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lunes, 20 de mayo de 2019

Las Reflexiones de Maduro por @polis360



Por Piero Trepiccione


Vista la coyuntura interna y externa que atraviesa Venezuela en estos momentos, mucha gente en diferentes latitudes del planeta se debe estar preguntando ahora mismo: ¿Qué está pensando Nicolás Maduro? ¿piensa que él sigue siendo la alternativa para gobernar a un país cansado de tantas penurias? ¿piensa que tendrá un lugar merecido en la historia? ¿cuánto más debe resistir? Son algunas cosas sobre las cuales seguramente girarán esos pensamientos de un hombre que atraviesa una compleja situación, que arrastra a millones de venezolanos que cada día ven el deterioro progresivo de sus condiciones de vida a niveles infrahumanos.

Pero las acciones políticas de Maduro indican que su posición depende cada vez menos de sus propios pensamientos o decisiones. Ante la pérdida de popularidad interna y el colapso de las finanzas públicas del Estado venezolano, su soporte existencial está asociado a las fuerzas armadas, la inteligencia cubana, la geopolítica rusa y el marcado interés chino por ocupar espacios en América Latina más allá de lo comercial y económico.

Por eso vemos las operaciones políticas y diplomáticas, que a diario reflejan los medios de comunicación internacionales, entre las potencias y sus principales representantes diplomáticos, discutiendo el destino político de Venezuela. Mike Pompeo, secretario de Estado Norteamericano, Serguei Lavrov, canciller de Rusia, Joseph Borrel, canciller de España, Federica Mogherini, representante de la Unión Europea para los asuntos internacionales y Wang Yi, canciller de China, son algunos de los nombres que más se vinculan con el conflicto político venezolano.

Esta particularidad abre una paradoja: acerca y aleja una solución al caso Venezuela. Acerca en el sentido de la atención que ha suscitado nuestra situación en el mundo entero asociado a una coalición de más de cincuenta países, que buscan afanosamente un camino que en el corto plazo permita ubicar una solución de carácter democrático y constitucional. Y aleja, por las disputas geopolíticas que permean el interés real de detener la catástrofe humanitaria que envuelve a la población venezolana y las repercusiones de la migración en toda la región.


Una renuncia destrancaría el juego

Frente a ello, Maduro en sus reflexiones tiene una opción que pudiera ser la carta maestra para destrancar la complejidad de nuestro caso: su renuncia. Esta jugada está asociada a la posibilidad de preparar un puente de plata que permita gestionar un gobierno de transición en el corto plazo, de cierta manera tutelado por figuras que garanticen que no haya persecuciones y radicalismos y se pueda reabrir el camino electoral a corta distancia; pero, por sobre todo, que pueda tomar las medidas necesarias para iniciar la reconstrucción del país y el restablecimiento de la confianza de los entes financieros internacionales para apoyar el relanzamiento de la economía.

Más allá del a renuncia, las opciones se le reducen día a día a Maduro. El riesgo de una explosión social interna está latente. La descomposición financiera e institucional lo estimula. A la par, el deterioro del control que ejerce sobre las fuerzas armadas es más que evidente. No hay forma de mantenerlo con la reducción del margen de maniobra financiero que lo agobia. Todos los caminos se han venido cerrando menos el de un puente de plata.

En ello, han venido trabajando varios gobiernos e inclusive el Vaticano. Lo de Oslo es un nuevo intento y viene en un momento en el cual, el círculo se está cerrando. Maduro a esta hora debe estar aumentando el tiempo de dedicación a sus reflexiones, en algunos casos a motu propio y en otras, asediado por factores internos y externos de poder. Su hora está cerca y él lo sabe más que nadie en este momento.

19-05-19




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