Por Franco D´ Orazio P., 26/01/2015
Por ‘tasas’ inferimos la equivalencia o las tasas de cambio entre
diferentes monedas… y los ‘peldaños’ se refieren a la escalera por la que
se desplaza la economía de una nación.
Las autoridades monetarias del país acarician la idea de unificar o
estandarizar las tasas de cambio, dejando, como ha sido costumbre desde el
primer viernes negro de 1983, varios valores para diferentes propósitos como si
con ello se evadiera algún problema sustantivo, o se remediara alguna situación
específica.
Lo que siempre queda al margen de esas decisiones es lo que se ha dado
a llamar ‘calidad de vida’… un calificativo relativo al desarrollo humano que
varias organizaciones internacionales afectas a la ONU, como son las agencias
especializadas UNESCO, FAO, OIT, etc., fundamentadas en algunos indicadores
base, se han encargado de establecer como función de los resultados de la
gestión socio-económica y ambiental de los equipos de gobierno de las distintas
naciones del mundo. Con ello tratan de medir el nivel y esperanza de vida, la
calidad educativa, el acceso a los servicios básicos, la relación equilibrada
entre trabajo y entretenimiento y por ende, el nivel de trabajo bien
remunerado… en función de los ingresos generales que en promedio obtiene la
población de un país.
Este análisis se realiza tomando en cuenta el ingreso promedio del
ciudadano con lo que puede sufragar el costo de su propia existencia y la
de su grupo familiar, caso que no existan otros ingresos en dicho grupo. Ese
ingreso promedio, denominado per cápita, es función de dos variables de
medición directa: el Producto Interno Bruto del país (PIB), resultante de la
gestión económica más reciente, valorado en US$ según el índice PPP
(representativo de la Paridad cambiaria o Poder de Compra) y el número de
habitantes medido vía censo, es decir la población oficial… y allí reside
precisamente la sensación que pueda tenerse de la calidad de vida de una nación
cuya economía esté controlada y sus índices manipulados, puesto que la paridad
cambiaria, medida con ese índice PPP, distorsiona no solo la valoración de la
gestión económica sino la apreciación que se tenga del desarrollo humano de sus
habitantes.
En ese orden de ideas, se estipula que cómo mínimo la masa laboral de
una nación debería obtener ingresos que se estiman universalmente entre 600 y
800 US$ mensuales, incluyendo todos los beneficios sociales asociados. Ello
implican unos 10.000 US$ al año y con ese ingreso medio, se puede valorar la
calidad de vida de una sociedad cualquiera.
Según esos organismos internacionales, los países tope a nivel global
son Noruega, Australia, Estados Unidos, Holanda, Alemania, Nueva Zelanda,
Irlanda, Suecia, Suiza, Canadá y Qatar; mientras que Níger, entre una larga
lista de naciones africanas, densamente pobladas, está entre los peores
calificados con apenas 1.4 años de escolaridad, su esperanza de vida al nacer
llega a los 55 años y su ingreso bruto individual es de 432 dólares anuales. Por
otro lado, la clasificación latinoamericana pone a Chile en primer lugar con
79.3 años de esperanza de vida, escolaridad promedio de 9,7 años y un
ingreso de 15.872 dólares, aunque Uruguay tiene un per cápita un
poco más elevado, ambos diferentes e inferiores al ingreso medio de los
europeos pero deja nuestro liderazgo en manos de los chilenos. Cualitativamente
hablando, los de más baja clasificación americana son Guatemala, Nicaragua y
Haití (con 3.567, 1.878 y 831 dólares per cápita, respectivamente)… antes
que nosotros a valores de tasa libre.
Aunque la calidad de vida como tal tiene otros ingredientes, tales como
salubridad, educacionales, accesibilidad a elementos tecnológicos, energéticos
y de confort personal y colectivo, proponemos una medición económica, numérica,
que ronda entre los siguientes parámetros: Ingresos Altos (> 25.000 US$ per
cápita), Medios (de 10.000 hasta 24.900), Bajos (2.500 a 9.900) e inferiores
(< 2.500). Por supuesto, este no es el mejor indicador de la potencia de una
economía sino su efecto sobre la fuerza laboral, que se traduce así en la
calidad de vida del colectivo. El tamaño de la economía es fundamental, y para
demostrarlo tomo una de las economías más pujantes del momento, la de India,
tasada en un billón ochocientos setenta y siete mil millones de US$ (1,877 ×
1012 US$) al 2013, la décima del mundo, pero con un per cápita no tan alto, de
tan solo 1.518 US$ por tener más de un millardo, dos cientos treinta y seis mil
habitantes (1,236 × 109 personas), en números redondos.
Pero ese no es nuestro caso, pues el bajo ingreso promedio no se debe a
una alta densidad poblacional con una economía fuerte. Al contrario, es una
economía débil que estimada a la tasa cambiaria no controlada no alcanza los
veinte millardos de US$ a esta misma fecha; vale decir, la nuestra es una
economía casi 100 veces ‘más pequeña’ que la de India con 40 veces ‘menos
gente’ que mantener, si me permiten el símil… y aun así, el per cápita es hasta
3 veces más pequeño, tal y como se muestra en la gráfica a continuación:
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De tal manera que sin preocuparnos mayormente por el significado
teórico de los acrónimos monárquicos SICAD I, II o el próximo que seguramente
bautizarán como III, su valoración numérica bien puede interpretarse como signo
de miseria, cualquiera sea el destino que nos depare a bordo de este parapeto
siglo veintiuno… camino de Malawi.
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