Páginas

domingo, 18 de enero de 2015

Jesús ante una sociedad fracturada, por @rafluciani

RAFAEL LUCIANI sábado 17 de enero de 2015 
Doctor en Teología
@rafluciani

Siempre existe la tentación de idealizar el mensaje de Jesús y leerlo fuera de los contextos sociopolíticos y religiosos donde nació. Sus gestos, acciones y palabras resonaron en los corazones de personas que vivían en medio de una realidad fracturada y desesperanzada, llena de ira e impiedad, agobiada por el peso de un porvenir incierto. Era una realidad cuyas instituciones de gobierno producían cada vez más pobres y víctimas. Y las autoridades religiosas sólo ofrecían una vida de fe que se reducía a las devociones y al culto. Muchos habían olvidado la fuerza transformadora de palabras como «reconciliación» o «justicia»; no recordaban cómo era una vida de «solidaridad fraterna», sin violencia.

En medio de estas condiciones, Jesús aprendió de Juan el Bautista que el proyecto de nación en el que él vivía, había fracasado (Mt 3,10.12), así como el sistema religioso (Mt 3,7). No obstante, nunca esperó un juicio divino, ni anunció la muerte de nadie. Comenzó a anunciar una buena nueva que acontecería cuando el odio y la violencia no dominaran los pensamientos y los corazones.

Nunca dejó de creer que sí era posible construir un mundo más humano. Pero sólo podía haber Buena Nueva sirviendo a los «pobres» y defendiendo a las «víctimas» (Is 61,1; Lc 4,18), para que no existiese más la pobreza ni triunfase el victimario. La existencia cada vez mayor de pobres y víctimas es testimonio de una sociedad donde la indolencia comienza a ser normal.

La misma oración de Jesús pedía fuerzas para hacer de «este mundo, como era el del cielo» (Mt 6,10), es decir, que los hombres pudieran gozar de una calidad de vida como la de Dios (Gn 1,26). Su propuesta ofrecía algo que parecía insignificante: «sanar los corazones rotos» (Is 61,1), y «rechazar a los que humillan» (Is 58,3). Muchos se preguntaban cómo sería eso posible, pero «¿no será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de la maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y quitar las duras cargas?, ¿no será partir el pan con el hambriento y recibir a los pobres sin hogar en mi casa?, ¿que cuando veas a un desnudo le cubras y no te apartes de tu prójimo? Entonces brotará tu luz como la aurora y tu herida se sanará rápidamente» (Is 58,6-8).

Perdonar supone «sanar la realidad» que ha sido afectada por el mal y «hacer justicia» para que no vuelva a ocurrir. Es un proyecto de vida basado en el compromiso por transformar la realidad. Como lo recordó Nelson Mandela: «no se trata de pasar la página, sino de volver a leerla, pero esta vez juntos»; sin absolutizar el poder y la riqueza, sin humillar ni violentar al que piensa distinto (Lc 6,20-26); con la compasión de quien perdona (Lc 6,27-49) y rechaza toda forma de violencia (Jn 18,36). Leerla confiando en Dios, pero sin ser ingenuos (Lc 16,13). 

Urge discernir juntos la realidad para que no existan más «pobres, presos, ciegos y oprimidos» (Lc 4,18), y aprender a hacernos cargo de ella como servidores solidarios y luchadores por la justicia (Lc 6,20-23; Mt 5,1-12). ¿Estaremos dispuestos?


RAFAEL LUCIANI 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico