YSRRAEL CAMERO 20
de nero de 2015
Nuevamente
fue postergada la presentación de la Memoria y Cuenta de Nicolás Maduro, lo que
refleja no solo la incapacidad del gobierno para dar una respuesta efectiva a
la crisis económica que nos está tragando cual tremedal, sino que además
evidencia la incapacidad de evitar su traslado a una profunda crisis política
en la que ya nos encontramos inmersos. No pueden responder al problema
económico porque están incapacitados para desmontar la política que lo generó.
Vamos
al punto. Hemos sido testigos estos días de una discusión, entre técnica,
económica y política, sobre las medidas necesarias para sacar a Venezuela del
desolado paisaje de escasez, desabastecimiento, colas, en que se ha convertido
nuestra cotidianidad. Varios han promovido diversas acciones, desde la
unificación cambiaria hasta la sinceración del precio de la gasolina, desde ir
al FMI hasta pedirle más dinero a los chinos, otros incluso sueñan (o tienen
pesadillas) con escenarios de mayor radicalización. Por diversas vías llega la
información de que varios equipos gubernamentales discuten paquetes de medidas
para “sortear” la crisis, a la que siguen trabajando como “coyuntural” y
derivada de la caída del ingreso petrolero.
“¡Es la política, estúpido!”
Pero,
en el fondo la opinión pública está rodeando el aspecto clave de la presente
situación venezolana, el problema económico en Venezuela es político, porque
deriva del impacto institucional de la implantación de un modelo de poder sobre
la sociedad. No se resuelve con un paquete de medidas económicas si este no
pasa por un cambio en el funcionamiento efectivo del poder y en su correlación
institucional.
La
crisis económica actual no es una simple derivación de la caída de los precios
del petróleo. El boom petrolero, y la inmensa cantidad de ingresos que en forma
de petrodólares llenó las arcas del Estado, lo que hizo fue ocultarnos la
profundidad de la destrucción del aparato productivo y de las redes de
distribución y comercialización interna. De hecho el recurso público generado
fue usado por el gobierno para desatar un populismo consumista, como lo define
Tamara Herrera, mientras incrementaba la destrucción productiva de Venezuela.
Entonces,
lo que hay que asumir es que el “legado” es la trampa y el laberinto en que
estamos sumergidos, el malestar que estamos viviendo no es un mal
funcionamiento del modelo, sino la consecuencia efectiva de su aplicación. El
funcionamiento de la economía en Venezuela está tan profundamente imbricado con
el modelo político impuesto que no puedes generar cambios efectivos en la
dinámica económica sin colocar una bomba por debajo de la línea de flotación
del régimen político. Esto es así porque el modelo político impuesto por la
nomenklatura gobernante hizo de la gestión económica un instrumento de control
social para consolidar su hegemonía de forma permanente y absoluta.
Un
entorno hostil: instituciones extractivas y control social
El
modelo ha creado un entorno hostil para emprender nuevos negocios, ha generado
una trampa porque esa era la meta. Conservar el poder de manera hegemónica,
personal, permanente, impedir cualquier forma de autonomía social, vista como
potencial amenaza a la hegemonía, han sido los objetivos centrales, rectores
como diría Diego Bautista Urbaneja, de todas las acciones gubernamentales del
chavismo desde 1999. No hay una preocupación real por la gestión, más allá de
la imprescindible para no perder el control social.
El
desarrollo práctico de este objetivo rector se ha expresado en el modelo, que
motoriza al régimen y al sistema. Desde que en 2005 Hugo Chávez empezó a hablar
del “socialismo del siglo XXI” las coordenadas estaban claras, y con cada
vuelta de tuerca la política de establecimiento de controles sobre la economía
usando el recurso petrolero avanzaba, en desmedro del sector privado productivo
y autónomo, que era visto como enemigo, porque la autonomía de los actores
sociales es concebida como una amenaza potencial al sistema. El avance del modelo
fue modificando el entorno económico, político y social, a través de acciones
ejecutivas tomando control de sectores productivos, de legislación que impedía
la actuación autónoma de los actores económicos, de restricciones que inhibían
cualquier inversión que se tradujera en autonomía.
Los
inmensos ingresos petroleros fueron usados por el Estado para apropiarse de
gran parte de la infraestructura productiva privada, bloqueando la producción
no-petrolera e incrementando las importaciones.
