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domingo, 14 de febrero de 2016

ZARANDAJAS IDEOLÓGICAS, por @AmericoMartin



Américo Martín 13 de febrero de 2016

El gran posicionamiento democrático del pasado 6D 2015, ha clarificado y elevado a las alturas más visibles la tenaz confrontación librada entre dos movimientos excluyentes, el totalitario y el democratizador. Lucha historia, de alcance planetario, pero que en cada caso guarda características cosmológicas, podría decirse, o proféticas dada su naturaleza precursora. Y hablo de Venezuela, cuyo drama padezco como probablemente la mayoría de los latinoamericanos.


Quiero subrayar que esos extremos no son estáticos; son movimientos con propensión expansiva. La democracia y el totalitarismo luchan por desplazarse recíprocamente a objeto de copar todos los espacios, solo que el éxito que puedan obtener está lejos de significar lo mismo. Los avances totalitarios extinguen la diversidad, la libertad, la creatividad humana independiente, en tanto que allí donde vence la democracia esos valores predominan y se llenan de luz los escenarios. Basta con observar lo que en solo un mes ha ocurrido con un poder tan significativo como la Asamblea Nacional. Antes era sumisa, esclava del Ejecutivo, dominada por una sola voluntad, y ahora, recuperada su independencia ejerce con brillo y justicia sus competencias legislativas y contraloras.

Semejante  viraje ha entregado la iniciativa política a la oposición y ha puesto contra la pared al gobierno, que se aferra a causas indefendibles, con frecuencia  viles,  inmorales y hasta inhumanas. Lo interesante es que cuando retenían la hegemonía plena del Legislativo no se molestaban en argumentar seriamente sus intereses, les bastaba con atropellar al adversario, incluido el que germina a diario en el seno del oficialismo. Pero, forzados por los progresos de la diputación democrática, entran en los debates que rehuían, obligados a desembuchar argumentos y revelar sordideces que los ponen en evidencia ante el país y el mundo.

Es Venezuela una sociedad totalitaria?   Por supuesto que no plenamente porque el circulo de hierro no se ha cerrado sobre todos los espacios autónomos, más después de éxitos tan considerables como el obtenido por la MUD en las recientes parlamentarias. Tampoco ese logro autoriza a considerar democrático el sistema del país, particularmente porque poderes fundamentales siguen siendo armas descaradas para intentar revertir los repetidos pasos adelante que está dando la democracia. Diría entonces que aquí la confrontación de esos dos movimientos es igualmente la de dos vocaciones: la democrática y la totalitaria. El gobierno de Maduro no materializa su recóndita vocación porque lo traba la democracia, cuyo crecimiento es ostensible, y con él está floreciendo un masivo liderazgo en constante renovación.

Es en ese esquema que podemos establecer el significado de las recientes pugnas políticas y de los debates en ciernes. Solo que las consecuencias se hacen visibles porque el cimiento sobre el que se desarrollan no tiene salida. El desastre económico y social de la nación se expresa en múltiples protestas que nadie puede sofocar ni menos ocultar.

La renuncia de Maduro facilitaría desenlaces beneficiosos para todos, pero se aprecia que no quiere o puede recurrir a una medida como esa. Algunos han propuesto buscar en la Constitución cualquiera de sus fórmulas pacíficas y electorales para impulsar un cambio de poder que no suponga el uso de violencia. Para eso sería menester iniciar un diálogo entre las dos partes susceptible de evitarla y de bajar las tensiones. El sistema jurídico interamericano, países importantes del Continente  y organizaciones como Unasur incitan constantemente a emprender ese camino.

Colombia parece próxima a concluir exitosamente las complejas negociaciones Santos_Timochenko, o más exactamente, Gobierno de Colombia y Farc. Con deudas de sangre y destrucción mucho más altas que las de cualquier otro lugar de la Región, la médula de estos eventuales acuerdos reside en el desarme-desmovilización de las FARC y su inserción legal en el sistema democrático de ese país. Lo que en el pasado no permitió el progreso de los acuerdos  de paz fue el peso de la ideología y la convicción del Secretariado comandado por Marulanda de que su victoria militar sería posible y por consiguiente no aceptó jamás que en ninguna negociación se contemplara el desarme del ejército revolucionario.

·        Las armas de las FARC –declaró expresamente Marulanda- son la única garantía de preservación de los acuerdos.

Pese a rotundos desengaños y a la enérgica resistencia de la realidad, no obstante la certificada mayoría opositora y el malestar incontenible de todos los estamentos sociales, el gobierno de Maduro se mantiene aferrado con más temor que certeza a la teoría de no dialogar en serio con una oposición que denomina derechista y apátrida, porque no halla manera de explicar su renuencia a negociar, dada la magnitud de los asuntos que han de ser colocados sobre el tapete.

Con menos insistencia que antes, sale a volar el irrisorio socialismo siglo XXI, en nombre del cual la lucha de clases no puede ser conciliada sin ofender la memoria de Marx y Lenin. Ese lamentable modelo socialista ha sido desvestido muchas veces. Con mi fallecido amigo Freddy Muñoz escribí un libro destinado a rebatirlo sin que nadie se atreviera a rebatirnos, como hubiésemos deseado.

Permítanme concluir citando algo que desde su punto de vista expuso el doctor Manuel Rachadell en una obra excelente:

·        En la fallida reforma constitucional de 2007 -escribe- se postulaba ”construir el socialismo como único camino de redención” pero estudiado el proyecto y las medidas adoptadas, no se observa en ningún momento disposición de socializar los medios de producción en general, sino de crear un marco jurídico para expropiar y confiscar a quienes no simpatizan con el gobierno.

Agonía de una tragedia ideológicamente uniformada con un emblema que naufragó en todo el planeta.

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