Por Henrique Capriles
Los gobiernos responsables
acostumbran a amortiguar las caídas de las exportaciones ahorrando dinero en
tiempos de bonanza, para luego utilizar esos ahorros en tiempos de vacas
flacas. Sin embargo, en Venezuela no se hizo esto debido a una política corrupta
e irresponsable que solo aprovechó la bonanza petrolera para enriquecer sus
propios bolsillos y sextuplicar la deuda externa.
El derroche en la época de las
vacas gordas dejó al país pocos activos y por eso los mercados internacionales
no están dispuestos a otorgar créditos a un pagador con tal exceso de deuda.
Esta es una de las causas por las que hoy padecemos en Venezuela la peor
epidemia de hambre de toda nuestra historia.
Actualmente, Venezuela es el
país más endeudado del mundo. No hay otra nación con una deuda pública externa
tan alta como proporción de su Producto Interno Bruto (PIB) o de sus
exportaciones. Este desastre solo es comparable con lo vivido en Mongolia
(1988-1992) y en Nigeria (1982-1986).
Entre 2012 y 2016, los
ingresos fiscales no petroleros en Venezuela se desplomaron 70% y la
aceleración de la inflación hizo que los pasivos monetarios del sistema
bancario cayeran 79%. Esto condujo a una caída drástica de la calidad de vida
del venezolano.
Para mantenerse al día con el
pago de la deuda externa, el gobierno decidió recortar las importaciones y como
consecuencia, los bienes y servicios cayeron 75% en términos reales entre 2012
y 2016, con un desnivel aún mayor en 2017.
La disminución de las
importaciones creó una escasez de materias primas y de insumos intermedios,
traduciéndose en una crisis sin precedente para la agricultura y la
manufactura. Los bienes de consumo de producción local se desplomaron en casi
1.000 dólares per cápita en los últimos 4 años. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional,
en 2017 el PIB de Venezuela se encuentra 35% por debajo que en 2013.
Pero hay más, el ingreso real
del trabajador venezolano bajó 75% entre mayo de 2012 y mayo de 2017, la
reducción del poder adquisitivo medida a través del salario mínimo, que
devengan 75% de los venezolanos, fue del 88%, es decir, los venezolanos pasaron
de ganar 295 dólares al mes a solo 36 dólares.
Medido en términos de la
caloría más barata, el sueldo mínimo cayó de 52.854 calorías diarias a solo
7.005, una disminución del 86,7%. ¿Cómo hace un trabajador para desayunar,
almorzar y cenar, si medio cartón de huevos cuesta 13.000 bolívares? Imposible
alimentar a una familia de cinco personas con este ingreso. Si hablamos de
comparaciones, con el sueldo mínimo, los venezolanos pueden adquirir menos de
un quinto de los alimentos que nuestros hermanos colombianos.
Al hablar de la difícil crisis
alimentaria que vivimos, tenemos que decir que la expropiación y destrucción de
Agropatria fue sin duda un duro golpe a los productores nacionales, ya que se
hicieron insuficientes los insumos y se afectaron los ciclos de recolección. La
crisis por los alimentos es tal, que solo entre el 1 de abril y 8 de agosto de
este año se produjeron 8.500 protestas por escasez. En toda Venezuela hay protestas
diariamente por la falta de comida, no solo porque no hay alimentos en abastos
sino porque las cajas CLAP no llegan a tiempo.
En esta complicada
circunstancia, quienes aún apuestan al país y siguen produciendo solo pueden
llamarse héroes, ya que el gobierno arrasó con la inmensa mayoría de las
hectáreas de tierras productivas con una política de expropiación y destrucción
del aparato productivo nacional, abriendo camino a la corrupción más grande con
la importación de alimentos, es decir, se llenaron los bolsillos quitándole el
pan de la boca al pueblo.
Producto de la crisis
humanitaria, que incluye un incremento casi impensable de la pobreza en un país
petrolero, los saqueos han crecido en la Venezuela profunda. Incluso, el
gobierno esconde que muchos transportadores de alimentos se niegan a hacer
determinadas rutas por temor a ser lesionados y robados. La crisis va subiendo
de nivel ante la ansiedad y angustia que genera el hambre y la respuesta de
este irresponsable gobierno siempre es la misma, puro gamelote.
El panorama no se presenta
nada alentador, más luego de las sanciones financieras contra el gobierno de
Maduro por parte de Estados Unidos, que incluyen la prohibición de
transacciones en ciertos bonos existentes propiedad del sector público venezolano,
así como los pagos de dividendos al gobierno de Venezuela. Además de la
prohibición de transar nueva deuda emitida por el gobierno de Venezuela y su
empresa petrolera estatal.
El mundo sabe que Maduro
intenta mantenerse en pie al precio de un sufrimiento humano sin precedentes y
de una radicalización más que marcada y la Comunidad Europea estaría lista para
tomar medidas similares a las de EEUU sobre capitales, bonos y negocios
venezolanos en sus territorios.
A lo interno, el gobierno se
desploma como un castillo de arena. Nunca un gobierno había estado tan
severamente cercado por la comunidad internacional. El régimen está amarrado de
pies y manos, al no poder seguir operando y comerciando bonos petroleros o
deuda pública. Lo que coloca al país al borde del default ya que son miles de
millones de dólares en manos de tenedores alrededor del mundo, quedando el
Banco Central y Petróleos de Venezuela en condición precaria en el mercado
financiero mundial.
Comentábamos esta semana que
si el gobierno pagara los compromisos financieros internacionales que debería
cancelar entre octubre y noviembre, se agudizará aún más la crisis humanitaria,
porque habrá menos divisas para comprar el alimento que el pueblo requiere.
Algo que ni siquiera es el
deber ser. Nuestra Venezuela es un país maravilloso que podría estar
produciendo todo lo que necesitamos, porque tenemos la tierra y el recurso
humano para que todo sea hecho en nuestro país. Pero este es un gobierno
irresponsable que prefirió derrochar los recursos de la bonanza petrolera
acosta de nuestro campo y ahora somos más dependientes de las importaciones que
antes.
Este gobierno destruyó las
hectareas productivas, acabó con los cultivos, no hay semillas, se robaron los
animales, secuestran a cualquier productor porque creen que por tener terrenos
tienen dinero. Estamos a merced del hampa y quienes nos tienen que proveer la
seguridad forman parte del delito común.
En esta difícil circunstancia
que enfrentamos, producto de las políticas desacertadas y catastróficas de una
narco cúpula corrupta, la unión y la esperanza de cambio no nos debe abandonar.
Tenemos un país de enormes oportunidades y debemos recuperarlo para el futuro
de nuestros hijos. Es momento de seguir firmes en la lucha, sobran las razones
para seguir unidos, porque por muy oscuro que se vea el horizonte, detrás
siempre hay un sol que seguro despuntará más temprano que tarde, con el brillo
de un nuevo amanecer de esperanza que construiremos entre todos y para todos.
Todos los problemas se pueden
solucionar, hay que cumplir la Constitución y respetar los derechos humanos de
los venezolanos, así tendríamos democracia y, por lo tanto, el respaldo de la
comunidad internacional. Lo más barato para todos al final es y será la
democracia. No siga el gobierno buscando más pretextos ni excusas, terminan de
aceptar que el pueblo quiere un cambio político y punto. Quien manda y debe
respetarse es el pueblo venezolano.
¡Dios bendiga a nuestra
Venezuela y nos mantenga fortalecido como nunca el espíritu de
lucha!
03-09-17
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