Un
ejemplo dramático son los alimentos. Entre 2010 y 2014 la destrucción de toda
la cadena de producción, comercialización y consumo de alimentos ha sido sistemática,
de acuerdo a lo señalado por Rodrigo Agudo. En 2010 se destruyó la capacidad de
producir y se avanzó en la pérdida del crédito externo para importar,
responsabilizando el gobierno a la “dependencia imperial”. Los denominados
“explotadores” fueron los objetivos del ataque gubernamental en 2011, avanzando
en la destrucción de la manufactura perdiendo la oferta de alimentos
procesados. Los mayoristas fueron el centro de la ofensiva del gobierno durante
2012, acusados de acaparadores, agudizando el desabastecimiento. El ataque
alcanzó a los vendedores al detal en 2013, etiquetados como especuladores,
extendiéndose la escasez. En 2014 el ataque se centró contra el consumidor
final, la familia, acusada de consumista. Finalmente, llegó en 2015 la escasez
generalizada.
Los
efectos perniciosos de la destrucción de las redes privadas de producción y
comercialización fueron ocultados por el incremento del consumo vinculado a la
expansión del gasto público. El boom petrolero ocultó la destrucción de la economía.
Vamos a tratar de entender el entorno creado para proceder luego a trabajar en
el desmontaje.
Lo
primero a comprender son los cambios en el entorno político-institucional. En
Venezuela no existe hoy Estado de Derecho, ni tribunales independientes, ni
justicia imparcial, por ende el derecho de propiedad es una gracia del poder.
Al no haber tribunales independientes no hay posibilidad de tener un juicio
justo. Sin protección a la propiedad privada el riesgo de ingresar en el
mercado venezolano es muy alto. Al no existir transparencia en la gestión del
Estado los inversores no pueden planificar a mediano y largo plazo.
La
burocracia estatal estimula con cada alcabala la corrupción, y estamos repletos
de trabas. Vamos a adentrarnos en los datos que nos proporciona el Informe Doing
Business 2015. En Venezuela se requieren 17 procedimientos para
crear una empresa, lo que tarda 144 días; se deben realizar 9 procedimientos en
380 días para tener permisos de construcción, 6 procedimientos en 178 días para
tener servicio eléctrico, 9 procedimientos y 52 días para registrar una
propiedad. De acuerdo al mismo Informe Doing Business 2015 Venezuela se
encuentra en las peores condiciones en lo que se refiere a derechos de
propiedad (1/12). Se pagan 71 pagos de impuestos por año, tardando 792 horas.
Las
exportaciones también están entorpecidas. Legalmente, se requieren 8 documentos
para exportar, lo que tarda 56 días e implica un alto costo de la exportación
(3.490$ por container). De igual manera se exigen 9 documentos para importar,
que se consiguen en 82 días, con alto costo también para la importación (3.695$
por container). Cada procedimiento es una nueva alcabala y una nueva
oportunidad para la corrupción, que el modelo aúpa y ampara estructuralmente.
La
alta incertidumbre y la inestabilidad han marcado la economía venezolana los
últimos años. Estamos hoy en medio de una recesión institucionalizada, como
bien caracteriza Asdrúbal Oliveros, es probable una caída del Producto Interno
Bruto de -6% en 2015, con un entorno petrolero adverso, marcado por el descenso
de los precios, la pérdida de mercados internacionales para el petróleo
venezolano y la destrucción sistemática de PDVSA.
Tenemos
un creciente e inmanejable déficit público que se eleva a -18% para este año.
Los niveles de endeudamiento no son manejables sin un cambio estructural. El
descenso de las importaciones privadas en un entorno de controles y
restricciones nos habla de una caída del consumo.
Con
una de las más altas tasas de inflación del mundo, mayor al 60% en 2014
(oficial), que puede superar el 100% en 2015. Esta alza en el costo de la vida
es alimentada por una irresponsable política fiscal y por una política
monetaria de impresión de dinero inorgánico que han destruido el valor de la
moneda. Al mismo tiempo la política cambiaria impide la inversión al
bloquear el libre flujo de capitales. Entonces, tenemos una caída histórica en
los niveles de inversión privada los últimos quince años, y una muy probable
caída de la inversión pública en 2015.
A
lo largo de la última década la legislación económica se ha dedicado a
incrementar los controles, aumentar la burocracia que traba el flujo de la
economía e impedir la existencia de iniciativas económicas autónomas,
inhibiendo toda inversión productiva. La gestión política de la economía se ha
desinstitucionalizado, mientras que el poder de la burocracia es tan total como
corrupto, al no existir criterios claros y transparentes. En este marco la planificación
centralizada ha demostrado nuevamente ser brutalmente ineficiente.
