Omar Jesús Villalba 18 de septiembre de 2017
La
vida no es justa, eso lo aprendemos todos a corta edad. Tampoco es sencilla, a
pesar de lo que dice la TV, las películas, los libros y las anécdotas sobre el
triunfo de otros. Y, por ello no debe sorprendernos que toda acción traiga
consigo una reacción que puede ser tan buena como mala- Además, lo último
seguro dependerá de quien mire el fenómeno. El mundo entendido en términos:
blanco y negro es solo una ilusión de algunas mentes cortas, lo cierto es que
todo el universo es gris.
Nuestra
realidad, la venezolana, no escapa de estos postulados. La semana pasada hemos
conseguido una victoria significativa al demostrar la capacidad que tenemos
para movilizar a nuestros electores y militante. Con algunas excepciones, dimos
una cátedra de democracia, de cohesión en la mayoría de los puntos, y que la
cizaña que el gobierno trata de sembrar apenas si echa raíz. Pero, como
ya dije existen excepciones.
¿Cuáles?
Hubo grandes diferencias en Zulia y Aragua. Dilemas y protestas que proyectan
una gran sombra sobre los candidatos ganadores, pero especialmente sobre la
UNIDAD. Los eventos ocurridos permiten al gobierno armar un discurso con el
cual nos desprestigia; aunque siendo sincero, se valdrán de cualquier argumento
para poner a la MUD por el suelo, sea este real o inventado. A pesar de ello,
lo importante no es lo que diga o deje de decir el gobierno, sino el impacto que
tiene aquello ocurrido en nuestros electores.
Por
otro lado, las diferencias ocurridas, demuestran que los miembros de la
oposición no somos un grupo de seguidores sin criterios, sino todo lo
contrario, estamos dispuestos a criticar, cuestionar y revisar las decisiones
tomadas por nuestros líderes, o el mismo pueblo que los escogió. Esto, si lo
contrastamos con los afectos más acérrimos del gobierno o el tipo de militantes
que estos anhelan, es una diferencia sustancial.
Ya
calmados los ánimos, con las aguas más claras, hemos revisado lo ocurrido. Con
cierto pesar, nos hemos percatado que existe cierto descontento entre los
nuestros, tal vez —la palabra es fuerte, pero debe usarse— una suerte de
decepción. Una, que si no se ataja a tiempo podría jugar en nuestras contra,
considerando la cercanía de las elecciones, pero por encima de ello, la
necesidad de mantenerse unidos, cohesionados y coherentes frente a un
adversario que —a primera vista— pareciera ser un ente monolítico y sin
fisuras.
Para
alcanzar este objetivo es necesario recordar cuál es nuestro principal
potencial: la UNIDAD. Esta, como propiedad de un objeto, nos
dice que la entidad que la posee está vinculada a la imposibilidad de dividirse
o fracturarse, o en caso de que suceda puede fragmentarse sin destruirse
completamente. En termino sencillos, la UNIDAD representa esa capacidad que
poseemos como grupo para mantenernos juntos a pesar de los impulsos
provenientes desde afuera.
En
términos políticos, la UNIDAD es una alianza, termino, que a su vez, implica
incondicionalidad. Pero, no necesariamente una suerte de ceguera. Una alianza
verdadera está sustentada en la confianza, y la capacidad de ajustarse a los
cambios que se sucinten. Como oposición, hemos pasado por muchos de estos
cambios a través del tiempo, pero sobre todo en este último año y medio.
Período de tiempo en el cual pasamos de una victoria institucional a un ciclo
de protestas y ahora nos encontramos en una calma tensa cuya finalidad es
prepararnos para una nueva contienda política. Una, que podría desembocar en un
nuevo amanecer institucional, o que podría desatar otro ciclo nefasto de
protestas.
La
naturaleza de lo que está por venir es tan incierta, que la ANC ha realizado
varios movimientos arriesgados, con la intención de encontrar unos puntos
favorables a ellos. Ejemplo de esa actitud la podemos ver en el cambio de mes
electoral —de Diciembre a Octubre— y luego en una inusual convocatoria al
diálogo, que no es tan altruista como parece ser. No niego, que muchos de
ellos, como todos nosotros anhelen una situación equilibrada y estable, pero
todo sabemos que tras esta convocatoria hay un deseo de allanar el terreno ante
una posible derrota electoral, pero también quieren lograr cierto
reconocimiento —que en términos económicos, financieros y de negocios necesitan
con urgencia— por parte de la Comunidad Internacional. El diálogo envía un
mensaje a quienes, desde el extranjero, los ven con malos ojos. Les dice: estamos
dispuestos a enmendar nuestra conducta. Lo cual está muy bien, pero
hay que recordar que el gobierno no da puntada sin dedal.
