Por Jesús Alexis González, 26/01/2015
Es conocido, que cuando una crisis económica avanza
las causas originales pasan a ser consecuencias y viceversa, con el agravante
que algunas de las acciones que se adoptan (o dejan de tomarse) para
enfrentarla lo que hace es alimentarla, retrasando aún más el ajuste de la
estructura económica. Tal es el caso venezolano, habida cuenta de haberse asumido
en los últimos 10 años la “estrategia”
(a muy largo plazo) de mantener
la sobrevaluación o atraso cambiario del
bolívar (relación entre el tipo de cambio real y nominal), bajo la perversa
premisa de reducir los precios de los productos importados en aras de
contribuir a disminuir la alta inflación del país (64% en 2014), sacrificando
el aparato productivo nacional y magnificando la enfermedad venezolanaal ampliar la dependencia del desenvolvimiento
económico-social a las divisas generadas por el sector externo petrolero, en
total desprecio al conocimiento elemental en cuanto a que la generación de
riqueza está condicionada por el tamaño
del capital socialmuy especialmente en lo que se refiere a la manera de
organizar el funcionamiento de la estructura productiva nacional en torno a un tipo de cambio competitivopara
propiciar la diversificación industrial y un desarrollo económico sustentado en
una creciente productividad en actividades de alto valor agregado (en nada
vinculado con conucos y criaderos verticales).
El interés de los ciudadanos por conocer, desde la
óptica gubernamental, cómo se llevaría a cabo el salto adelante desde el actual modelo socio productivo
de indefinido enfoque ideológico en
economía política, centrado en comunas estructuradas como una yuxtaposición de
la sociedad imperante dificultando alcanzar unas condiciones generales de
funcionamiento, hacia la “transición
económica al socialismo productivo” (de similar debilidad conceptual); se desvaneció ante un discurso que no
ofreció orientación sobre el devenir de nuestra economía, salvo que continuará
la política monetaria expansionista en función a cubrir el déficit fiscal (20%
del PIB en 2014), para cubrir insuficiencias operativas del sector público vía
BCV y para incrementar el gasto público
en un año 2015 que se estima decrecerá el PIB cerca de un 7% y la insuficiencia
de divisas puede situarse en unos US$ 36.000 millones. Todo ello, facilita
pensar que se mantendrá la indeseable emisión
de dinero inorgánico con obvio efecto hiperinflacionario
como consecuencia de reiterar la política populista de cambiar inflación
por apoyo electoral. A pesar de tan dañina visión, y dado que cualquier
política de ajuste está íntimamente ligada a la credibilidad que sobre ella tengan los agentes económicos, hemos de
asumir que luego de los “anuncios”
presidenciales se generó un aumento del clima general de incertidumbre con especial atención a la inflación acelerada
(más de 100% en 2015) hecho que evidentemente condiciona las decisiones de inversión,
lo cual se acrecienta por la ausencia de
un clima de confianza sustentado en
reglas claras y un obligante Estado de Derecho.
En lo especifico al contenido económico de la alocución, podemos denominarlo como un anuncio gatopardiano (aparentar
cambios para que todo quede igual) ya que concentró a referenciar un “nuevo”
sistema cambiario (sin unificación cambiaria) que igualmente quedó con el
disfuncional esquema de tres tipos de cambio (TC) edulcorados mediante
eufemismos para no reflejar las dos devaluaciones concurrentes que aplicaron.
Es así, que se ratifica la nefasta tasa de6,30
Bs/$ (perjudicial para el aparato productivo nacional), se materializa un único TC Sicad que estimamos se ubicará
en unos 35 Bs/$ (devaluación
superior al 200%), al tiempo de hacer referencia a una “venidera”legalización del mercado paralelo (devaluación
implícita) con un TC de conformación exógena a través de las casas de Bolsa (¿
retorno a la permuta y emisión de títulos valores?), basando su funcionamiento
en la esperanza (aparte del factor divino) de recibir inversiones extranjeras (sin
flexibilizar el control de cambio), de la oferta de divisas por parte de entes
del sector público (¿con qué?), y en el retorno del capital de muchos “nuevos
patriotas”. Es evidente, que los 3 TC están condicionados a la existencia de divisas(génesis del
problema), las cuales estarán muy escasas en 2015 (sin el facilismo planificador
de poder “emitir dólares inorgánicos”) hecho que estimula a inferir serias
dudas sobre la aplicabilidad del “nuevo”
sistema cambiario (más incertidumbre), en el entendido que este tipo de
ajuste debe aplicarse cuando las reservas operativas (liquidas) así lo permita
en aras de poder el BCV defender los TC; adquiriendo por tanto dicho sistema un
carácter fiscalista en favor de
sostener el gasto publico clientelar soslayando las dificultades de fondo: hiperinflación y sobrevaluación del
bolívar, en conjunto con un ambiente denigrante de desabastecimiento y
escasez que intentan “revertir” solo con la ampliación de los controles y con
la criminalización de los mayoristas y distribuidores de bienes mayoritariamente importados por el propio
Gobierno Nacional.En fin, quedó mucha cuenta
por rendir(como es tradición), lo cual explica que Venezuela, según Barómetro de las Américas 2014, resulte
como el país peor evaluado en la
situación económica de América con 11,4
puntos en una escala de 0 a 100.
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