Por Tomás Páez
La semana del 26 al 31 de
marzo fue particularmente intensa para las organizaciones de la diáspora
venezolana en Estados Unidos. Se realizaron dos exitosos y nutridos encuentros
en los que participaron ciudadanos, asociaciones y organizaciones de Venezuela
y Estados Unidos. La primera de las reuniones se llevó a cabo en la ciudad de
Miami y fue convocada por Veneamérica y el Observatorio Hannah Arendt bajo el
lema “Democracia y aAutoritarismo en Venezuela, una mirada abierta a
Latinoamérica” y la segunda promovida por Plan País, en su octava edición, cuyo
tema central fue: El papel de la diáspora venezolana.
Cada encuentro estuvo animado
con propósitos específicos y diferenciados en todos los ámbitos, desde la
modalidad de la convocatoria, pasando por la agenda de trabajo, la duración del
encuentro, el perfil de los participantes y hasta la forma de hacer seguimiento
a los resultados que se alcanzarían en cada uno de ellos.
Para empezar, la sola
realización de los eventos constituye en sí un verdadero logro. La creación de
estos espacios que congregna a centenares de venezolanos para reflexionar,
intercambias ideas y puntos de vista, analizar y evaluar la situación actual
del país y de la diáspora, de lo que se ha hecho y será necesario hacer para
salir del modelo de la barbarie que destruye a los venezolanos y a Venezuela,
el “socialismo del siglo XXI”, es un esfuerzo que encierra un inmenso valor.
Los espacios creados han
servido, además, para conectar personas y organizaciones, para informar de lo
que hacen, de los logros alcanzados y de las fallas, para conocer la gran
variedad de iniciativas de las organizaciones participantes y también para
identificar proyectos con el fin de recuperar la democracia y así poder iniciar
el proceso de reconstrucción de Venezuela. En esta oportunidad resultó posible
conectar a las organizaciones promotoras de ambos encuentros.
Las diferencias de objetivos
de cada evento no impiden identificar aquellas características comunes, que no
son pocas. Veamos cuáles son esos rasgos compartidos. Ambas reuniones, que
contaron con una nutrida participación de venezolanos y demócratas del mundo,
confirman el interés y compromiso de la diáspora con sus compatriotas y con
Venezuela. A todos preocupa el dramático deterioro de las condiciones de vida
de los venezolanos y la inocultable crisis humanitaria que hoy padecen. En cada
reunión nos encontramos con el admirable y silencioso esfuerzo de muchos
venezolanos y de las organizaciones que han creado con el fin de mitigar la
escasez de medicinas y alimentos que sufre la población venezolana.
En los espacios se abordó con
mucha pesadumbre el desplazamiento masivo en un breve lapso de una sociedad que
se hace más pobre cada día, que ejerce una gran presión sobre los países
vecinos y que requiere de la comprensión y el apoyo de la comunidad
internacional. Un eje central de ambos encuentros es el referido al papel de la
diáspora en la recuperación de las libertades y la decencia en el país. En el
caso particular de Miami ya hay varios grupos trabajando en proyectos
específicos para iniciar el proceso de reconstrucción del país, cuando las
condiciones lo permitan, pues todos sabemos que nadie en su sano juicio
invertiría en Venezuela en la situación actual.
Los encuentros, asimismo,
muestran el interés por mejorar la capacidad organizativa de la diáspora. Se
evidencia la necesidad de asegurar mayores grados de coordinación, articulación
y conexión entre las distintas organizaciones para poder potenciar el impacto
de sus acciones. Los encuentros ponen de relieve la indeclinable voluntad
política de sumar el know-how y capital social y relacional de la diáspora a
aquel que existe en el país y que constituye su más importante activo para el
proceso de transición. Con ese objetivo en mente la agenda de trabajo incluyó a
organizaciones que operan en Venezuela para conectarlas con las de la diáspora.
Otro rasgo compartido es la
enorme conciencia de la necesidad de defender la democracia en todos los
espacios. En torno a este punto no resulta admisible concesión alguna: hay que
evitar que coloquen minas a los espacios democráticos y de convivencia
ciudadana. En el proceso de reconstrucción será necesario superar el excesivo
estatismo que tantos perjuicios ha causado, fortalecer los derechos del
individuo, la defensa de la propiedad privada, el sistema de mercado y el
capital humano, el más importante activo con el que cuenta la sociedad.
