Por Froilán Barrios
Surgió como un espacio de
convergencia, debate y acción conjunta, como iniciativa del Encuentro de
Partidos y Organizaciones Políticas de Izquierda de América Latina y el Caribe,
celebrado en 1990 bajo el auspicio del Partido de los Trabajadores (PT) de
Brasil, en el contexto de la lucha contra el neoliberalismo, el impacto de la
deuda externa en el continente, a partir de los efectos de lo calificado como
la década pérdida de los años ochenta en el siglo pasado.
Para el momento de su
constitución, sus más connotados líderes eran Luiz Inácio Lula da Silva y Fidel
Castro, por cierto, siendo en la época el dictador cubano el único miembro que
ejercía el Poder Ejecutivo en América Latina, en un contexto donde participaban
partidos políticos y movimientos sociales bajo la aureola de la redención del
continente frente al imperio.
Su lanzamiento disfrutó del
apoyo de la izquierda mundial y de intelectuales progresistas, algunos de
ellos, ilusos al fin, lo calificaron como el surgimiento de la V Internacional,
aludiendo a la historia del movimiento obrero mundial que lograra construir
cuatro internacionales, desde la primera internacional auspiciada por Marx y
Bakunin, hasta la IV internacional promovida por León Trotski en 1938. Incluso
tuvieron las ínfulas de calificar al otrora dirigente sindical metalúrgico Lula
da Silva en la región de San Bernardo en Sao Paulo, como en el Lech Walesa de
América Latina.
Luego de 28 años de su
creación, en que ha derivado el Foro de Sao Paulo a partir del arribo al poder
durante este lapso de partidos políticos y movimientos sociales componentes de
esta iniciativa, en Nicaragua, el Frente Sandinista; el Ecuador de Rafael
Correa; en Argentina, la dinastía de los Kirchner; en Bolivia, Evo Morales; en
Paraguay, Fernando Lugo; en El Salvador, Mauricio Funes; en Chile, Michelle
Bachelet; en Venezuela, Hugo Chávez; en Perú, Ollanta Humala; en Uruguay, el ex
montonero Pepe Mujica y en Brasil, Lula da Silva y posteriormente Dilma
Rousseff, en un espacio donde el concierto político mundial ha podido conocer
la distancia entre el discurso redentor y el ejercicio ético del poder.
Con la excepción de la gestión
de Michelle Bachelet en Chile y Mujica en Uruguay, todos y cada uno de los
señalados han sido domesticados por el flagelo de la corrupción, donde esta no
es solo financiera, sino de otro escenario tan perverso como es la manipulación
ideológica, al pretender condicionar a los pueblos a proyectos políticos que
han derivado en el derrumbe de las instituciones y en la frustración ante el
irremediable discurso populista.
El Foro de Sao Paulo y sus
integrantes sucumbieron ante Odebrecht, la diosa medusa de los sobornos en
América Latina, es la enterradora de un proyecto político que mereció un mejor
destino que los discursos antimperialistas de las cumbres, donde prevalece la
complicidad ante el crimen, como lo demuestran hoy quienes se solidarizan con los
numerosos señalados por enriquecimiento ilícito, llevando la voz cantante el
gobierno venezolano al ser el máximo receptor de comisiones con 98 millones de
dólares en todo el continente. Lamentable epitafio para la izquierda cuyo lema
es: enriqueceos que la revolución justifica todo
11-04-18
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