ANDREÍNA ITRIAGO Caracas
18 de enero de 2015
- Diario de una semana, de miércoles a martes, en la Venezuela de
la carestía
- Colas que colapsan la capital en busca de productos de primera
necesidad
- El jefe de la patronal advierte: hay productos básicos sólo para
45 días
"Yo
te recomiendo que no te metas ahí. Achántate (aguántate) que allá adentro hay
bastante". Quien habla es Luis González, autor del vídeoTrifulca por
jabón Makro Los Teques (06/01/2015) que para el momento en el que
redacto estas líneas tiene más de 200.000 visualizaciones en
YouTube. Luis y su interlocutor se encuentran en Los Teques, capital del estado
venezolano de Miranda, específicamente dentro de una de las tiendas Makro,
cadena local de mayoristas de productos alimenticios y no alimenticios. En los
tres minutos que dura la grabación, ambos son espectadores de una escena
dantesca en la que hombres y mujeres de todas las edades se enfrentan a golpes
y empujones por una bolsa de jabón en polvo para lavar.
Se
escuchan alaridos de horror. Se puede ver a personas caer al suelo.
"¡Muertos de hambre!", gritan algunos desde fuera del círculo que se
formó alrededor de las bolsas de jabón. La cámara enfoca un poco más allá y
quien se cree que es Luis dice: "Marico, mira a esa gente ahí, pobrecitos,
huevón", y una señora grita: "¡Mira, lo están ahogando!". Un
hombre es aplastado por la multitud. Algunos salen victoriosos con el preciado
botín en mano. No agarraron todo lo que pudieron sino lo permitido por persona.
Ahora deben pagarlo. No ha sido fácil. La jornada comenzó a las 6 de la
mañana con una cola kilométrica para poder entrar al establecimiento.
Son las 14 horas y todavía no termina.
Uno
de cada cuatro productos básicos escasea actualmente en Venezuela, de acuerdo
con la encuestadora Datanálisis, que además estima que un venezolano invierte ocho
horas cada semana en hacer la compra. Una jornada laboral. No en vano los
ánimos están caldeados. Y los comerciantes, nerviosos. El dueño de unos
supermercados ubicados en el este de Caracas asegura que, para evitar problemas
con los usuarios, cada vez que llegan los pedidos de este tipo de productos,
pide a sus empleados que los abran fuera del establecimiento, a la vista de los
ansiosos compradores. "En una ocasión quisimos arreglarlos en los estantes
y nos acusaron de acaparadores. Ahora lo hacemos así, que se peleen ellos fuera
del establecimiento por la mercancía", dice.
A
este comerciante le extraña, sin embargo, que algunos compradores lleguen a
hacer cola antes de que llegue el pedido, algunas veces desde la noche
anterior. "Les preguntamos que por qué están haciendo la cola y nos
dicen que porque saben que va a llegar un camión con tal o cual producto,
cuando nosotros ni siquiera tenemos conocimiento de que ese pedido va a llegar.
Son revendedores que tienen comunicación con quienes los distribuyen",
denuncia. Pero no todos los que hacen colas son revendedores. También hay
muchos venezolanos, "normales y corrientes", como decimos por aquí,
que lo que queremos es comer o curar alguna enfermedad. Y mientras el Gobierno
niega la escasez y habla de una"guerra económica", y la
oposición responsabiliza al Gobierno e insiste en que hay una "economía de
guerra", nosotros estamos ahí, en el medio, en nuestras colas.
Miércoles
El
año arrancó sin servicio de agua potable en buena parte de Caracas. Las
montañas de platos y ropa sucia crecen. "Tampoco hay con qué
lavarlos", pienso, con resignación. Miro un bulto de ropa por lavar que es
más importante que la mía o la de mi esposo: la del bebé que traeré al mundo en
poco más de un mes. Casi 7.000 kilómetros viajó esa ropa con nosotros en
octubre del año pasado, desde Madrid hasta la capital de Venezuela, después de
que viviéramos un año en España. Siento unas ganas enormes de llorar.
Me contengo y salgo del trabajo decidida a buscar otra cosa: las pastillas que
me recetó el obstetra para combatir la anemia durante el embarazo. La recta es
larga, no porque deba tomar varios fármacos sino porque los médicos,
conscientes de que la escasez de medicinas ronda el 70%, de acuerdo
con la Federación Farmacéutica de Venezuela, ofrecen varias alternativas al
medicamento principal. Visito dos farmacias en el sureste de Caracas y no
consigo ninguno. Antes de regresar a casa me detengo en una zona industrial.
