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lunes, 15 de febrero de 2016

Ángel Álvarez: “En la incertidumbre juegan tanto el gobierno como la oposición”


Por Hugo Prieto


El país se mueve en un terreno resbaladizo. La respuesta a la crisis no va a salir como un pañuelo de un sombrero de copa. Todas las decisiones conllevan riesgos y más para actores políticos que, durante 17 años, han jugado muy duro, sin indagar o explorar mecanismos que creen o generen algo parecido a la confianza. Ángel Álvarez, PhD en Ciencias Políticas por la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos), consultor en Políticas Públicas para diversas organizaciones, profesor de Ciencias Políticas y autor de libros y artículos de prensa, no cree en la solución negociada o en el acuerdo pactado. Sencillamente no hay condiciones y más abajo explica por qué.


Anteayer el Tribunal Supremo de Justicia refrendó la constitucionalidad del decreto de emergencia económica, que previamente fue improbado por la Asamblea Nacional. “Era esperable que sucediera de ese modo”, dice Álvarez. “Estamos ante una escalada del conflicto de poderes, sin un árbitro imparcial”. 

El gobierno tensa la cuerda, con dos objetivos que el politólogo enumera: Uno. Busca anular en la práctica el significado del voto de las elecciones del pasado 6-D y dos, eleva el nivel de confrontación con la AN para provocar un conflicto en la calle, donde pudiera obtener beneficios y victimizarse. Si la oposición cae en la provocación y se desvía del cauce institucional, “será descalificada o incluso ilegalizada”.

¿Cómo evalúa la dinámica política después del 6-D?

Hay tres elementos que yo quisiera subrayar. En primer lugar, la dinámica política muestra que los sectores de la oposición que apostaron por la vía institucional y electoral resultaron los más beneficiados por el electorado. Diría que se ha consolidado una oposición democrática al gobierno de Maduro. El segundo elemento es que el gobierno, cada vez más, se hace autoritario. Busca, a través de mecanismos constitucionales y no constitucionales, darle la vuelta a los resultados para impedir que tengan consecuencias efectivas en la distribución del poder. Y el tercer elemento es que, ciertamente, estamos ante un choque de dos poderes electos popularmente, con diferencias importantes en un lado y en el otro. Yo no veo la posibilidad de que se logre un diálogo institucional entre estos dos sectores. Estamos ante un choque de poderes que no tiene árbitro, además, porque el TSJ no observa una conducta imparcial. Lo que hace pensar que, por la vía institucional o no, Venezuela está entrando a una enorme inestabilidad política.

Simultáneamente, el conflicto se está trasladando al terreno económico y mientras unos hablan de hambruna, de crisis humanitaria y de default, hay algunos economistas que advierten que 2016 no sería el año del colapso total, si el gobierno —y ahí está el condicionante— toma un conjunto de medidas como la unificación cambiaria y el aumento del precio de la gasolina. ¿A qué obedece esta apuesta y quien podría obtener beneficios de eso?

La diferencia entre los dos análisis se debe esencialmente al supuesto que hacen de la posibilidad del gobierno de implementar políticas económicas que se recomiendan casi que universalmente, algunas de las cuales has mencionado. La reducción de la brecha entre el dólar paralelo y el dólar oficial por la vía de la unificación cambiaria, la reactivación del aparato productivo para mejorar la recaudación impositiva interna; y así reducir el déficit fiscal. Sin embargo, para que el gobierno haga eso tiene que tomar un conjunto de medidas que, desde su propia perspectiva, considera altamente impopulares (liberaciones de precios, liberaciones de las regulaciones económicas y devaluación, porque la unificación cambiaria pasa por una devaluación de hecho), si a eso le sumamos un aumento de la gasolina, en un contexto mundial marcado por una reducción del precio de los combustibles, en medio de esa paradoja se producirán las consecuencias que eso tiene. Sin duda alguna el gobierno piensa que será golpeado por la impopularidad, en medio de unas elecciones para gobernadores y alcaldes y con la posibilidad de que se active un referéndum revocatorio o cualquier otro mecanismo constitucional que conlleve a un recorte del mandato. Por eso no creo que el gobierno tome esas decisiones, porque definitivamente el costo político es muy alto.

El serrucho está trancado, tanto en el plano político como en el plano económico, y lo que vamos a seguir viendo es un conflicto entre poderes. Alguien va a tener que romper el nudo gordiano, alguien va a tener que sacar la espada de Damocles, ¿no?

Realmente, hay dos posibilidades. Vamos a comenzar con la primera que mencionas. Que se rompa el nudo, ¿cómo se rompe el nudo? Hay dos formas de romperlo. Una es la posibilidad de que haya un sector del gobierno dispuesto a acordar una especie de pacto con un sector de la oposición para implementar las reformas económicas, sin que al gobierno se le pase la factura por completo y se produzca un consenso nacional para la reforma económica. Algunos creen que se está trabajando en esa dirección. A mí no me consta. Aunque puede haber algunas señales menores de que ese escenario es posible. Esa es una forma de romper el nudo. Una segunda forma de romperlo es que sencillamente se mantenga la actual situación y la gente proteste. Pero no como lo hemos visto hasta ahora, con estallidos y protestas espontáneas, sino que se transformen en manifestaciones políticas pidiendo la salida del gobierno y que el gobierno tenga que tomar la decisión: O reprime masivamente o por el contrario acepta la presión y reforma; o renuncia y se va o acepta un referéndum o cualquier otra salida del Presidente.

¿De qué dependería la posibilidad de que se produzca la salida del Presidente?

De la contundencia de las reformas o de los costos que conlleva una represión masiva para quienes esencialmente tienen que reprimir, que son los militares y los policías. Si son protestas aisladas, pequeñas, de clase media, en la autopista de Prados del Este o en Naguanagua, pues sencillamente las van a reprimir muy eficientemente a un menor costo político. Por el contrario, si son protestas masivas, generalizadas, de los sectores populares del país, ahí los costos van a ser más altos. Y el gobierno se vería obligado a negociar o buscar la manera de salir aceptando el referéndum o renunciando el Presidente. Esa sería otra forma de romper el nudo: La confrontación, ¿verdad? Son los dos escenarios. Pero hay un tercero. Que el nudo no se rompa. Hay países que han entrado en una espiral de alta inflación, escasez y violencia que no se detiene y duran décadas sumergidos en la crisis. Varios países africanos y para no irnos muy lejos está el caso de Haití.

                        Ángel Álvarez fotografiado por Sebastián Bertozzi

Sería ingenuo pensar que después del 6-D el país iba a seguir el curso de la inercia No se trata de apreciaciones o de lo que quiera o no un determinado sector, sino de un nuevo escenario. ¿Los actores políticos no están midiendo fuerzas? ¿No están tensando la cuerda para ver quién obtiene los mayores beneficios?

Claro, ésa es una posibilidad en la política; todo el mundo saca cuentas de cuánto lo perjudica o lo beneficia hacer esto o hacer aquello. Pero también allí hay un punto cuya legitimidad es, al menos, cuestionable, entre otras cosas, porque hay un profundo desacuerdo en el país, no alrededor de la naturaleza de la crisis y la profundidad de la misma, sino en los términos de lo que hay que hacer para salir de ella. Hay un sector del gobierno que cree que la crisis del país se resuelve con más  socialismo, con más estatización, con más regulaciones, con más nacionalización de empresas, lo dicen y lo defienden. Hay otro sector, diametralmente opuesto, que dice que la crisis se resuelve si vamos a una economía desregularizada, con absoluta liberalización del control de cambio, con una desnacionalización de las empresas que fueron nacionalizadas; y hay quienes plantean opciones intermedias. Un sistema de bandas para el mercado cambiario, por ejemplo. Hay puntos intermedios y dos extremos. Ese es un conflicto real que está allí. Yo no veo un acuerdo fácil en el país, en una dirección o en la otra. A menos que se adopte la estrategia del diálogo, cosa que no veo abierta en este momento. No veo ninguna disposición sincera de acuerdo, diálogo o negociación, entre sectores importantes del gobierno y sectores importantes de la oposición.

Si bien el serrucho está trancado. Alguien tiene que tomar la iniciativa política. Quizás la oposición tiene la primera opción, pero no puede tomar ninguna medida ejecutiva, porque sencillamente no es gobierno, pero muchas veces la oposición habla como si fuera gobierno, ¿cuál sería el punto? ¿La oposición le está señalando un rumbo al gobierno? ¿Está jugando por adelantado? ¿O sencillamente le está hablando al país, diciéndole lo que haría si llega a ser gobierno?

