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lunes, 19 de enero de 2015

Ser Diputado no es para cualquiera, @armandomartini


Por Armando Martini Pietri, 19/01/2015

Eso de ser diputado a la Asamblea Nacional no es cualquier cosa. Porque no se trata de un nombrado por su jefe. Un diputado a cualquier cuerpo legislativo, desde asociaciones de vecinos y concejos municipales hasta el Poder Legislativo nacional, es un ciudadano que le pide a sus conciudadanos su confianza plena, su fe; una mujer o un hombre que para poder hacerlo y comprometerse en plenitud a responder a esa confianza que demanda, debe orientar todo su esfuerzo y su dedicación a cumplir con quienes con sus votos lo llevan a convertirse en diputado.

Un diputado obtiene ventajas, ciertamente; un salario, ayudas económicas, una credencial que abre muchas puertas. Un diputado a la Asamblea Nacional es un venezolano a quien un grupo de ciudadanos, con su esperanza, su confianza y sus votos llevó al mayor y más auténtico, y al más sagrado, compromiso de la democracia: representar a sus electores, atenderlos, defenderlos, luchar por resolver sus problemas, lograr soluciones para ellos.

Es la máxima representación de la democracia y del pueblo democrático. No es un trabajo para perezosos ni para irresponsables, no es una responsabilidad para compartir ni delegar. Es un deber 24 horas al día 365 días al año. Además la Constitución así lo señala. Dedicación exclusiva. La mayor expresión de la democracia de un pueblo no son ni el Presidente ni el Poder Ejecutivo, es cada diputado a la Asamblea Nacional. Los verdaderos representantes del pueblo, los hacedores de las leyes que habrán de cumplir los pobladores y que servirán por generaciones a la organización y observación de la convivencia  ciudadana de un país. No hay mayor responsabilidad y mayor honor para un ciudadano en un democracia auténtica, y aun más en una democracia atenazada con ésta de la Venezuela de hoy.

Los legisladores que olvidan su deber supremo y bajan la cabeza para obedecer sumisamente órdenes de jefes políticos y gubernamentales, echan a la basura la dignidad de representantes de los ciudadanos que los eligieron, a quienes traicionan; aun peor, los traicionan a plena conciencia.

Es también fallarle a los electores no cumplir a cabalidad todos los deberes del diputado, que empiezan por la total consagración a sus responsabilidades como representante  del pueblo, responsabilidades que comienzan por algo tan simple pero tan fundamental como la asistencia a todos sus compromisos como legislador, a las sesiones ordinarias y extraordinarias, a las comisiones parlamentarias a las que pertenezcan.

En este aspecto debemos reconocer que entre los diputados de oposición han habido grandes fallas; se comprende un cierto nivel de inasistencia por asuntos de las regiones y la necesaria atención personal a sus electores. Pero algunos diputados de la oposición, varios de los cuales aspiran a ser reelectos en las elecciones parlamentarias de este año, han sido exageradamente irresponsables.

Según declaraciones del Presidente de la Asamblea Nacional, quien además prometió publicar la lista de inasistencias de los diputados en los medios nacionales de comunicación social, en la cual esperamos estén incluidos los del partido PSUV de lo contrario, sería, si no ilegal, sí antidemocráticamente discriminatorio,  hay diputados que jamás asistieron, como Jacinto Romero con un 100 % de inasistencias y Enrique Mendoza con 97,2 %.

Los diputados Hiram Gaviria y Miguel Ángel Rodríguez han estado ausentes de sus obligaciones en la Asamblea Nacional 50 % y 54,17 % de las veces, respectivamente. Entre 30 y 50 % de ausencias tienen los diputados Américo De Grazia, Rodolfo Rodríguez, Francisco Soteldo, Richard Blanco, Eduardo Gómez Sigala, Guillermo Palacios, Alfonso Marquina, Morel Rodríguez, Enrique Márquez y Elías Matta. Entre 25 y 30 %, Tomás Guanipa, Antonio Barreto Sira, Ismael García, Andrés Velásquez y Dinorah Figuera.

Sus electores los conocen, y sabrán si los han representado bien; esos electores tienen absoluto derecho a votar o no votar por cada uno de ellos. Ese derecho no pertenece a las directivas ni conveniencias de los partidos. Son los electores de cada localidad los que deben decidir si renovarles la confianza o darles oportunidades a nuevos hombres y mujeres que se comprometan a carta cabal a cumplir primero con sus electores y después con sus partidos y otros intereses.

No es una cuestión de consensos ni pactos grupales, es problema de cada ciudadano. Y la única manera de expresarse es en primarias en votación directa y secreta rechazando cualquier que burle el derecho fundamental y obvio del elector para evaluar su representante.



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