Queda un paquete de una de las alternativas. Lo compro.
Las
pastillas me las recetaron para complementar las vitaminas prenatales que,
afortunadamente, tuve la previsión de comprar en Madrid para todo el embarazo.
En Venezuela, me decían otras madres antes de que viajara, no se conseguían (ni
se consiguen aún). Las metí cuidadosamente dentro de la maleta junto con
productos para el embarazo y para el bebé (cremas, toallitas húmedas, entre otros),
que también me decían que escasean.
El
día del viaje llegué tarde a Barajas, por lo que no pude forrar con plástico
mis maletas, previsión que tomo siempre que salgo o entro a Venezuela. Como
muchos, en ocasiones anteriores había sido víctima de robos en el aeropuerto de
Maiquetía (ciudad de Caracas), así que la idea de que mi equipaje sólo
estuviera protegido por un candado. Me atormentó durante nueve horas de vuelo.
De las cinco maletas que llevábamos mi esposo y yo llegaron cuatro. "Perdí
todo", pensé horrorizada, mientras recordaba que traía champú y jabón
de baño, desodorante, repelente de mosquitos para el chikungunya (una
enfermedad vírica transmitida por estos insectos), acetaminofén y todas las
cosas del bebé... productos que no hay aquí. Hice la reclamación sin esperanza
y me fui. Pasaron dos días y me llamaron. Otro pasajero se había llevado mi
equipaje por equivocación. Recuperé mi pequeño tesoro en tiempos de carestía.
Jueves
En
la avenida principal se ha formado una larga fila de coches.
Rápidamente diviso el origen: el supermercado. He pasado 28 años frente a ese
lugar y nunca antes lo había visto así. Llego al barrio en el que trabajo y
paso al lado de otro súper. También hay decenas de personas esperando y
vigilancia policial. La situación se repite en otros barrios de Caracas y del
interior del país. El motivo: llegaron productos que tenían meses sin
existencias como champú, pañales, desodorante, detergente, harina de
maíz, leche... A través de un grupo de futuras mamás en Whatsapp me entero de
una farmacia en el este de la capital donde hay pañales. No pregunto talla ni
marca, eso no es importante con tal de conseguirlos. En última instancia,
después los puedo cambiar o ayudar a otras mamás. Salgo un poco más temprano
del trabajo para buscarlos pero no tengo suerte. "Los pañales se
acabaron", me dicen en la puerta de la farmacia.
El
Gobierno insiste en negar la escasez y la atribuye a una "campaña
de desestabilización de medios de la derecha".
Viernes
Pasé
la primera mitad del embarazo en Madrid, donde tomaba leche a diario. Desde que
regresé me ha costado conseguirla. Los exámenes médicos que me hicieron
evidenciaron las consecuencias. Hoy tampoco tengo suerte con eso, pero
sí consigo pan de sándwich, que la semana anterior no había visto, huevos,
queso, jamón de pavo, yogurt, zumo, salchichas, bacon, frutas frescas,
galletas, lechugas, agua mineral. Productos que se habrán consumido en menos de
una semana y por los que pago más de la mitad del salario mínimo.
La
fila para pagar de la tercera edad, personas con discapacidad y embarazadas es
igual de larga que las demás. No hay carritos suficientes para todos, así que
quienes van entrando, van tomando los de aquellos que están pagando. La gente
está nerviosa, hay rumores de que algo va a suceder, de que la
situación va a explotar. Mientras tanto, el presidente Nicolás Maduro inicia en
Irán una gira por los países que integran la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP), con la intención de fortalecer el petróleo y
la economía del país.
Sábado
Como
cada sábado voy al mercado municipal de Chacao, uno de los cinco municipios que
conforman Caracas. Unos conocidos me habían comentado que el día anterior se
había armado una pelea por café. Además, a una amiga de la familia le habían
arrebatado la carne de ternera que había comprado. Pero hoy todo parece normal,
sólo que hay muchas más personas de las que usualmente van. Para adquirir zumos
hago una fila de más de 15 minutos, cuando los fines de semana
anteriores me atendían directamente. Con facilidad compro algunos vegetales,
verduras y hortalizas en la planta de abajo. Me acerco al pasillo de los quesos
y productos lácteos y rápidamente desisto de hacer la fila en uno de los
puestos, luego de haber pasado más de 10 minutos parada en un mismo lugar. Opto
por comprar pollo, pero la fila es aún más larga. Carne no hay.
