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martes, 12 de septiembre de 2017

Solveig Hoogesteijn: "Cuando la realidad es dura, el arte no se calla, resiste y florece" por @gabybatatino


Por Gabriela Batatino


La cineasta opina que es "insólito" lo que sucede con "El Inca", y asegura que, "aquí sí hay censura, y eso inhibe a los cineastas venezolanos en la escogencia de su temática, evaden el tema político, y si lo tocan es porque están fuera del país"

Solveig Hoogesteijn, directora, productora y guionista de cine, gerente cultural y coordinadora general del Trasnocho Cultural, y una de sus fundadoras, nació en Suecia, pero está "plantada" en Venezuela desde que tenía un año de vida, cuando sus padres la trajeron a esta tierra en la que se convirtió en una de las personalidades destacadas del sector cultural.

Hoogesteijn dirigió una de las películas referenciales del cine venezolano, Macu, la mujer del policía, y sabe bien lo que se siente estar delante y detrás de una precandidatura a los Premios de La Academia. Maroa, otra de sus películas más conocidas, luchó por ser una de las candidatas en la categoría de Mejor Película Extranjera, no lo logró, pero ha sumado esfuerzos como jurado en la elección de otras tantas películas nacionales que al igual que la suya hubiesen podido representarnos.

Recibió a nuestro equipo de Contrapunto en su oficina del Trasnocho, el centro cultural que por más de 15 años ha logrado sobreponerse a las dificultades políticas, económicas y a la inseguridad. En este sentido, comenta que ese centro no fue la excepción y durante los meses pasados sufrió una grave merma de público debido a las protestas y manifestaciones antigubernamentales, pero, dice, "gracias a Dios" ya se están recuperando.

Con su particular temple y timbre de voz, Hoogesteijn comienza hablando del cine en Venezuela. Sobre la baja en la taquilla venezolana, asegura que "la pérdida de público en nuestras salas no se debe tanto a la calidad de cine que se produce en Venezuela, sino a la nefasta situación económica que estamos viviendo en el país".


Y añade que, en general, "una de las grandes tragedias como sector es no contar con una política cultural que utilice los múltiples logros del cine venezolano para tener una mayor presencia en el mercado cinematográfico internacional. Es como si cada vez, años tras año, empezáramos desde cero".


La eterna deficiencia: no hay política cultural del Estado

–¿Cómo cree usted que se ha ido transformado el cine venezolano, tanto en la taquilla como en la distribución de los contenidos? ¿La gente sigue yendo masivamente a las salas o migraron a otras pantallas?

–El desarrollo del cine en Venezuela ha estado atado al desarrollo económico y cultural del país. Si pensamos en los años dorados, que son los años 80, yo diría más atrás, en los 70, cuando se empieza realmente con una cierta continuidad que nunca tuvimos, pero sí se produjeron más películas; el público venezolano, no importa a qué clase social perteneciera, se descubrió en la pantalla. Un público acostumbrado a ver películas en inglés, subtituladas al castellano, de repente descubre historias propias y lenguaje propio. Por ejemplo, la clase media y la clase media alta, que no conocía a la clase popular, por la acción de los cineastas de desarrollar sus temas en esas clases para darle visibilidad a ciertos conflictos y problemas que existían, acerca la vida del barrio a la clase media.

"¿Qué sucede? Cuando el público venezolano se ve por primera vez en pantalla es como un milagro, es un gran descubrimiento y el público va al cine, el público copa las salas, además no existían otras pantallas como las que hoy en día tenemos, no existían las computadoras, ni el celular, ni el iPad, ni los 'quemaditos'. Existió siempre la piratería, pero la difusión estaba más concentrada en las salas de cine. Eso hay que tomarlo en cuenta. Además, el cine siempre ha sido el entretenimiento más barato, lo sigue siendo, pero con el decaimiento económico que tenemos hoy en día si una familia de cuatro personas tiene que decidir si va a ir al cine o si va a hacer mercado, porque no tiene suficiente dinero para invertirlo en entretenimiento y en cultura, se va a decidir por el mercado y eso va a ayudar a que florezca ese mercado paralelo o 'pirata' de obras que se propagan sin pagar derechos de autor", describe la cineasta.

