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miércoles, 28 de enero de 2015

La Tranquilidad del Dictador, por @leofernandezf

Leonardo Fernández enero de 2015

En los días previos al 23 de enero de 1958, la tranquilidad parecía reinar en la dictadura de Pérez Jiménez, los medios silenciados no publicaban las movilizaciones de quienes se atrevían a protestar contra el régimen. La gran mayoría de los líderes de la oposición estaban presos o en el exilio. Los esbirros estaban prestos a arremeter contra las manifestaciones populares, los Poderes Públicos secuestrados y en teoría quedaban por lo menos 5 años más de Pérez Jiménez.

Pero en el fondo el pueblo de Venezuela tenía una sed de libertad insaciable y toda la represión y censura no iba a alcanzar para detener la determinación de esos hombres y mujeres que salieron a la calle a devolvernos la democracia. A pesar del silencio al que estaban obligados los medios de comunicación, de la brutalidad de cuerpos como la Seguridad Nacional; los estudiantes, amas de casa, profesores, obreros y pueblo en general salieron valiente y organizadamente a dar fin a una dictadura. El 23 de enero la Vaca Sagrada salía de Caracas cargada de dinero fruto de la corrupción y el saqueo a las arcas venezolanas.

Si este relato se les hace familiar y notan parecidos tal vez no sea simple coincidencia, pero lo que es importante es aprender de nuestro pasado para poder abrir paso a un mejor futuro. Las manifestaciones que simultáneamente se dieron por varias ciudades del país, a pesar del intento de invisibilizarlas en los medio masivos de comunicación, demuestran que una vez más nuestro pueblo está decidido a retomar la senda de la democracia y las libertades que una vez conquistaron nuestros antepasados aquel 23 de enero.

La ruta para poder salir de esta terrible crisis en todos los aspectos de la vida nacional, pasa por la presencia de nuestro pueblo en la calle, es un derecho que reivindicamos y que está garantizado en nuestra constitución en su artículo 68. Nadie nos podrá quitar ese derecho sagrado de manifestarnos y de protestar por el terrible manejo de la economía, de la salud, la educación, y que nos tiene sumidos en una catástrofe general.

No se trata de alentar atajos ni escenarios de violencia, quien alegue que la salida es por esa vía debe ser sospechoso de connivencia con el gobierno, porque en momentos de la popularidad más baja del oficialismo y en el que la crisis golpea a los que una vez vistieron las camisas rojas, los escenarios de violencia y caos solo le convienen a los que pretenden atornillarse al poder a toda costa.

Pero tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados esperando las siguientes elecciones, mientras nuestro pueblo padece los efectos de un sistema ruinoso y en decadencia. No se puede pensar solo en elecciones mientras pacientes mueren en hospitales y clínicas por falta de insumos tan simples como un yelco, o mientras una madre sufre con su hijo epiléptico porque el fenobarbital desapareció, y así miles de historias que diariamente nos encontramos en nuestro recorrido por los sectores de Maracaibo.

Las manifestaciones deben ser pacíficas, sí, pero contundentes y contestatarias. Deben ser organizadas y no buscar el caos o la anarquía sino acompañar a los ciudadanos a expresar su indignación con un gobierno que nos trajo a la actual situación. La protesta debe estar centrada en los temas que diariamente inquietan a los ciudadanos, logrando que día a día más se sumen a esta causa y se rompa el silencio y el miedo. Salgamos seguros que el pueblo una vez toma las riendas de su destino es imparable, y que detrás de la tranquilidad del dictador se esconden siempre los vientos de cambio.


Leonardo Fernández

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