De
regreso a casa, retenciones en la autopista. A lo lejos se escuchan
detonaciones y se ve el humo de las bombas lacrimógenas. En total, durante el
fin de semana, habrán sido detenidas 16 personas en todo el país por
protestar por las colas o por tomar fotos de las mismas.
Domingo
Me
preocupa que en lo que va de año no he conseguido pañales y falta poco
para la llegada de mi bebé. Los últimos tres meses había tenido un poco más
de suerte y podía llevarme dos paquetes por semana, presentando mi cédula de
identidad, cuando los veía. Ahora ni eso. Y este domingo visito tres
supermercados y tres farmacias. No tengo suerte. Tampoco con el papel
higiénico. Decido intentar con la carne, pero sólo hay neveras vacías. En
cambio, consigo atún enlatado, de una marca que nunca antes había visto. Compro
el máximo permitido: seis latas, a pesar de que el cajero me advierte que no es
bueno.
Estoy
cerca de un Mc Donald's por lo que decido cenar allí. Pido mi menú con yuca
(tubérculo sudamericano) porque desde principios de año no ofrecen patatas fritas
para acompañar las hamburguesas. Junto a la caraota (judía negra que
protagoniza el pabellón, plato típico venezolano) y el maíz, la patata es el
producto agrícola que más escasea en estos momentos en Venezuela.
Lunes
En
un programa de radio, escucho al presidente de la Confederación de Productores
Agropecuarios decir que no pueden garantizar la producción de alimentos en
el país por falta de recursos. Me llama una tía para decirme que en un pequeño
supermercado chino ubicado en Coche, en el oeste de Caracas, están vendiendo un
combo de cuatro paquetes de harina PAN (para preparar las arepas venezolanas),
dos de aceite y una bolsa de jabón para lavar de dos kilos. Viajo 14 kilómetros
para comprarlos.
Mientras
hago esto, en el estado de Zulia, incautan toneladas de productos que
presuntamente estaban escondidos desde septiembre de 2014: harina,
arroz, detergente, pañales, champú, jabón en polvo y leche en polvo.
Martes
No
tengo tiempo de cocinar y decido comer fuera. Mientras espero mi almuerzo,
escucho a una señora decir que ha conseguido leche. Interrumpo: ¿Dónde?
"En el Bicentenario, pero están atendiendo sólo por número de
cédula", me dice. Se trata del nuevo sistema de compras de acuerdo con
el terminal del número de la cédula de identidad (el equivalente al DNI en
Venezuela). La mía termina en 0. Para poder comprar algo debo esperar hasta el
próximo lunes, cuando atienden a todos los clientes.
Por
la tarde me llega el rumor de que hay carne de res y pollo en una pequeña
charcutería ubicada dentro de una urbanización privada en el este de la
capital, a más de 16 km de distancia de mi barrio. Me encuentro con una larga
cola, a pesar de que la charcutería mantiene las puertas cerradas. No dan
abasto. Había personas en cola desde las 6:00 am y ya se
acerca la hora de cierre y no se quieren ir. "No entienden que hay
suficiente. Entonces vienen y piden el doble o el triple de lo que comprarían
normalmente. Mañana nos llega más", me dice. Por mi condición me permite
ponerme al frente de la cola y puedo comprar una bandeja de pollo y otra de
carne.
Mientras
tanto la inseguridad sigue haciendo de las suyas. En tan sólo 13 días, en la
morgue de Bello Monte, en Caracas, ingresan 179 cadáveres, según cifras
extraoficiales. Y las malas noticias no paran hoy. Once personas serán
procesadas por la justicia venezolana: dos reporteros gráficos, por
retratar las protestas por la escasez y las colas en supermercados y
farmacias; y nueve manifestantes.
La
situación puede ser peor. Al final de la semana, el presidente de la principal
patronal de Venezuela vaticina: hay productos básicos para 45 días.
En siete días, con ocho meses de embarazo, visité más de 15 supermercados y
farmacias de Caracas en busca de productos básicos. No conseguí champú ni
detergente (el desabastecimiento de estos productos ronda el 95%) y menos
pañales. Pregunto por la leche y, en un súper, me informan de que, en lo que va
de año, no les ha llegado. Paso por una farmacia dentro de un centro comercial
y pregunto de nuevo por pañales. El vigilante me explica que no venderán más y
que a partir de ahora sólo se conseguirán en tres de sus establecimientos en
Caracas, ubicados al aire libre. ¿Por qué?, pregunto extrañada. "Por los
saqueos que ha habido en Guarenas (estado de Miranda) y Maracaibo (Zulia)".
La cacería continúa.
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