Luis Manuel Esculpí
enero de 2015
Es
tema obligado de toda conversación, el fin de año y el inicio de este, ha
conocido las manifestaciones más horrendas del fracaso de la política
económica. Nunca antes, en la época contemporánea, la escasez de productos de
primera necesidad había alcanzado las dimensiones actuales. La búsqueda desesperada
de alimentos, medicinas y productos para la higiene y aseo personal paso a ser
centro de la preocupación de los venezolanos.
La
altísima inflación, la baja de los precios del petróleo, un dólar por las nubes
y la delincuencia desbordada constituyen ingredientes que conforman un
peligroso coctel, añadido al ya creciente descontento presente en las distintas
esferas de la sociedad.
Progresivamente
la desilusión y el descontento se han venido transformando en la justa protesta
que se manifiesta a lo largo de las colas en todo el país. Es allí donde se
expresa la indignación frente al actual estado de cosas, el hecho de que no se
concentre en una plaza no significa inexistencia de ira contenida. El malestar
se acrecienta, la inconformidad es cada día mayor; a diferencia del pasado
reciente, ahora se señalan responsables. Los estudios de opinión así lo
demuestran. La debilidad del gobierno es manifiesta, no posee respuestas
convincentes. Solo piensan y amenazan con represión y consideran que el cerco mediático
es suficiente. Cuan equivocados están. Las declaraciones de sus voceros
intentando explicar lo inexplicable, bien sea Arreaza, Osorio o Villegas
rebotan como "boomerang", e incrementan la irritación popular. En el
propio oficialismo crecen las dudas sobre la capacidad de Maduro para hacerle
frente a la crisis, el panorama les luce cada vez más complicado, el
desconcierto se apodera de sus filas.
El
descontento reseñado no necesariamente se expresará en el crecimiento de la
mayoría política que se ha venido conformando como alternativa, depende de
nuestra actuación. No es automática la captación del malestar si no se actúa en
esa dirección. Tampoco se trata de trazar líneas, o pretender dictar lecciones
desde fuera. La prédica debe hacerse como afectados por la crisis, al igual que
todos nuestros compatriotas. Frente al bloqueo, la comunicación directa es
fundamental, para transformar la desilusión y el malestar en factores
conscientes. Un escenario que hoy lo posibilita es precisamente el integrarse a
las colas, no para "volantear" sino para participar del diálogo y los
debates que allí normalmente se presentan. En síntesis se trata de hacer
realidad el propósito tan pregonado de "acompañar al pueblo en su
experiencia". Al hacerlo cumpliremos con una digna tarea que además nos
permitirá continuar en esta lucha por la necesidad de cambiar el rumbo del
país, para lo cual es imprescindible consolidar y ampliar la mayoría para
alcanzar el cambio político. No solo estamos convencidos de su necesidad sino de
su posibilidad. De nuevo dependerá de nosotros, de todos nosotros unidos. Que
siempre sea así!
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