Gladys Socorro 21 de mayo de 2019
@gladyssocorro
No, de
plano. No hubo medias tintas ni guabineo. Ni siquiera fue necesaria la consulta
a Caracas. El equipo negociador enviado a Noruega por el presidente Juan Guaidó
le metió el freno de mano a los representantes de Nicolás Maduro. Éstos
pretendieron aceptar la salida a la crisis nacional por la vía electoral, pero
a su manera: convocar un referendo para consultarle a los venezolanos si
querían o no adelanto de las elecciones presidenciales, más no la elección del
Presidente en sí.
Es
obvio, los oficialistas necesitan tiempo para reacomodarse e intentar salir a
flote, pero la oposición, esta vez liderada por la Asamblea Nacional con Guaidó
a la cabeza, no cedió terreno. El cese sin demoras de la usurpación es
innegociable. En el nivel de deterioro que está Venezuela y la amenaza que
representa para el resto del continente, la Comunidad Internacional en pleno
coincide en la necesidad de sacar a Maduro y a su grupito de Miraflores. La
estrategia del chavismo buscaba ganar un año como mínimo, seis meses para el
referendo y seis meses más para las presidenciales, apostando al hecho que
Guaidó dejaría de presidir la Asamblea Nacional los primeros días de enero e
inmediatamente también dejaría de presidir el país.
Mucha
alharaca se ha armado con este encuentro en el que ni siquiera las partes se
vieron las caras. Y es que los venezolanos nos acostumbramos a disparar primero
y preguntar después. La crítica es y ha sido nuestro hobby por excelencia, hoy
exacerbado por las redes sociales y la acumulación de años y años de
desconfianza. Nunca habíamos tenido una opción tan clara para salir de la
tragedia chavista y seguimos siendo nuestros primeros saboteadores. A Maduro y
su gente no le creemos ni el Padre Nuestro, pero basta con que disparen en
contra la oposición para aceptar a rajatabla todo lo que dicen y cómo lo dicen.
Su manoseado guión de desesperanza inducida pareciera mantener su influencia en
parte del bloque opositor.
No
perdamos el foco. No nos distraigamos del objetivo. Aunque alguno que otro
dirigente político intente pescar en río revuelto metiendo cizaña para generar
desconfianza, no les hagamos caso. El chavismo y algunos colaboradores insisten
en dividirnos para ellos mantenerse en el poder. Buscan implosionar la
imperfecta unidad política que se ha creado en torno a la figura de Juan
Guaidó, jugar al cansancio y obligarnos a abandonar el camino de libertad que
estamos transitando.
Oportunidades
como ésta no volveremos a tener en el futuro cercano. Mantener unida a la
oposición, tener el respaldo de la Comunidad Internacional, a un Estados Unidos
coordinando todas las acciones, al Vaticano como soporte de una decidida y
frontal iglesia venezolana y a la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
mostrando estadísticamente por primera vez la dantesta realidad nacional, no es
cosa fácil. Aunque lo que los una, en su mayoría, sea la necesidad de sacar a
Maduro y su grupito de Miraflores para mantener la paz, estabilidad y seguridad
en el continente, siempre privilegiarán todas las vías de diálogo y negociación
por encima de cualquier acción militar, y las conversaciones en Noruega son un
ejemplo de ello. Agotar esa vía es un acto de responsabilidad porque de los
movimientos militares se sabe cuándo comienzan pero no cuándo ni cómo terminan.
Amén
del caos que representaría para los venezolanos que todo siguiera igual, a
Guaidó es al que menos le conviene que este proceso fracase. Es intocable y
protegido mientras esté al frente de Venezuela, es decir, hasta el 5 de enero
de 2020 cuando deba entregar la presidencia de la Asamblea Nacional. Entonces,
pasaría a ser un perseguido y quedaría relegado al exilio lo que para los
políticos no resulta una buena opción, sino pregúntenle a quienes están afuera
a la espera de la resolución del conflicto interno para regresar.
Insisto,
las cartas están echadas. Lo lamentable de todo este proceso es que el
desenlace definitivo está en manos de terceros. Por comodidad, inocencia,
inconsciencia y el juego sostenido de la abstención dejamos crecer a un
monstruo de mil cabezas que ahora no podemos controlar con nuestros propios
recursos. Ojalá hayamos entendido la lección. Mientras tanto, no tenemos más
opción que confiar y acompañar el proceso, a menos que usted tenga una mejor
solución que la planteada. Juan Guaidó me lo dijo a mediados de abril y yo le
creo: “faltan dos meses, quizás menos…no nos vamos a dejar joder”. Amanecerá y
veremos.
Gladys
Socorro
Periodista
@gladyssocorro
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