarlo a uno sin
consecuencias. Si eso que él dijo de mí lo digo yo de él, ya estuviera preso.
─ ¿Esas
agresiones, qué efecto producen en ustedes, escuchar que se veje al Presidente
de la Conferencia Episcopal, por ejemplo?
─
Uno se siente muy mal, obviamente. Por mi parte, estaría dispuesto a responder
en el mismo estilo, claro, con cierta elegancia porque no voy a descender a la
chabacanería de esos señores. Pero hay que responder. Nosotros no somos
ningunos zoquetes para que ellos nos estén excluyendo. Pero sobre todo yo no temo
que el gobierno me persiga como lo hace. Sé que mis teléfonos están “puyaos” y
que inventan no sé cuántas cosas más. El otro día pusieron a uno a
seguirme en un carro y fracasaron porque yo no me escondo, ando de cara a
la gente, haciendo mi trabajo diario que todo el mundo conoce. Sé muy bien que
alguien podría atacarme en la calle porque se da el caso de que un dirigente
connotado como es el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello,
agrede y descalifica a un ciudadano común, arzobispo u obispo de
Venezuela, convirtiéndolo en objetivo de la violencia.
─ ¿Cuál
ha sido el espíritu que ha gravitado sobre esta reunión de obispos?
─ Desde
que comenzó ─este documento lo elaboramos todos los obispos en conjunto─
nuestra gran preocupación ha sido la certeza de que estamos ante las puertas de
una gravísima crisis institucional en el país y que tenemos que dar la cara y
ofrecer orientaciones. Es
lo que estamos haciendo.
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