"Yo diría que la pérdida de público del cine en Venezuela no se debe tanto a la calidad de cine que se produce, sino a la nefasta situación económica que estamos viviendo. En cuanto a las temáticas, cuando el cine comienza en los 70, en los 80 cómo financiarse, porque a partir del año 81 ya existe Fonprocine que es una institución que financia al cine venezolano en dependencia a lo que le daba el Gobierno… Nosotros tenemos una ley de cine a partir del 93, la cual es reformada en 2005. Quien paga la producción del cine venezolano es el sector privado a través de un presupuesto parafiscal que paga la televisión abierta. Entonces, el mito de que hoy en día el Estado financia el cine no es real, es el sector cinematográfico el que financia el cine venezolano. La producción se ha limitado. ¿Por qué? Porque si va menos público al cine es menor el impuesto que paga la exhibición y por ende la distribución. El que hoy en día más contribuye a ese pote que se llama Fonprocine son las televisoras por suscripción. Entonces, yo diría que la temática le ha dado cabida a muchísimos jóvenes realizadores. Vemos que la cantidad de óperas primas es enorme, favoreciendo a los más jóvenes y no dándoles continuidad a los que tienen más experiencia, quienes sin embargo han seguido trabajando, pero de una manera más limitada. Es lógico por la contracción de la economía en todo el país. El cine es parte de esa economía, es una industria cultural, une los dos factores: el negocio y la expresión artística en un solo producto", explica.


–¿En qué ha avanzado el cine venezolano y qué le falta a su criterio?

–Ha avanzado tal vez en el lenguaje cinematográfico. En líneas generales, con sus excepciones siempre, diría que está más cuidado, se ha aprendido más a cómo expresarse en imágenes, en diálogos. Los guiones han ganado también, porque debemos pensar que en Venezuela la formación cinematográfica es de joven data. Mi generación se formó afuera, sí tuvo formación o se formó en la práctica. Indudablemente, nuestro cine es un cine de autor, tiene que serlo, porque los recursos que tenemos a nuestra disposición más el desarrollo de la tecnología en el país que es toda importada, así lo define.

"Yo no me atrevería a hacer un juicio de valor contrario a otro mito que existe de que el cine venezolano solo tenía historias de policías, ladrones y prostitutas, porque ese cine era el más popular, el que más quería ver la gente, eso no es un problema de los realizadores, los realizadores también responden al mercado con sus temas, todo es dialéctico en la vida, todo fenómeno influye sobre el realizador, sus ideas, sus expectativas. El cine venezolano siempre ha sido de una temática muy amplia, yo lo que creo es que en nuestra mentalidad, muchas veces anidan ideas muy cortas, mitos que se consolidan y se propagan de generación en generación cuando no tienen una base real", considera.

"La primera persona que hizo un estudio serio, cuantificado, sobre cuántas mujeres cineastas habían en Venezuela fue una norteamericana que realizó un libro aquí y ella es la que descubre que en los 80 había 84 mujeres cineastas en Venezuela. Un número que dejó pasmado a Francia, España, Inglaterra, Estados Unidos y al mundo entero, porque éramos más mujeres cineastas de las que se hubiese podido sospechar. Entonces, yo creo que ya no somos una minoría y en realidad nunca lo hemos sido, que hemos avanzado fuertemente, que hoy en día nos atrevemos a tener una voz propia. Yo creo que hay muchos mitos que debemos revisar dentro de nuestro cine porque todo fenómeno expresivo, artístico, tiene una base cuantificable. El día que algún investigador se siente a ver las cifras del cine venezolano, qué película en su momento, con qué número de habitantes hizo cuántos espectadores, porque esos son factores que hay que tener en cuenta, cuántas salas de cine existían, cuántas entradas, todos esos son parámetros que hoy en día con la computación pudiéramos meter dentro de un programa para tener una visión un poco más objetiva, pragmática de lo que hacemos. Venezuela es el país de las ideologías, de los mitos y de lo real maravilloso, ese es su ingrediente simpático, pero a veces nos hacen pisar en falso, nos hacen extraviarnos…".

–¿Hay en Venezuela un cine de resistencia?

