Ysrrael Camero 23
de enero de 2015
@ysrraelcamero
Estamos
celebrando cincuenta y siete años del derrocamiento de la dictadura militar
encabezada por Marcos Pérez Jiménez, así como también celebramos el inicio de
cuatro décadas de continuo gobierno democrático. Dos hechos distintos que
parecen coincidir en un mismo momento, pero cuya comprensión nos obliga a
acercarnos a ellos con una mirada atenta a la complejidad de un proceso de
cambio político, a la transición de un gobierno autoritario a una democracia.
En
retrospectiva la historia hoy puede parecer sencilla. Ante el levantamiento del
pueblo y de las Fuerzas Armadas el dictador levanta vuelo huyendo en La Vaca
Sagrada. Deja atrás a un pueblo unido que da inicio pacífico a una nueva
democracia, moderna y funcional. Unas Fuerzas Armadas democráticas, unidas,
expulsaron al elemento extraño que parecía haberlas manipulado durante una
década, y se comprometieron a sostener al recién nacido régimen democrático.
Así escrita la historia parece hermosa, pero paradójicamente los procesos históricos
están lejos de ser lineales, se encuentran llenos de encrucijadas difíciles y
meandros sinuosos. Este caso no fue la excepción.
El
derrocamiento de Pérez Jiménez no tenía necesariamente que convertirse en el
inicio de la democracia. Para que esto fuera posible la sociedad venezolana
tuvo que sortear un conjunto de amenazas y tentaciones que la pusieron a prueba
durante todo el año de 1958.
La
capacidad para construir acuerdos, sociales, políticos, económicos a lo largo
de este año en las condiciones más difíciles, fue clave para evitar la
regresión autoritaria y militarista, que estuvo siempre presente como tentación
y amenaza. Sin acuerdos como el Avenimiento Obrero Patronal o como el Pacto de
Puntofijo es probable que no se hubiera podido consolidar el régimen
democrático, y hoy nuestra memoria histórica del 23 de enero de 1958 estaría
marcada más por la recurrente frustración cívica que por el amanecer de la era
democrática.
El
derrumbe
La
caída de Pérez Jiménez es la última etapa de la crisis del gobierno militar
instaurado en noviembre de 1948. El segundo semestre de 1957 se caracterizó por
la crisis económica, vinculada con la reducción en la compra de petróleo por
parte de EEUU, con la creciente deuda interna del gobierno con los
constructores privados, y con el aumento del desempleo en las grandes ciudades,
especialmente en Caracas. A lo largo de 1957 se fue viniendo abajo lo que
quedaba de la coalición que había sostenido a la dictadura durante casi una
década.
Por
su parte, las fuerzas contrarias a la dictadura aumentaban y se incrementaba su
unidad. La Iglesia Católica dio su aldabonazo el 1° de mayo de 1957, con la
pastoral de Monseñor Arias Blanco. En junio la conformación de la Junta
Patriótica representó la unificación de las iniciativas de la resistencia
interna de Acción Democrática, del Partido Comunista de Venezuela, de Unión
Republicana Democrática y de COPEI. Los líderes en el exilio también dieron
importantes pasos hacia una acción conjunta, Rómulo Betancourt, Jóvito
Villalba, y Rafael Caldera terminaron reunidos en Nueva York, contando incluso
con la presencia del viejo expresidente Eleazar López Contreras.
Los
últimos meses fueron de caída libre. Por ejemplo, las movilizaciones
estudiantiles del 21 de noviembre contra el fraudulento plebiscito que se
realizó el 15 de diciembre, donde los demócratas tomaron la decisión de no
participar, marcaron el derrumbe.
En
la noche del 31 de diciembre para el 1° de enero de 1958 se mostraron las
fisuras internas de las mismas Fuerzas Armadas, cuando aviones militares
sobrevolaron Caracas y una columna de tanques, al mando de Hugo Trejo, se
levantó y pretendió avanzar contra la capital. El núcleo del soporte
institucional de la dictadura también se derrumbaba.
Las
fuerzas vivas, grupos organizados, gremios, intelectuales, periodistas,
empezaron a realizar pronunciamientos públicos contra la dictadura, aspecto que
se acentuaría durante los primeros días del mes de enero de 1958.
