Por Orlando Viera-Blanco
Savater en su libro Política
para Amador ¿Eres idiota?, nos cuenta: (…) “Los antiguos griegos (tipos
listos y valientes por los que sabéis tengo especial devoción), a quien no se
metía en política le llamaron «idiotés»; una palabra que significaba persona
aislada, sin nada que ofrecer a los demás, obsesionada por las pequeñeces de su
casa y manipulada a fin de cuentas por todos.” Por argumento derivado, también
incurre en «idiotés», quien se allana de la política como quien
pretende conocerla, imponiendo con indisoluble, insustituible y peligrosa
ignorancia, su modo de pensar a la polis… Esto también es tiranía.
Convicciones vs.
Responsablidad
“Idiotés” es capitular
la dignidad del otro por la mía (arrogancia). Savater agrega: “Es verdad que
cada quien tiene derecho a disfrutar su vida del modo más humanamente completo
posible, sin sacrificarla a dioses, ni a naciones, ni siquiera al conjunto
entero de la humanidad doliente. Pero para ser plenamente humanos tenemos que
vivir entre humanos, es decir, no sólo como los humanos sino también con los
humanos. O sea, en sociedad…” ¿Vive en sociedad aquél que piensa que su
decencia es superior? ¿Es buen conciudadano quien ofrece a otro nada más que
sus convicciones pero no responsabilidad social? ”. La política
comprendida como del tamaño de mi barrio, mi casa, mi dispensa, mis libros o mi
razón, no de mi nación, mi identidad, mi ser responsable o el mundo entero, no
es más que “idiotés”. Reducir el mundo al tamaño de lo que
comprendo, es aislamiento. Involucrarse con la polis demanda
universalidad, magnanimidad, posibilismo, siendo el yo soy, un
llegadero feudal, egoísta, idealista, que nos enfrenta, nos estanca y al final,
nada tiene que ofrecer.
El imperativo moral de Kant
guía nuestra voluntad pero no categoriza colectivamente. A nuestra voluntad
crítica se antepone la responsabilidad existencial, humanitaria. A diferencia
del que nunca cambia de opinión, el político debe sacrificar [sus opiniones],
por salvar la república. Sabe que su libertad llega hasta donde comienza la
libertad del otro (Isaías Berlín). Convertir creencias de cada cual en deberes
para los demás, es fanatismo, es el personaje trágico de Aristóteles, el
intransigente, el súper ético, el hemipléjico mental. Es una idiotez…
Terna de idioteces
Quien acreditado de
representación activista o partidista comparece ante un gobierno extranjero,
condenando de entrada, al frente amplio de oposición, además de impropio,
cabalga la clásica «idiotés». Quien dedica su tiempo desde redes
sociales a confundir, maldecir, ofender o empañar reputaciones, sin ofrecer
soluciones, sacrificios ni desagravios, con quien colabora es con el gobierno. Quien
pierde la oportunidad de implorar ante autoridades extranjeras por nuestros
niños que mueren de hambre en Venezuela, por privilegiar críticas a la unidad,
peor que idiota, es mezquino y vanidoso a rabiar. ¿Es inteligente
expoliar el divisionismo de oposición ante autoridades internacionales? ¿Es
inteligente demonizar ex-funcionarios de gobierno-hoy perseguidos-que aportan
pruebas de crímenes de lesa humanidad cómo Ortega Díaz? ¿Acaso la institución
del Whistle-blower o soplón no viene de la propia qui tam
law (el que también puede) desde los tiempos de Abraham Lincoln? Decirse
activista de DDHH y acusar a víctimas de colaboracionistas, desenfundando el
hacha revanchista, incurre en «idiotés», además de un delito:
prevaricación.
Nuestra única obligación
moral: ¡no ser imbéciles!
Sigue Savater: “De ese
«idiotés» griego deriva la única obligación moral que tenemos que es no ser
imbéciles, con las variadas formas de imbecilidad que pueden estropearnos la
vida…”. Destrozar la vida de quienes se dedican a la política por personificar
una opción personal, es una forma de estupidez. Si denunciamos los crímenes del
tirano como "iguales" a los errores políticos de sus adversarios,
jamás saldremos de aquél [Tirano], porque su tiranía también consiste en
dejarnos partir en diez. “Si me desentiendo de la sociedad humana de la
que formo parte seré tan prudente como quien en un avión gobernado por un
piloto completamente borracho, bajo la amenaza de un secuestrador loco armado
con una bomba…en lugar de unirse con los restantes pasajeros sobrios y cuerdos
e intentar salvarse, se dedica a silbar mirando por la ventana o reclamar a la
azafata la bandeja del almuerzo”. Esta actitud frívola de entender lo grupal a
la medida de mi imperativo moral, es lo que históricamente quebró consensos y
frustró transiciones. Si no estúdiese como el principista, Wilson Ferreira en
Uruguay, se autoexcluyó del Pacto del Club Naval que propició la salida
del dictador Bordaberry. Hoy la historia reconoce a Sanguinetti (Presidente de
la transición), que la política es lograr no categorizar.
Quien pregunte por qué no
salimos de Chávez o Maduro, podrían responder, porque nuestra “idiotés” supera
la de ellos. Rencillas liliputienses que evaporaron la sensatez unitaria.
Muchos en el exterior hemos
invertido años y recursos caracterizando al régimen y ayudando al pueblo para
que otros lo saboteen con el saco roto de egos y personalismos. Savater lo
definió. Hoy me hago eco de esa denuncia…aunque me llamen de idiota…
02-04-18
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