Fernando Mires 24
de enero de 2015
Con
insistencia el gobernante Nicolás Maduro ha venido comparando su declive
político con la situación vivida por el presidente Salvador Allende durante los
últimos días de la Unidad Popular. Analogía que, como toda analogía, es falsa.
Maduro, evidentemente, intenta acaparar para sí por lo menos una parte de la
mitología que aún rodea a la tragedia que culminó en Chile en 1973. Sin
embargo, los procesos experimentados en ambos países no pueden ser más
diferentes.
¿Cómo
comparar un gobierno legítimo que duró solo tres años con la existencia de un sistema
de dominación política que ya lleva más de 15 años en el poder?
¿Cómo
comparar a la UP, una amplísima coalición de partidos políticos -donde tenían
cabida marxistas, socialdemócratas,
cristianos e independientes- con el PSUV, partido-Estado, vertical y
autocrático, donde solo caben quienes juran lealtades indeclinables a un mito
histórico?
La
UP pudo haber cometido errores, pero nunca dejó de ser un frente político
amplio y democrático. El presidente Allende nunca tuvo la totalitaria idea de
fundar un Partido Único. Basta solo ver las fotografías del periodo. Las
banderas de la UP eran multicolores y plurales. El PSUV es uniforme, aburrido,
rojo. Rojo hasta el hastío.
¿Cómo
comparar la situación internacional que acosaba al Presidente Allende con los
largos años de bonanza petrolera vividos por la economía venezolana bajo Chávez
y Maduro?
Allende,
no se puede olvidar, fue una víctima de la Guerra Fría y de la política de
bloques. Hoy no hay Guerra Fría ni hay política de bloques. Todo lo contrario.
Incluso el gobierno de EE UU ha extendido la mano a Cuba. Ya hubiera querido tener Allende un espectro
político internacional tan favorable como el que hoy goza Maduro.
¿Cómo
comparar el descrédito que según todas las encuestas ha llevado a la
popularidad de Maduro a los suelos con un gobierno como el de Allende que
siempre mantuvo una alta cuota de popularidad? ¿Con un gobierno que siempre
estuvo dispuesto a dialogar con sus contradictores bajo la presencia de la
Iglesia Católica, la misma que hoy es agredida por el gobierno de Maduro?
¿Cómo
comparar un periodo como el de Allende en el cual los tres poderes del Estado
no solo mantuvieron su autonomía sino además se prestaron, como el Poder
Judicial, al juego de la oposición? ¿No sabe acaso Maduro que la justicia en
Venezuela es chavista y nada más?
El
gobierno de Allende era formal y objetivamente hablando, democrático. Podemos
discutir en ese sentido si el de Maduro es una dictadura o no. Pero democrático
no es. Incluso el estilo político de ambos gobernantes es opuesto. Por ejemplo,
no recuerdo haber escuchado de Allende
un solo insulto en contra de la oposición ¿Podríamos decir lo mismo de Maduro?
Además,
Allende no mentía, jamás inventó magnicidios o cosas parecidas. Seguro, se
equivocaba, y algunas de sus equivocaciones fueron fatales, pero no mentía
¿Podríamos decir lo mismo de Maduro?
Y
lo más importante de todo: El gobierno de Allende fue derrocado por un golpe
militar que instauró un gobierno militar. El gobierno de Maduro, en cambio, es
un gobierno militar.
Si
hubiera militares golpistas en Venezuela estos serían auto-golpistas, pues los
golpistas y los militares ya están en el gobierno. Más todavía, de los
gobiernos latinoamericanos el de Maduro no solo es el más militar sino, además,
el más militarizado. Con esto no se quiere decir que el de Maduro sea igual al
gobierno de Pinochet. Nada es igual a nada. Pero si hablamos en términos
aproximados, por su composición orgánica, por el alto grado de represión que
ejerce y, no por último, por el estilo incivilizado que practican los militares
(¡Con el mazo dando!) el gobierno de
Maduro se aproxima más al de Pinochet que al de Allende.
En
breve, el gobierno de Maduro tiene que ver con el gobierno de Allende tanto
como un pez con una bicicleta. Es decir, nada. Absolutamente nada.
Probablemente
Maduro intenta referirse a las protestas de la población, la que cansada de las
largas colas sale a la calle a demostrar con cacerolas vacías. Semejanzas que
solo son visuales. El desabastecimiento en Chile fue, al igual que en
Venezuela, provocado por una mala política económica. Pero también fue inducido
por un sector empresarial abiertamente contrario al gobierno. En Venezuela, en
cambio, todos los productos que escasean provienen del área económica
controlada por el Estado. Y en cuanto a las cacerolas, todo el mundo sabe que
no solo fueron usadas en contra de Allende sino también en contra de Pinochet.
Llegaron a ser, igual que hoy en Venezuela, un símbolo de la resistencia
popular.
Maduro
se refiere a la oposición de su país como a la “derecha fascista”. Pero
cualquiera persona medianamente informada sabe que la línea de los principales
partidos de la MUD puede definirse como de centro y de centro-izquierda. Cinco
partidos de la oposición son miembros activos de la Internacional Socialista.
Los principales líderes de la oposición, Capriles y López, así como el
secretario ejecutivo de la MUD, Chúo Torrealba, mantienen un discurso
abiertamente socialdemócrata. Y bien, esa oposición predominantemente de
izquierda no tiene nada que ver con lo que fue la oposición de la derecha
chilena, organizada alrededor de poderosos gremios comerciales, industriales,
profesionales e incluso sindicales (todo eso brilla en Venezuela por su
ausencia). Si Maduro anda buscando una “derecha fascista”, haría bien en mirar
a su alrededor. Pero hoy no vamos a hablar de Diosdado Cabello.
En
fin, si la MUD se parece a algún producto político “made in Chile”, es a la ex
Concertación, surgida poco antes del fin de la dictadura. Pues en la MUD, como
ayer en la Concertación, no está representada ninguna tendencia golpista ni
militarista. Ojalá se pudiera decir lo mismo del gobierno venezolano.
No,
ni Maduro es Allende (le falta todo para serlo), ni el PSUV es la UP, ni
Venezuela es Chile. Maduro, como ha llegado a ser su costumbre, falsifica a la
verdad.
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