La
estructura legal y política de controles ha distorsionado la economía hasta
hacerla inhóspita para cualquier inversión productiva. Lo establecido en el
Plan de la Patria termina destruyendo cualquier posibilidad de recuperación
económica. La Ley de “Precios Justos” no ha impedido la inflación ni la
escasez, pero el control sobre las cadenas de distribución de bienes ha hecho
rotar geográficamente la escasez de muchos productos. No hay política real de
estímulo a la producción privada, todo lo contrario la legislación la inhibe.
Los Decretos Ley aprobados en el marco de la última Ley Habilitante son ejemplo
claro, no resuelven los problemas que nos han conducido a la presente crisis
sino que la agravan.
Todo
esto nos lleva a comprender la caída importante del consumo interno y el
inevitable empobrecimiento de los últimos dos años. El mercado laboral también
presenta una gigantesca acumulación de distorsiones, la inamovilidad laboral,
mantenida artificialmente, inhibe la creación de empleo. A lo que hemos de
agregar que las instituciones de capacitación para trabajadores no están funcionando.
La
extensión en el tiempo del control de cambio ha generado una cadena de
distorsiones en la economía venezolana que es muy difícil de desmantelar. En
Venezuela no hay acceso efectivo a un mercado global de capitales, aquellos que
se arriesgaron a invertir no pueden repatriar ganancias, por ende no volverán a
invertir ni estimulan que otros lo hagan. A lo que debemos agregar el bloque al
acceso a un mercado global de insumos externos que hacen posible la producción
interna.
Pero
el asunto es también muy grave en materia de infraestructura y servicios
públicos, la crisis de los servicios públicos es un inhibidor de la inversión.
Las irregularidades en el servicio eléctrico aumentan los costos y reducen la
productividad, las irregularidades en el acceso al agua perjudican la
productividad. La inseguridad personal tiene profundas implicaciones
económicas, los costos derivados del riesgo por motivo de delincuencia
constituyen un inhibidor a potenciales inversiones. El colapso recurrente de
las vías de comunicación, otrora eficientes, aumenta riesgos y costos
asociados. Por último el acceso limitado e irregular a servicio de
comunicaciones vitales, como lo son hoy las conexiones a internet, aumenta los costos
de la inversión inhibiéndola.
La
vía de solución pasa por desmantelar el “legado-trampa”
¿Qué
se puede hacer para lograr salir del laberinto de un entorno hostil? Construir
un entorno institucional inclusivo y hospitalario para las inversiones. Eso es
fácil de decir y complejo de realizar.
Vamos
por partes. Efectivamente, lo primero es la política, y hablamos de la alta
política, la institucionalidad del poder. Solo puede haber recuperación
económica si existe seguridad jurídica, y eso pasa por la existencia de
tribunales independientes, de una justicia imparcial que garantice
efectivamente los derechos ciudadanos. Se debe proteger la inversión, con
atención se debe amparar, promover y proteger la propiedad privada,
especialmente de los medios de producción. Solo con poderes independientes, y
con una justicia imparcial administrada por tribunales se puede luchar
efectivamente contra la corrupción.
En
segundo lugar el Estado debe ser responsable ante sus ciudadanos, eso implica
detener la emisión de dinero inorgánico, detener el financiamiento del
BCV a PDVSA, eliminar los Fondos paralelos (Fondo Chino, Fondo Miranda) y
unificar el presupuesto de manera transparente colocándolo bajo estricto
control parlamentario.
De
igual manera el Estado debe garantizar la inversión eficiente en
infraestructura de servicios para garantizar acceso regular a los mismos para
todos, mantener el gasto social sin corrupción dedicado al desarrollo de las
capacidades de los venezolanos.
Esto
no se puede hacer con la presente opacidad en la información pública. La
gestión del Estado ha de ser transparente, toda la información pública debe ser
de acceso pleno para los ciudadanos. Es imperativo recuperar la autonomía
institucional del Banco Central de Venezuela y del Instituto Nacional de
Estadística, deben publicarse todos los indicadores con regularidad.