Sí, yo creo que es esto último básicamente. Yo creo que ese es el papel legítimo de una oposición. Esa es la forma, en varios modelos, de cómo funciona la confrontación política. La oposición no puede gobernar, pero sí puede decir que haría si fuese gobierno. Y la forma de decirlo es justamente esa. Queremos hacer esto, esto y esto, y no se hace porque el gobierno no quiere, o no puede, o no lo permite. Ciertamente, tiene que decir, con absoluta claridad, que es lo que hay que hacer en el país para resolver la crisis, a sabiendas de que no lo va a poder hacer, porque no está en el poder, pero no tiene otra forma, creo yo, de comunicarse con el electorado. Si el gobierno no lo hace, permítanos estar en el gobierno para que lo hagamos.

La oposición está jugando su papel y, por lo que dice, lo está haciendo bien. Ahora, el punto sería este: A la hora de buscar vías para resolver la crisis, la oposición tendría una responsabilidad. ¿No cree que el gobierno esté indagando para ver hasta dónde la oposición está dispuesta a asumir esa responsabilidad?

No lo sé. Tal vez un sector del gobierno quisiera compartir las responsabilidades que conllevan las decisiones que hay que tomar en materia de política económica. Son tan difíciles, son tan costosas desde el punto de vista político y electoral que, sin duda alguna, sectores del gobierno quisieran diluir esa responsabilidad para que los costos se distribuyeran de una manera más beneficiosa para ellos. Que no fuese sólo el gobierno el que tomase las decisiones, sino que las tomaría en compañía de la oposición. Una estrategia del gobierno sería forzar a la oposición para que coparticipe en esa toma de decisiones. Tal vez Aristóbulo Istúriz, pero no veo a Maduro en esa situación. Finalmente, en Venezuela hay un régimen híper presidencialista, en el cual el primer mandatario es quien toma las decisiones en última instancia. No veo a Maduro jugando ese juego, corresponsabilizando a la oposición. Más bien lo veo en el juego de no tomar las decisiones que hay que tomar para radicalizar la situación, de tal manera que si hay que salir del gobierno sea a la fuerza o a través de una medida que lo victimice, para no pagar ningún costo.

Quisiera explorar el escenario de la corresponsabilidad. Digamos que se impone esa tesis, pero el gobierno advierte que, a su vez, la oposición quiere organizar el referéndum revocatorio. Lo otro sería profundizar la radicalización. De alguna manera, en ambos escenarios, el gobierno tiene un margen para actuar y sacar beneficios. Ahora bien, si la oposición equivoca la partida podría perder muchísimo, ¿no?

Sin duda, tanto el gobierno como la oposición están en condiciones de incertidumbre respecto a este juego, por lo cual nadie sabe cuál es el resultado final de las decisiones que se pudieran tomar. Digamos, la salida negociada mediante el acuerdo político requerirá de unos niveles de confianza en el otro actor que no existen. De parte del gobierno, se necesitaría la certeza de que la oposición no va a utilizar las reformas, los ajustes que hay que hacer, para luego justificar un referéndum revocatorio. Pero también significaría que la oposición no va a ser culpable de esos ajustes, si el gobierno los implementa y luego se producen los costos que se van a producir. Entonces, cualquiera de los dos está tratando de rehuir las consecuencias negativas y la única forma de que hubiese acuerdos es que ambos aceptaran compartir los costos, no solamente los beneficios. A todo el mundo le resulta sencillo compartir beneficios, pero compartir pérdidas es sumamente complicado. Y mucho más cuando son actores políticos que durante 17 años han jugado de manera muy dura. El gobierno persiguiendo, reprimiendo, encarcelando, etc. Y la oposición algunas veces participando electoralmente, pero otras veces tratando de sacar al gobierno por vías que no son electorales. Entonces, no hay confianza para que tanto uno como el otro piensen que se pueden llegar a acuerdos que se van a respetar. Por eso no creo en la posibilidad de la salida acordada.

                      Ángel Álvarez fotografiado por Sebastián Bertozzi

Es cierto, hay una profunda desconfianza. Pero lo que uno advierte es que cuando la oposición ha jugado todo o nada, le ha ido muy mal, con fracasos muy costosos de los cuales le cuesta mucho recuperarse, entre otras cosas, porque no tiene ni los medios ni los recursos del gobierno.