–No. Yo no veo un cine de resistencia, yo veo esfuerzos de algunos cineastas como Hernán Jabes y Elia Schneider que hicieron unos cortos, pero que son más que un cine reflexivo, son piezas que buscan motivar a la resistencia. En ese sentido, sí son un cine de resistencia, pero eso no ha pasado a la producción de largometraje, más bien yo diría que existe mucha autocensura, que sí existen grandes esfuerzos, por ejemplo en lo que es la diversidad de géneros, películas como Tamara, la última película de John Petrizelli o Azul y no tan rosa. Yo creo que en ese sentido ha habido una actividad mucho más llamativa que, por ejemplo, en el tema político porque está atado al temor y el miedo es libre, está atado al temor de que ese proyecto no sea financiado por el CNAC, está atado al temor de sufrir censura, y veamos lo que pasa con El Inca por ejemplo, que es insólito. Gana un juicio, la programamos, a los tres días tenemos que volverla a sacar de cartelera, porque nuevamente está impedida su exhibición. Aquí sí hay censura, existe una censura, y eso ha inhibido a los cinestas en la escogencia de su temática, o evaden el tema político o si lo tocan lo hacen porque están fuera del país.


–Cada vez más entran películas venezolanas en certámenes internacionales. 

¿Qué puertas le abren al cine de nuestro país?

–Ese es un tema muy interesante porque, fíjate, es aprovechable individualmente por el cineasta sin duda alguna, pero si no existe una política de Estado, una política cultural que aproveche esos premios internacionales para tener una mayor presencia del cine venezolano en los mercados de venta de este producto; es una tragedia que desaprovechemos los premios que nuestro cine gana internacionalmente. No es la primera vez que películas venezolanas ganan premios importantes, yo he estado en Cannes con una de mis películas, en la quincena de realizadores, pero si hubiese habido en ese momento un estand de cine venezolano en el Festival de Cannes, sin duda alguna se hubiese aprovechado para el cine venezolano en su totalidad. No tenemos todavía estructurada ni concebida una política de posicionamiento del cine venezolano en el mundo, es como si cada vez empezáramos desde cero y no se aprovechan algunos pasos previos para darle continuidad, porque no hay el financiamiento para ello, y ese financiamiento no puede salir del bolsillo privado, tiene que ser un financiamiento del Estado a través de sus instituciones culturales. Sin presencia en el mercado cinematográfico internacional y una buena promoción, que cuesta dinero, no vamos a salir nunca de ese estado fetal que no nos permite realmente crecer. Es una política que los cineastas pueden propulsar pero no pueden financiar.

–¿Cuál era su película favorita para representar a Venezuela en los premios de la Academia este año?

–No formé parte del jurado, hasta ahora siempre lo había sido pero no quiero hacerlo más porque uno se canjea más enemistades que amistades. Es muy ingrato y ya he sido muchas veces jurado, ya he cumplido.


Sí hay resistencia cultural

–Frente a toda esta situación que vive el país, ¿cree usted que los artistas y creadores han mantenido una actitud activa?

–Extremadamente activa… Yo diría que el esfuerzo de los directores de teatro, de los productores de teatro, de los actores de teatro, de los técnicos, igual en el cine, hay muchas películas que se financian sin ayuda del CNAC. Ha crecido porque cuando la realidad es dura, se hace muy difícil, el arte no se calla, parece ser todo lo contrario, florece más, resiste más, crece, porque necesita resistir. Tú no puedes callar al individuo y el arte es un cauce por el cual tú puedes expresar muchas cosas, justamente el arte permite escapar del cerco de la censura, del cerco del miedo... Hasta para soportar la realidad, el arte es un ámbito que por producir realidades diferentes, es un refugio. El arte no lo calla ningún totalitarismo, no lo calla ningún régimen, la historia de la humanidad así lo ha demostrado. Gracias a Dios… O gracias a los artistas, creadores y realizadores.

–¿Cómo ha hecho el Trasnocho Cultural para sobrevivir a la situación país, crecer en número de salas y permanecer abierto incluso estando ubicado en uno de los principales escenarios de protestas y manifestaciones antigubernamentales (Las Mercedes)?