Vamos
al punto de la construcción de la verdadera gran alianza productiva en
Venezuela. Se deberían crear mecanismos de concertación permanente,
institucionalizados, con el sector privado para generar una transformación
productiva que permita incrementar la productividad de Venezuela. Restablecer
comisiones tripartitas entre Gobierno, trabajadores y empresarios para cambiar
las reglas de juego económico.
No
hay manera de incrementar la producción sin abrir el mercado venezolano a las
inversiones privadas, internas y externas. El Estado debe desprenderse de
empresas improductivas y quebradas, facilitar acceso a las divisas al sector
privado para la generación de actividades productivas, facilitar repatriación
de capitales invertidos para lograr promover nuevas inversiones.
Se
requiere reducir y simplificar los trámites, tanto en número como en tiempo, lo
que bajaría los costos económicos y reduciría las oportunidades para la
corrupción. Se debe crear una plataforma de oportunidades para la inversión
privada, tanto para la producción destinada a la exportación como a la dedicada
al mercado interno. Se deben fortalecer los mecanismos económicos y las
prácticas de integración regional, promoviendo el comercio exterior, la
inserción de los capitales de la región en la economía venezolana, la inversión
de capital nacional en la economía regional. La frontera debe ser un espacio de
oportunidades de inversión.
Es
imperativo eliminar controles arbitrarios y discrecionales establecidos sobre
la economía, lo que pasa por derogar el Plan de la Patria y toda la legislación
económica conexa, derogar la “Ley de Precios Justos” y derogar las políticas
que pretenden controlar centralizadamente la producción, manufactura,
distribución y consumo.
Finalmente,
hay que invertir en el fortalecimiento de las capacidades de los venezolanos,
lo que pasa por que las estructuras de capacitación de trabajadores deben
cumplir su función, como lo es el caso del INCES, para aumentar productividad y
competitividad de los mismos, única manera en que pueden insertarse en un
mercado laboral cada vez más exigente.
¿Pueden
desmantelarlo quienes lo construyeron?
No
sin pagar un inmenso costo político derivado de la contradicción evidente. No
estamos hablando de un simple paquete de medidas económicas, eso sería
sencillo.
El
“legado-trampa” es fundamentalmente una estructura de poder, con una
correlación hegemónica que se ampara en la inexistencia de instituciones
independientes y de Estado de derecho, con un funcionamiento del poder que se
monta sobre la impunidad absoluta, sin límites legales, con arbitrariedad y
discrecionalidad.
Sin
modificar la correlación y el funcionamiento del poder no será posible que la
economía vuelva a producir, entre otras cosas porque el personal gobernante,
que domina al régimen, que controla el sistema, no genera ningún tipo de
confianza. Montaron un sistema corrupto y corruptor, hoy no tienen ni capacidad,
ni habilidad, ni incentivos suficientes para desmontarlo.
En
conclusión, señores, sin cambio político, es decir, sin un cambio en la
correlación y en el funcionamiento del poder, incluyendo a su personal de alto
gobierno, Venezuela no podrá hacer frente a la crisis económica. Seguir
“corriendo la arruga”, que parece ser la táctica escogida a falta de voluntad
para enmendar, está profundizando la crisis, arrastrando al gobierno a una
crisis política colosal.
Abrir
el cauce del cambio político para enfrentar la crisis económica
¿Podrían
abrir cauce para un cambio político? Tendría la nomenklatura que ser consciente
de la necesidad de cambiar la correlación y el funcionamiento del poder, pero
además los incentivos para hacerlo tendrían que ser mayores que los beneficios
que genera el sistema para quienes lo controlan, en forma de impunidad,
enriquecimiento y poder ilimitado. Eso ahora no parece posible, pero las
condiciones pueden ser transformadas con los instrumentos históricos de la
lucha política.
El
cambio no ocurrirá sin presión social políticamente dirigida, que se exprese en
cada resquicio existente, que combine movilizaciones en calle con presión
política específica, que sea capaz de modificar la arena electoral, mover
decisiones en la arena judicial, hacer uso de los medios de comunicación existentes,
impulsar cambios en la arena legislativa, para lo que las elecciones
parlamentarias serían un momento privilegiado.
Estoy
convencido de que el año 2015 será crítico, y por lo mismo, será oportuno para
la transformación, pero esta no será producto de un fenómeno natural ni
astronómico compañeros, sino de un enorme esfuerzo político, social y cultural,
solo así podremos salir del laberinto de la crisis socioeconómica venezolana.
El resto es el abismo.
Ysrrael
Camero
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