Yo creo que la oposición ha fallado cuando se ha salido del carril electoral (Los grandes fracasos: El “carmonazo” de 2002, el paro petrolero de 2002-2003, el sabotaje electoral de las elecciones de 2005, la denuncia de fraude de 2004 sin tener las pruebas en la mano y nuevamente la denuncia de fraude en las elecciones de 2013, sin tener tampoco las pruebas en la mano). Ahí le ha ido mal. Pero cuando la oposición se mantiene en el carril electoral y acompaña a la gente en sus protestas, en su malestar, cuestionando al gobierno, pero sin salirse de la vía electoral y constitucional, a la oposición le va bien. La oposición estaba muy mal en 2014, después de #La salida, pero recupera el rumbo en 2015 y obtiene los resultados electorales del 6-D, en buena medida explicados por la crisis económica.

¿Cuál sería la situación entonces?

Si no ocurre nada en el país, si no se producen los ajustes, si no se producen los cambios, si el país sigue deteriorándose, creo que el deterioro del gobierno va a ser mucho mayor que el de la oposición. Puede haber insatisfacción con respecto a la incapacidad de la oposición para corregir las acciones del gobierno, pese al resultado que obtuvo en el terreno electoral. Pero el costo político sería muchísimo menor que el costo para el gobierno. Sería una situación como la siguiente: El gobierno no quiere tomar las medidas que hay que tomar solo, porque absorbe por completo el costo de los ajustes y la oposición no lo puede hacer porque no es gobierno. Y no va a hacerle la vida fácil al gobierno, sin obtener beneficios electorales. Yo creo que la única opción que tiene el gobierno es victimizarse, no van a tomar decisiones y la crisis se va a profundizar. Y van a preferir que los saquen del gobierno, pero van a poder decir que defendieron los intereses del pueblo hasta el último momento. Y cuando le toque a la oposición tomar las decisiones, veremos la cara del chavismo en la calle, con demostraciones, algunas de ellas no precisamente pacíficas. Estamos en una situación de perder perder, no de ganar ganar.

Si la oposición juega dentro del cauce electoral, donde le ha ido bien, pero además no quiere compartir los costos de medidas dolorosas para el bolsillo de los venezolanos, entre otras cosas, porque no es coparticipe de las políticas del chavismo, ¿Por qué no se olvida del referéndum revocatorio, se concentra en las elecciones de gobernadores y alcaldes, fortalece su presencia en espacios institucionales y de poder para luego acorralar al gobierno?

Esa es una estrategia posible. Lo que pasa es que al mismo tiempo yo creo que la oposición entiende bien que recibió un mandato. Su consigna fundamental durante la campaña electoral de 2015 fue el cambio. Y yo creo que la gente que votó por la oposición, lo hizo porque quería, y quiere, un cambio. Los casi dos millones de votos que no obtuvo el PSUV y que sí obtuvo Maduro en 2013, son expresión también de que algo cambie. Hay un mandato popular de cambio, lo que pasa es que no lo puede implementar, porque como hemos hablado, no tiene el poder para hacerlo. Yo creo que entienden que tienen ese mandato y que tiene que propiciar el cambio por las vías institucionales, tal como lo desea la gente. Si bien lo que planteas, dentro de un cálculo frío, pudiera ser una estrategia adecuada para mostrar a un gobierno mucho más débil de lo que ya es, al mismo tiempo no estarían respondiendo al mandato que recibieron de propiciar un cambio. Y eso podría tener un costo político. Si guardan silencio. Si no intentan nada en ese sentido, eso podría revertirse en su contra en unas elecciones regionales. Creo que para ganar esas elecciones tiene que mostrar, al menos, que están tratando de responde a ese mandato popular.

La propuesta de llevar la crisis a consulta electoral está en la calle. Parece que llegó la hora de jugarse a Rosalinda.

Sí, pareciera que esa son las opciones. Cualquier que sea la decisión que se tome (el referéndum para la enmienda constitucional, el referéndum para el revocatorio o para la Asamblea Constituyente) conduce a unas elecciones. Hay una cuarta opción, más de oposición de redes sociales que de partidos políticos, referida a la necesidad de aumentar la presión de calle para propiciar la renuncia del gobierno. Pero yo creo que eso tiene poco fuelle y no creo que terminará prevaleciendo.

14-02-16




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