Julio César Arreaza B. 19 de mayo de 2019
El
tiempo pasa y se cuenta en muertos. La sociedad democrática sufrida y
resiliente es la que cuenta con la empatía del mundo bueno; ella pone los
muertos en la lucha contra un totalitarismo asesino, y aspira a un cambio de
paradigma. Su lucha es por una ruptura histórica y el cambio de modelo,
erradicar la corrupción con la justicia que ha de llegar, ésta es la salida que
quiere, para nada una transición que nos conduzca al mismo Estado de la
Guisocracia. No más crímenes e impunidad, queremos libertad. La corrupción está
en el germen de esta tragedia.
Política
y ética deben ir juntas. Queremos limpieza y decencia moral. Ponerle fin a la
violencia promovida por el régimen entre la población, al horror que está
cometiendo contra la población infantil, a la frustración de la madre que no
puede mandar al hijo a la escuela. No podemos cerrar los ojos ante el drama
nacional, tapándonos los ojos ante las muertes diarias, ante la maldad absoluta
de dominación, ante la opción siniestra entre idos a la diáspora y esclavos.
La
lucha es por el desmontaje del régimen forajido que rompió el orden
constitucional. Están dadas todas las condiciones para una coalición militar
por la paz. Lo primero cuando se habla de soberanía es la protección de su
población. Existe una cohesión entre el frente interno y los países
democráticos.
Descartamos
la falsa narrativa de la guerra civil, que solo es posible la transición si los
actores de las mafias son parte. No va a haber confrontación entre venezolanos,
cuando es monumental el acuerdo social para salir del régimen. Supera al que se
dio cuando la vaca sagrada surcó los cielos caraqueños con la huida del tirano,
y resultan incomparables en cuanto la distorsión en las condiciones de vida de
esta hora. La Fuerza Armada dominada se quebrará con la amenaza creíble del
apoyo externo.
Juan
Guaidó es ampliamente reconocido como nuestro presidente interino, pero se la
está jugando con el diálogo en Noruega que pudiera llevarnos a un matadero
histórico. Ignoramos hacia donde nos llevan. Se pudiera estar negociando lo
peor. No sabemos dónde estamos parados. El destino es conducido por manos
desconocidas. La usurpación no es solo Maduro, es el aparato chavista con todas
las mafias. Donde queda la justicia y la moral, si las mafias financian su
permanencia para tener una paz precaria. A la vuelta las mafias regresarían con
más fuerzas. El chavismo invisible corrupto y letal seguiría ahí intacto.
Entraríamos en un escenario de desgaste absoluto y seguiríamos vegetando en la
zona oscura que hoy vivimos. Pediremos cuentas y cargarán los actores que
desvíen la ruta acordada con el costo político de sus errores y
responsabilidades.
¡No
más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
Julio
César Arreaza B.
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