Evan
Romero-Castillo 26 de enero de 2015
En Venezuela, la crisis empaña hasta la gloria de sus hitos
decimonónicos: el 12 de febrero sus habitantes conmemorarán una batalla
independentista de 1814 y los muertos que dejó la represión de las protestas de
2014.
Considerando
el grado de tensión social que se registra en Venezuela por estos días, lo más
probable es que el recuerdo de las manifestaciones estudiantiles del 12 de
febrero de 2014 –y los muertos que dejó la represión estatal– eclipse la
tradicional conmemoración de la batalla independentista de La Victoria, librada
en esa fecha hace ya dos siglos. Y es que a los problemas irresueltos que
denunciaban aquellos jóvenes –la inseguridad ciudadana y la criminalización de
la protesta– se han sumado el desabastecimiento de alimentos básicos y sus
exasperantes secuelas. En Venezuela, la crisis general empaña hasta la gloria
de sus hitos decimonónicos.
Este
fin de semana tuvieron lugar en Caracas dos movilizaciones convocadas por la
Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la coalición de los partidos opositores
venezolanos. El domingo (25.1.2015) se llevó a cabo una concentración para
demandar la liberación del dirigente político Leopoldo López, líder del partido
Voluntad Popular; en ella participaron el expresidente de Colombia, Andrés
Pastrana, y el de Chile, Sebastián Piñera. Y un día antes se realizó la “marcha
de las cacerolas vacías”, encabezada por María Corina Machado, de Vente
Venezuela; Antonio Ledezma, de la Alianza Bravo Pueblo; y el secretario
ejecutivo de la MUD, Jesús Torrealba.
Capriles Radonski vuelve a la calle
También
el líder opositor Henrique Capriles Radonski, del partido Primero Justicia,
asistió a la marcha contra la escasez, respaldando la misma estrategia que hace
un año se había negado a apoyar. En 2014, Capriles Radonski y la MUD se
deslindaron del movimiento “La Salida” –impulsado por López, Machado y
Ledezma–, insistiendo en no lanzarse a la calle sin propósitos específicos, en
no prometer ni creer en salidas inviables a la actual situación política
venezolana y en no permitir que las manifestaciones, por sí solas, se
conviertan en una cortina de humo, relegando al olvido las penurias de la
ciudadanía que dieron pie a las primeras protestas.
Se
dice que Capriles Radonski perdió el liderazgo de la oposición frente a López,
quien está preso desde el 18 de febrero de 2014 bajo el cargo de incitar a la
violencia con sus llamados a protestar. Cierto o no, Capriles Radonski cambió
de opinión a principios de este año y llamó a la unidad en las filas de la MUD.
La de este 24 de enero fue su primera marcha en mucho tiempo. Esto obliga a
preguntar, ¿a qué se debe ese golpe de timón y qué cabe esperar de la renovada
cohesión de la MUD? “Capriles no cambió de opinión, lo que cambió fue la
situación del país”, asegura Fernando Mires, profesor emérito de la Universidad
de Oldenburg.
Cohesión circunstancial
“Las
circunstancias no son las mismas que las del año pasado. La legitimación
electoral del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) no es tan reciente.
Los índices de popularidad del presidente, Nicolás Maduro, están por el suelo
hasta en los sondeos realizados por encuestadoras cercanas al chavismo. La
alocución en la que Maduro se desentendió de la crisis nacional diciendo ‘Dios
proveerá’ fue simplemente catastrófica. Eso genera descontento. Si Capriles no
canaliza ese descontento, el camino quedará libre para los aventureros, incluso
para los que provienen del propio Ejército”, opina Mires, conocedor del
acontecer venezolano.
“Yo
no veo contradicción en la postura de Capriles, que es defensiva y ofensiva a
la vez: él cubre los espacios políticos huérfanos y llama a la acción dentro del
marco constitucional. En la MUD ha habido acercamientos porque lo que no era
conveniente hace un año, hoy sí lo es. Subrayo: Capriles no tiene en mente una
insurrección ni ninguna otra salida apresurada. El sábado pasado él participó
en una simple manifestación”, enfatiza Mires. “Las distintas facciones de la
MUD hicieron las paces porque se avecinan los comicios legislativos”, acota por
su parte Víctor Mijares, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales
(GIGA).
¿Puede Maduro darse el lujo de otro 12-F?
“Mostrarse
mutuamente la bandera blanca no es una decisión estratégica de quienes
conforman la MUD, sino una de carácter táctico: todos los actores de la
oposición saben que necesitan reactivar la coalición electoral para mantener o
aumentar sus cuotas de representación en la Asamblea Nacional y, más tarde, en
los ámbitos regionales y comunales”, señala Mijares. Y los votos, en eso
coinciden tirios y troyanos, están en la calle. “La calle debe ‘calentarse’ con
fines electorales, no calentarse por calentarse”, apunta Mires.
Lamentablemente, en Venezuela, la calle no es sólo sinónimo de inseguridad
personal, sino también de violencia política.
¿Puede
Maduro darse el lujo de otro 12-F, recurriendo nuevamente a la brutal represión
de protestas antigubernamentales? “Yo espero que ciertos grupos del movimiento
estudiantil se abstengan de responder a provocaciones o de buscar la
confrontación con las fuerzas de seguridad porque el enfrentamiento sólo
beneficiaría al ala militarista del fracturado PSUV, liderada por Diosdado
Cabello, presidente de la Asamblea Nacional. Tumultos con muertos y violación
de derechos humanos le darían la excusa perfecta a Cabello para desmontar a
Maduro y establecer una junta cívico-militar de emergencia”, sostiene Mires.
Mijares
disiente. “En el PSUV se han puesto de acuerdo tácitamente para reconocer la
autoridad de Maduro como jefe de Estado y de partido, aún cuando Maduro deba
consultar cada decisión antes de tomarla. El de Maduro es un Gobierno débil, no
en función de los recursos estructurales de poder que maneja, sino en términos
de liderazgo. De ahí que su reacción instintiva frente a actos de oposición sea
la represión oficial o extraoficial. Para ello cuenta con la disponibilidad
inmediata de las Fuerzas Armadas, de la Guardia Nacional y de las fuerzas de
choque conocidas como ‘colectivos’ ”, explica Mijares, dejando en el aire la
ominosa impresión de que las calles venezolanas pueden volver a convertirse en
campos de batalla.
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