La
huelga general convocada por la Junta Patriótica se inició el 21 de enero de
1958, terminando de quebrar las últimas líneas de resistencia de la dictadura.
A Marcos Pérez Jiménez se le permitió abandonar el país el 23 de enero, rumbo a
Santo Domingo, donde el tirano Rafael Leonidas “Chapita” Trujillo, lo esperaba
con los brazos abiertos.
El
inicio de la transición: desbrozando el camino a la democracia
El
primer momento de la sucesión se resolvió dentro de la misma institución
militar. El gobierno personal de Marcos Pérez Jiménez fue sustituido por una
nueva Junta Militar presidida por Wolfgang Larrazábal. La presencia en ella de
los coroneles Roberto Casanova y Abel Romero Villate, motivó la protesta de
Hugo Trejo, militar que había liderado el alzamiento del 1° de enero. Esta
presión derivó en la expulsión de estos dos oficiales, de la Junta y del país,
y su sustitución por dos civiles, Eugenio Mendoza y Blas Lamberti.
Este
solo fue el primer episodio de una serie de situaciones críticas que tuvo que
sortear el proyecto democrático para abrirse paso durante 1958, lo que eso
derivaba del reposicionamiento de varios actores e instituciones en una
situación de alta incertidumbre, donde no estaba claro que tipo de régimen se
instauraría en Venezuela.
En
primer lugar debemos mencionar la intranquilidad de los sectores militares,
quienes habían manejado el poder durante la década previa. El intervencionismo
militar en la política impedía la institucionalización democrática. El caso de
Hugo Trejo es sumamente interesante, en los primeros meses de 1958 pretendió
ser un factor de poder entre los militares y la ciudadanía, presionando
políticamente en un sentido o en el otro a partir de su “liderazgo militar”.
Esto creaba resistencias y tensiones entre los militares. En abril de 1958 se
le hizo escoger entre una embajada en Costa Rica o la cárcel. Trejo salió para
San José.
El
segundo factor a tomar en cuenta es el retorno de los exiliados y la emergencia
de los partidos políticos, de los sindicatos y el movimiento obrero, a la vida
pública legal. El retorno al debate político plural, la reaparición de las
organizaciones, otrora demonizadas por el gobierno militar, a la vida pública,
el regreso de líderes que habían sido perseguidos generaría resistencia entre
los sectores militares más conservadores.
De
igual manera la reinstitucionalización de los partidos políticos derivaría en
otra tensión, esta vez con la Junta Patriótica, que será progresivamente
ampliada, para luego ser lanzada a la periferia de las decisiones políticas conforme
las direcciones nacionales de los partidos políticos se consolidaban como
centros de dirección política en Venezuela.
Encrucijadas
críticas
Graves
momentos de tensión se vivieron entre enero y diciembre de 1958, que estuvieron
cerca de llevar a Venezuela a la regresión autoritaria de una nueva dictadura
militar. En este recorrido veremos algunas de las amenazas que hubo que
enfrentar, los incentivos que hicieron posible los grandes acuerdos políticos y
sociales que desbrozaron la ruta de la democracia, en un terreno en el que no
había nada garantizado.
Primero,
las relaciones entre obreros y patronos. La crisis económica tuvo un importante
impacto en el desempleo. Esto creaba las condiciones para un aumento de la
conflictividad laboral. Ante esto el gobierno respondió con el Plan de
Emergencia. El movimiento obrero, en proceso de reconstrucción luego de la
dictadura, intentó evitar que legítimas movilizaciones reivindicativas fueran
excusa para una regresión autoritaria. El Comité Sindical Unificado inició
negociaciones con la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y
Producción (Fedecámaras) hasta firmar, el 24 de abril, el Avenimiento
obrero-patronal que pretendía garantizar paz laboral sin despidos
injustificados.