Es por
eso, que debemos mantenernos unidos a grandes rasgos. La única forma en la que
podremos derrotar a la siniestra cábala que gobierna este país como si fuera su
propio feudo, es manteniéndonos firmes. Para eso, debemos apoyar las decisiones
que se han tomado, las que se han revisado, pero como ya dije antes, eso no
implica aceptarlo todo, el criterio y la crítica es necesaria para avanzar y
ajustarnos al cambio. La gran solución para dejar atrás esta pesadilla está en
nuestra capacidad de articularnos, de estar unidos. Si nos dividen, nos
derrotaran.
Pero
la UNIDAD no debe ser vista, únicamente, desde arriba. No señor, también es
necesaria la cohesión en los niveles próximos a los ciudadanos de a pie. Un
gran problema, que ha tenido la democracia venezolana en los últimos años, y
que se ha visto intensificadas por este “régimen” es la dependencia
del gobierno, ese patriarcalismo —permítanme el uso ligero del término— que ha
hecho del venezolano un dependiente del Estado. Ha hecho de este pueblo
aguerrido, una suerte de menor de edad político, y a su vez carece de criterio.
Gracias
a esa dependencia muchos son controlados, y por ella el gobierno mantiene su
férrea garra sobre el pueblo, a pesar de haber “impulsado” en su
momento mecanismos para desconcentrar el poder. Lo cierto es que, este régimen,
como todos los totalitarios les gusta hablar de democracia, desconcentración,
pero en el fondo son unos acaparadores.
Es por
ello que la labor que se realiza a nivel macro debe ser apoyada por un extenso
trabajo a nivel local. Debemos retomar ese interés por nuestros municipios,
parroquias y comunidades. Ayudaremos más, que solo limitándonos a votar cada
que se hagan elecciones o algún referéndum. Los derechos se pierden si
no se ejercen, y si no mostramos interés por nuestras
localidades, perdemos el derecho a llamarlas nuestras. A la par, esta
de desidia lo que hace es darle un mayor margen de acción al gobierno, que no
está contento con controlarlo todo en los altos niveles, sino que también
quiere mantener dominio de todo aspecto en la vida del venezolano.
Es
necesario, por ello, salir a fiscalizar a nuestras autoridades. Indicarles
cuales son nuestros problemas, para que ellos se avoquen a resolverlos. Pero,
no debemos limitarnos únicamente a señalar los males que sufrimos, o dejar que
las autoridades lo resuelvan todo, debemos acompañarlos. Es imperativo ser
solidarios y estar hombro con hombro. Los problemas de nuestras comunidades
solo serán resueltos por las acciones que realice el vecino, cuando este
comprenda que los problemas no pertenece, o son asuntos del gobierno, sino que
son problemas de todos nosotros. Cuando tomemos las riendas de nuestras
comunidades, nos mantengamos unidos en ese aspecto, seremos capaces de ir
permeando los otros niveles.
La
solución a los problemas del venezolano, el fin de esta pesadilla, de la
siniestra cábala, de la caterva de pillos que nos gobiernan, no viene de arriba
hacia abajo. No, la solución, como si de un árbol se tratase, viene
desde la raíz. Y ¿Cuál es la parte más pequeña o base de todo Estado?
Las comunidades, las parroquias y, en última instancia, los vecinos.
Es por
ello, que urge ser solidarios, preocuparse por nuestras comunidades. En la
medida que mostremos más cohesión en este nivel mayor serán la
dificultades que tendrán estos mafiosos para ejercer un control total sobre
nosotros. Mientras más interesados estemos por la práctica de la política a
nivel local, con gran facilidad ser irán dando los procesos de cambios para
mejor.
Nos
encontramos en tiempos convulsos y complejos; los cambios que hemos sufrido en
los últimos tiempos son evidencia de ello. Pero, debemos ajustarnos a estos
momentos, para maximizar nuestros recursos y alcanzar las condiciones óptimas,
la calidad de vida que nos permita trascender los males que nos aquejan. Pero,
por encima de todo ello, evitar que se repitan.
Un
nuevo tiempo se está presentando, una nueva oportunidad para tomar las riendas
de nuestro destino. Este es el momento crucial para sentar las bases de la
verdadera emancipación de nuestro pueblo. Una liberación de un grupo siniestro
y criminal, que prefiere hincar la rodilla ante los oscuros intereses de otros
gobiernos, que están dispuesto a sacrificar a su pueblo, para ellos poder vivir
con lujos y, quien sabe, un montón de vicios.
La
unidad es la apuesta correcta, la solución y el mayor temor de este régimen.
Debemos demostrarle, que podemos unirnos a pesar de cualquier revés o contratiempo
que ellos nos pongan. Somos una entidad monolítica, vinculada no por un color,
ideología, partido, o por el deseo de sacar a Ali Babá y sus 40 ladrones del
gobierno, sino que estamos vinculados por que anhelamos una Venezuela mejor. Un
país brillante, prospero que sea un referente y un ejemplo en la región.
Omar Jesús
Villalba
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