Miguel Méndez Rodulfo 06 de abril de 2018
En las
actuales circunstancias en que tenemos la seguridad del fin próximo de este
nefasto régimen, las personas y grupos que están pensando en la futura
gobernabilidad han entrado en el debate de si es conveniente dolarizar o no.
Existe un cierto consenso acerca de que el bolívar como moneda ha perdido toda
credibilidad y es necesario y conveniente sustituirlo como signo monetario. Lo
que se discute es si adoptamos el dólar o creamos una nueva moneda nacional. En
el fondo de esta discusión subyace el tema de la independencia del BCV. Quienes
se inclinan por el dólar traen a colación argumentos históricos que tienen que
ver con la gran estabilidad financiera y monetaria que existió cuando Gómez,
época en la que no había en Venezuela un Banco Central y los bancos comerciales
(incluso de capital extranjero) emitían sus propios billetes. Para entonces no
había bancos públicos. Estos bancos privados podían emitir papel moneda, de
curso libre, pero sólo hasta dos veces el capital de la entidad. Este capital,
a su vez, debía estar representado en monedas de oro; de manera que la unidad
monetaria era el “bolívar oro”, por lo cual Venezuela se regía por el patrón
oro En el recuerdo está, por ejemplo, la morocota de oro. Esta limitación a las
emisiones bancarias, junto con el establecimiento de un encaje igual al 30% de
las obligaciones del banco, evitaron que la economía creciera artificialmente y
dio lugar a una exigente disciplina monetaria. Cuando en 1939 se crea el BCV,
éste en sus inicios fue muy austero, siguió aplicando el patrón oro y negó la
posibilidad de financiar al gobierno. Eso fue así durante 20 años, luego esta
disciplina se fue resquebrajando. En 1974 se reformó la ley del BCV de manera
que el instituto emisor pudiera financiar al Estado. Bueno, eso fue el
principio de nuestros males y hasta hoy nunca se ha podido controlar la
indisciplina fiscal, el gigantismo del Estado, y un problema crónico de déficit
fiscal.
Los
que argumentan contra el dólar dicen que si Perú, Bolivia, Chile, Colombia,
tienen bancos centrales independientes y su propia moneda ¿por qué no
Venezuela? El punto es que estos países que padecieron de altas inflaciones,
les tomó bastante tiempo ordenar sus finanzas, meter en cintura a sus gobiernos
e independizar al banco central, tiempo del cual los venezolanos no disponemos.
Además, dada nuestra idiosincrasia latina, siempre habrá un iluminado caudillo,
queriendo demoler la institucionalidad y llevándonos nuevamente al foso; sino
fíjense que Humala inmerso dentro de una ideología chavista punteaba las
encuestas, pero que por un tris reflexionó y afortunadamente cambió de
mentalidad sin destruir el legado de Fujimori, de Toledo y de García. Pero no
sabemos qué puede ocurrir con López Obrador en México, que puntea las
encuestas, o si Petro rebota y llegara a ganar en Colombia.
La
tentación de los gobiernos por mediatizar a los bancos centrales siempre estará
latente. Es muy famosa la anécdota contada por Paul Volcker Presidente de la
Reserva Federal en la época de Reagan. Recibió una invitación del Secretario
del Tesoro, James Baker para reunirse con el Presidente en la Casa Blanca.
Volcker se extrañó cuando lo condujeron a la cocina y más se inquietó cuando
Baker, actuando cono ventrílocuo de Reagan le sugería que debía liberar las
restricciones para disminuir el circulante, ya que la medicina para curar la
inflación (causada por las desastrosas medidas económicas tomadas por Nixon,
sobre todo la eliminación el patrón oro) formulada por la Reserva Federal,
impedía que hubiese dinero en la calle y se aproximaba la campaña electoral
para la reelección de Reagan. Volcker se paró intempestivamente de la mesa y
les dijo: “caballeros no he oído nada. Porque si me atengo a los hechos he de
promover que el Congreso investigue la intromisión del gobierno federal en la
FED”. Al vencimiento de su período Volcker no fue ratificado en el cargo, pero
en buena medida su valentía fortaleció la institucionalidad en USA, reivindicó
a Madison y salvó a su país del mal inflacionario.
Otro
ejemplo es el de Federico Chiriboga, Presidente del Banco Central de Ecuador en
la época del Presidente Velasco Ibarra; éste le pidió dinero al BCE para
financiar unos gastos públicos y la respuesta de Chiriboga fue: “sobre mi
cadáver”. El tema es que no abundan los presidentes de bancos centrales
verdaderamente independientes, que entiendan su rol institucional; muchos de
ellos salen de lobbys políticos. La verdad es que muchos técnicos de los bancos
centrales han hecho carrera aupados por intereses distintos a los del instituto
emisor.
Miguel
Méndez Rodulfo
Caracas
6 de abril de 2018
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