Segundo,
la visita del vicepresidente de los Estados Unidos de América, Richard Nixon,
en mayo. El gobierno republicano de Eisenhower había apoyado diversas
dictaduras en América Latina. La gira que su Vicepresidente realizó por la
región fue inoportuna y contó con el rechazo activo de muchos ciudadanos. Su
estadía en Caracas generó fuertes protestas, llegando a poner en riesgo incluso
la integridad física de Nixon. A pesar de que todos los partidos políticos
rechazaron estos ataques por considerarlos irresponsables y temerarios, el impacto
político fue alto, incrementando las tensiones en el proceso de
democratización.
Tercero,
los intentos de golpe de Estado de altos oficiales del ejército. En julio,
Jesús María Castro León, Ministro de Defensa de la Junta de Gobierno, se alza
en armas, pretendiendo evitar la realización de las elecciones, ilegalizar a
partidos como Acción Democrática y el PCV, expulsar a varios dirigentes y
restablecer el régimen militar autoritario. Es derrotado con la gente en la
calle. Dos meses después, en septiembre, Juan de Dios Moncada Vidal también se
alza, aunque también es derrotado se hace evidente que la regresión autoritaria
es una amenaza real.
Cuarto,
las dificultades para construir una candidatura única de las fuerzas
democráticas en medio de la crisis. Desde que se convocaron las elecciones hubo
intentos de que se presentara una candidatura presidencial única para las
elecciones de diciembre. Muchas conversaciones entre dirigentes políticos y
sociales se realizaron en medio de este esfuerzo infructuoso. En octubre se
inscribieron las candidaturas presidenciales. El cuatro de octubre Wolfgang
Larrazabal aceptó la candidatura de Unión Republicana Democrática. Rafael
Caldera se convierte en candidato de COPEI el siete. El trece Rómulo Betancourt
es proclamado como candidato de Acción Democrática.
El
Pacto de Puntofijo: la viabilidad de la democracia
Es
más fácil proclamar la unidad que construirla, no es un problema de
voluntarismo sino de capacidad y habilidad para construir un terreno común
sobre el cual generar acuerdos viables. La unidad soñada, ideal, proclamada
bajo el nombre del Espíritu del 23 de enero, era en gran parte un cúmulo de
buenos deseos, un clima de opinión pública con dificultades para hacerse
operativo en la práctica. El paso de la unidad soñada a la unidad viable es el
camino que se recorre del 23 de enero al 31 de octubre de 1958, que finaliza
con dos documentos fundamentales en la historia contemporánea de Venezuela, el
Pacto de Puntofijo y el Programa Mínimo Común.
El
Pacto de Puntofijo, suscrito el 31 de octubre por Acción Democrática, COPEI y
URD hizo posible la institucionalización de la democracia, mostrando la unidad
de las fuerzas civiles frente a la amenaza cierta de una regresión autoritaria
militar. En resumen se acuerda el respeto al resultado electoral, la
instauración de un gobierno de Unidad Nacional y la redacción de un programa
común. A pesar de que el Partido Comunista de Venezuela fue excluido del Pacto
de Puntofijo la dirección nacional de este partido apoyo lo establecido en el
mismo, excepto en lo que se refería a la existencia de varias candidaturas a la
Presidencia.
Un
día antes de las elecciones presidenciales, el seis de diciembre de 1958, los
tres candidatos presidenciales, Betancourt, Larrazabal y Caldera, firman el
Programa Mínimo Común, que establece los grandes consensos del proyecto
nacional democrático que se desarrollarían los siguientes veinte años. Aspectos
que habían sido parte de agrias polémicas en las décadas anteriores, como la
educación, la Reforma Agraria, la política petrolera, así como el rol del
Estado y del sector privado en la economía, están ahora incorporados dentro de
un gran consenso político.
Rómulo
Betancourt es electo Presidente de la República el siete de diciembre de 1958,
iniciándose cuarenta años de régimen democrático, de gobiernos civiles. Durante
el gobierno de Betancourt se consolidan nuevos acuerdos, como el Concordato con
la Santa Sede que racionaliza las relaciones del Estado con la Iglesia
Católica, se redacta una nueva Constitución por consenso plural, pero las bases
del sistema democrático habían sido montadas durante el difícil año de 1958, no
el 23 de enero, sino a lo largo de más de trescientos días de tensiones,
incertidumbre y conflictos que impulsaron la construcción de los grandes
consensos.
@ysrraelcamero
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