Edgar Rivero enero
2015
Partiendo
de la premisa que la UNIDAD, no se decreta, sino que se construye con acciones
y hechos tangibles, la dirigencia estadal de las diferentes organizaciones
políticas junto a ciertas personalidades vinculadas también a este complejo
oficio, que hacen vida en la Mesa de la Unidad Democrática del estado
Portuguesa, decidimos al inicio de este año 2015 colocarle coto a la diatriba
interna pública a través de los medios de comunicación y avanzar considerando
aquellos temas o puntos de interés que nos unen y descartar aquellos que nos
desunen.
Sin
dudas, se ha dado un gran paso. Claro está son muchos los entuertos a
enderezar. Sin embargo a mi forma de ver ha privado la sindéresis, la sensatez,
la tolerancia y la responsabilidad, por parte de quienes tenemos el inmenso
compromiso de coadyuvar a la consecución de un cambio real para el país. Seguro
estoy, en la medida que logremos generar una comunicación asertiva y consolidar
en el entendimiento entre todos nosotros, en esa misma medida las cosas tienden
a mejorar y producir el efecto positivo que todos anhelamos.
No
hay otra opción. Hemos llegado al punto de quiebre. Estamos viviendo el momento
más crítico de nuestra historia contemporánea. Salvar al país es imperativo y
particularmente Portuguesa no puede ser la excepción. He aquí, la necesidad de
comprender que debemos ir por el encuentro de la gente, tener presente que el
concepto de la unidad y del cambio pasa por afianzar y desarrollar la cultura
del reencuentro.
Una
cultura del reencuentro que parte del respeto, la humildad, la tolerancia, el
esfuerzo, el sacrificio y el deslastre de posiciones ególatras que no
contribuyen a nada; todo lo contrario. Por eso para poder sumar, mejor dicho
capitalizar el descontento reinante en nuestro país, es clave minimizar el
desencuentro. En pocas palabras, es crucial encontrarnos nosotros mismos y
luego ir por el acercamiento de aquel ciudadano descontento, impotente,
indignado y carente de una opción que le permita girar la cabeza, mirar a otro
lado, reconociendo que existe una alternativa real de cambio, traducida en el
restablecimiento de la democracia, de los derechos ciudadanos, de la propiedad
privada y sobre todo del recate de nuestra economía interna: Eso es lo que debe
transmitir la Unidad Democrática.
En
efecto, debemos colocar el oído en el pavimento, vivimos un momento crucial
para defender y preservar el sistema democrático, debemos apelar a la bondad,
al amor, al cariño, a la solidaridad, al desprendimiento, al respeto, al
abrazo. En fin, recurrir como dirigentes políticos a mirar desde cerca, sin
miedo, sin complejos, sin ataduras. Mirar a los ojos y dar la mano a quien lo
requiere, en el entendido, que solo bajo este esquema de amistad, respeto y
solidaridad, podremos edificar la esperanza, la ilusión y la diferencia que
muchos venezolanos, en específico los portugueseños aspiran y esperan de
nosotros.
Finalmente,
es imprescindible convertirnos en una verdadera referencia de cambio, de allí
la necesidad de invocar la rectificación y transformación del quehacer político
para los objetivos y metas que nos tracemos, volver a reincidir con los mismos
errores de siempre, sería catastrófico para el destino del país. Seamos
testimonio de un modo distinto de hacer, de actuar, de vivir y conllevar el
complejo oficio de la política, en estos momentos de crisis y desesperanza.
Hagamos
la diferencia, que frente a la represión, sectarismo y odio social que vivimos,
nosotros ofrezcamos paz, tolerancia y reconciliación. Sólo así podremos
reconstruir nuestra maltrecha Venezuela, nuestro maltrecho estado Portuguesa y
surjamos de nuevo de nuestras cenizas como el ave fénix, para volver a ser el
país rico, amable y un Portuguesa próspero, productivo con gran capacidad de
empleo, seguridad y bienestar. Construyamos la cultura del reencuentro.
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