–El Trasnocho es un nuevo modelo gerencial en el campo de la cultura venezolana, porque el Trasnocho es accionado gracias al público que viene a las salas. Es decir, esa taquilla que está allá afuera es la manera como se mantiene toda la operación de los cines, de los teatros, de las salas de exposiciones y la supervisión general de lo que sucede aquí que es mi función en esta institución; además es el concepto: reúne en un solo espacio todo tipo de expresiones artísticas y culturales. Ese es el fuerte del Trasnocho. No depende de subsidios, no depende del Estado, eso nos da libertad en la programación, además nos hemos concentrado en el cine de autor y en el cine independiente, más difícil de conseguir, menos comercial".

"Ya tenemos 15 años de existencia. Empezamos con dos salas de cine, hoy en día tenemos cuatro. La tercera se abrió tres años después de la fundación y la cuarta dos años después. ¿Por qué? Porque hemos ido creando un público para ese cine. Un cine que no se presenta en otras salas. Ese es nuestro fuerte. El otro fuerte es ese programa tan amplio, con dos salas de teatro, con un centro de yoga y una librería. Cada uno de los proyectos que hacen vida aquí tienen una gran independencia, y a la vez, hay una sinergia muy grande. Por eso nos hemos mantenido en el tiempo, y a la vez es nuestra fragilidad", explica.

"Los cuatro meses entre abril y julio, en los cuales nuestra ciudad se vio imbuida en manifestaciones ciudadanas de protesta, sufrimos una baja de público enorme, tan grande que gracias a una junta directiva que es muy solidaria y que sabe que nuestra misión principal es difundir cultura y no hacer negocio, me exoneró de ciertos pagos durante ese lapso. Pagos que tengo que realizar cuando me recupere, pero sin duda esos meses incidieron enormemente en el funcionamiento de este lugar. En todos los frentes se sufrió una grave merma de público, pero como las personas que trabajan aquí son grandes profesionales y es gente muy comprometida con lo que hacemos aquí, aguantamos esos cuatro meses. El mes de agosto gracias a Dios ha repuntado, el público ha vuelto masivamente y nos estamos recuperando".



–¿Cuáles son los retos del Trasnocho Cultural?

–Yo creo que el crecimiento del Trasnocho y su éxito está basado sobre todo en la escogencia de las personas que trabajan aquí. Nuestro norte ha sido la excelencia, queremos preservar –a pesar de la vulgarización general y de ideologías populistas– esa excelencia, y esa excelencia encuentra su expresión en las personas que hacen vida aquí. Todo es muy cuesta arriba, pero como el compromiso es muy grande y hemos tenido éxito y no hay mejor aliciente y motivación que el éxito, hemos podido seguir adelante, al punto de jugar con la idea de abrir un segundo Trasnocho al norte de El Guaire (La Castellana, Chacao). Eso todavía demora, son varios años que van a pasar antes de poder hacerlo, pero esperemos que sea mejor antes que más tarde.

–¿Cuál debería ser, en este momento, la línea del sector artístico venezolano?

–Yo pienso que el arte si se caracteriza por algo, es por su amplitud, por permitirle a voces totalmente individuales y que pueden ser muy disidentes, de corrientes que puedan tener mayor importancia, a expresarse. A mí me preocupa algo como la autocensura, yo misma soy realizadora cinematográfica, escribo guiones, dirijo y produzco películas y la censura existe y está basada en el miedo, en el miedo a la represión, en el miedo a no conseguir el financiamiento para hacer algún producto de arte. Pero si algo caracteriza a la cultura y el arte es justamente la libertad de expresión. En el momento en que nosotros no tengamos eso, vamos a vernos terriblemente limitados y restringidos. En ese sentido, yo no tengo una respuesta a esa pregunta. No hay un deber ser, es un campo vivo, es un campo que se transforma continuamente y que le da cabida a voces nuevas, a voces disidentes, a voces tal vez disonantes, malas, de malas producciones. El campo del arte, gracias a Dios, es un campo abierto a la creación, a la imaginación y a la inspiración en la realidad, porque todo artista se inspira en su pasado, en sus vivencias y en la realidad que lo circunda.


Agregó que existe una autocensura en la escogencia de temas por parte de los creadores cinematográficos venezolanos por el temor a sufrir censura. "Lo que está pasando con El Inca es insólito", lamentó.

10-09-17

http://contrapunto.com/noticia/solveig-hoogesteijn-cuando-la-realidad-se-hace-dificil-el-arte-no-se-calla-resiste-157580/


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