Un rasgo común de las citadas
organizaciones, que comparten con el resto de las que existen en el mundo, es
el contraste entre la inmensa voluntad y compromiso de quienes en ellas
participan y los escasos recursos de los que disponen. Deben hallarlo entre sus
afiliados y en organizaciones y empresas, cuyos aportes hacen posible su
mantenimiento.
En las reuniones de trabajo de
Miami se abordaron temas que en la de Boston se estructuraron en mesas de
trabajo que posibilitaron un debate sistemático en una agenda de temas muy
amplia, que incluía: la responsabilidad social del venezolano, la crisis
humanitaria y de alimentos, la educación y el liderazgo en el desarrollo de una
nación, el papel de las ciudades, los emprendedores sin fronteras, la
reconstrucción de la economía venezolana, la estrategia en la Venezuela
pospetrolera, el papel de la diáspora y su papel como catalizador social un
sueño para Venezuela y la reconstrucción y la esperanza, los derechos humanos y
la migración forzada y forzosa y Venezuela en la comunidad internacional.
El intercambio de ideas en
cada mesa hizo posible fraguar una agenda de trabajo que contiene propuestas,
iniciativas, acuerdos institucionales y proyectos. Se identificaron opciones y
mecanismos para dejar atrás el gran atolladero en el que el régimen deja al
país. Y se acordó la necesidad de hacerle seguimiento estableciendo nuevas
formas de relación sistemática entre todos los participantes. Esta actitud
constructiva que piensa en la forma de mejorar la calidad de vida de los
venezolanos contrasta con la que han expresado voceros del régimen que están
dispuestos a dejar el país en cenizas, o “si no soy yo no será nadie más”. No
necesitaban reafirmarlo, en sus acciones se evidencia el pérfido carácter
destructor de la dictadura.
Fueron días intensos en los
que se exploraron formal e informalmente proyectos y salidas a la honda crisis
que abruma al país. Con lo hecho se avanzó un importante trecho en todos los
planos: organizativo, propositivo, en la conformación de alianzas y en el plano
humano. También se perfeccionó la caracterización de la diáspora, los temas de
cooperación global y la articulación de los esfuerzos institucionales a escala
planetaria. Se adelantó un trayecto en la creación de mecanismos de cooperación
y alianzas para el desarrollo de proyectos conjuntos.
Tras estas iniciativas hubo
personas, seres humanos que las hicieron realidad. Tuve el privilegio de
participar en ambas reuniones, verdaderos encuentros con la certeza de la
esperanza. Pudimos palpar muy de cerca la inmensa capacidad y calidad humana,
que es además impermeable al desaliento, y que articulado al capital humano que
ha decidido permanecer en el país augura un futuro brillante para Venezuela.
Hasta el mayor de los descreídos, pesimistas o escépticos, habría salido de
estos encuentros con la esperanza en algo y con la convicción de que saldremos
de este periodo de barbarie, de destrucción con la certeza de que es posible
construir un futuro mejor en el que todos tienen cabida con independencia de
dónde se encuentren o de dónde decidan vivir.
El capital humano, el know-how
y las relaciones personales, empresariales e institucionales constituyen el
mayor activo de un país y Venezuela lo tiene dentro y fuera del mismo. Mientras
la dictadura se quedó en los argumentos del siglo pasado, como los de que
“tenemos las reservas petroleras más grandes del mundo” y el “imperialismo
yanqui quiere apropiarse de ellas”, los venezolanos sobre cuyos hombros recae
la recuperación del país saben que hay nuevas energías que es necesario
desarrollar; mientras el régimen habla de adoctrinamiento, el futuro habla de
educación para formar en las competencias del siglo XXI; mientras el régimen
habla de hegemonía comunicacional o pensamiento único, la Venezuela del futuro
habla de libertad y pluralidad.
El elevado compromiso de todos
quienes participaron en las reuniones y el altísimo nivel personal y académico
que exhibieron quienes usaron sus días de vacaciones para reflexionar sobre el
futuro de Venezuela, son la mejor garantía de que Venezuela saldrá del
oscurantismo y atraso de uno de los periodos más lúgubres de su historia. A los
organizadores de los encuentros y a los jóvenes del Plan País mi reconocimiento
y agradecimiento.
13-04-18
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