Por Carlos Hermoso
Se dice que con esta
sentencia, Bill Clinton derrotó a Bush padre en 1994. El equipo de campaña
incorporó la expresión “The economy, stupid”, (la economía, estúpido).
Luego se popularizó más: “es la economía, estúpido”. Así, muy a pesar de que la
popularidad de Bush estaba en su tope, pierde las elecciones ya que
esta frase tocó el aspecto que más afectaba a la gente. En un doble sentido,
cabe en nuestra realidad.
La política económica del Gobierno
chavista, desde un principio, ha sido entreguista y favorable al capital
financiero. Más que liberal, que lo ha sido, se trata de una política que
conduce a Venezuela a afianzar su condición de país dependiente y
semicolonial. En esta última etapa las cosas han alcanzado tal grado que
parecen no importarle al Gobierno las calamidades del pueblo con tal de
alcanzar su objetivo: obtener la nueva renta que depararía
la minería y un eventual incremento del precio del crudo. Así,
seguiríamos importando bienes para satisfacer la demanda interna. De esta
forma se frena el proceso de concentración de capitales. Se frena el desarrollo
de las fuerzas productivas.
Esta tendencia se evidencia
en tres instrumentos claramente indicadores. El primero es la Constitución en
sus artículos 301 y los referidos al equilibrio fiscal
mediante endeudamiento público. El segundo, los acuerdos de
eliminación de doble tributo. El tercero, el referido a la protección y
promoción de inversiones extranjeras. Misma que ha sido modificada una y
otra vez para ajustarla en un sentido cada vez más antinacional y en
correspondencia con la tendencia a afianzar la condición de Venezuela en la
división internacional del trabajo como proveedor de materia petrolera y ahora
minera.
En su nueva versión, luego
de ser entregada por el presidente Maduro a la llamada Asamblea Nacional
Constituyente, fue aprobada el 28 de diciembre de 2017. En ella se ratifica lo
fundamental de las anteriores como se establece en el artículo 33 de la nueva
versión entreguista que establece el trato igual a los capitales extranjeros en
relación con los nacionales. En su conjunto, allí encontramos la raíz de la
crisis actual. Liberalismo puro y simple.
De la política económica
desde que se instaura el régimen chavista, Maduro ha sido fiel a ese legado. Se
ratifica con el proyecto minero presentado en escena por Rodolfo Sanz en enero
de 2016 -aunque ya se venía adelantando- al entregarse a los chinos la
elaboración del mapa hidrogeológico mediante convenio firmado por Chávez en
2012.
Así, luego de destruida la
economía, todavía queda la carta de la minería. Pero, hay que esperar.
Mientras, además del sálvese quien pueda, se entrega la economía a las formas
más primitivas y lumpenizadas. El egoísmo en su máxima expresión liberal. Pero,
a su vez, controlando a buena parte de la sociedad y el descontento mediante la
distribución de la bolsa Clap y la más cruenta represión.
Un principio del capitalismo
que se convierte en poderosa fuerza material es la conversión de cualquier cosa
en mercancía. Alguna mercancía, cualquier cosa convertida en tal, se inscribe
en las leyes de la circulación para obtener el máximo beneficio. La última
prueba emblemática de esta afirmación la constituye sin duda alguna
la venta de papel moneda.
Por su parte, el Gobierno no
hace nada. La lumpenización y el egoísmo primario de tal grado, recibe de las
autoridades, no solamente el cobijo a quien vende a cualquier ciudadano el
efectivo, sino que hace lo propio. Negocia efectivo obtenido por diversos mecanismos.
La crisis y, en medio de ella, el egoísmo primitivo, aquél que se desprende
del sálvese quien pueda, conduce a la pérdida de cualquier manifestación
humana y solidaria.
Otra de las grietas o
blasones que muestra el Gobierno es la corrupción. La descomposición
es tan grande que el saqueo alcanza la más llana y simple de las actividades
económicas y públicas. La venta de dinero, la distribución de la bolsa Clap, la
consecución del pasaporte para huir del país, la matraca en la frontera para
alcanzar nuevos rumbos, quien busca vender productos en la ciudad, luego del
trabajo que supone la siembra, la cosecha, entre muchas actividades cotidianas,
están invadidas por la corrupción. Todo es corrompido y amparado por quienes
gobiernan en distinta instancia. La corrupción grande, la
de Pdvsa, la de miles de millones de dólares, se ve acompañada por la
que sufre la ciudadanía a escala nacional.
Por su parte, las últimas
cuestiones en materia económica lucen continuistas. El nuevo cono
monetario junto a la política por imponer el petro como instrumento
bandera de los nuevos tiempos para la acumulación capitalista, resumen una
reiteración de la política entreguista del Gobierno. Un nuevo cono sin medida
alguna para cambiar la orientación de la economía afianzará la inflación.
La apuesta a esperar los recursos de la minería y el petro, para reactivar la
economía. Busca el Gobierno la conversión del petro en un activo capaz de
incidir de manera significativa en circulación, el intercambio y la
distribución.
No supone para nada la
liberación de fuerzas productivas mediante la inversión y la creación de
empleos productivos. Apenas más recursos para seguir importando e invertir en
aquéllas áreas consensuadas con los nuevos amos. No hay nada nuevo en materia
económica. Lo juegan todo a la minería virtual o convencional. Parecen
garantizarles los nuevos amos, chinos y rusos, el mayor apoyo posible frente a
la ofensiva del imperialismo estadounidense que busca rescatar el área perdida.
Ubiquemos que la guerra
económica lanzada por Trump ante la pérdida de la hegemonía mundial,
encuentra en Venezuela un emblema importante. La guerra de divisas coloca
el oroen elemento fundamental de las divisas. El coltán es
materia principalísima de la industria moderna que busca modernizar EEUU. Entre
otros materiales estratégicos, Venezuela es reservorio de significación
mundial. Pasto pues para la guerra de colosos. A eso nos llevó la política
de cambio de amos. En vez de aprovechar las contradicciones interimperialistas,
le vendieron el alma al diablo.
Muy a pesar de todo esto,
los anticomunistas avivan la voz. Las últimas decisiones del Gobierno de
Maduro, aunque no muestran nada distinto a su naturaleza, estimulan la reláfica
que ha adquirido nuevos bríos. Insisten los parloteos anticomunistas en afirmar
la sandez de que se trata de un Gobierno socialista. De que se evidencia el
fracaso del socialismo. Cuando en verdad se trata de la economía basada en
la propiedad privada sobre los medios de producción y de las orientaciones en
correspondencia. Por lo que vale la variante de la expresión que ayudó en la
victoria de Clinton: Es la economía capitalista, estúpido.
03-04-18
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