Por Henrique Capriles
A pesar de que la crisis
política está inundándolo todo, un liderazgo político responsable no debe dejar
de prestarle atención a aquello que está lejos de los reflectores de la prensa,
de los grandes medios, de “la noticia del momento”. En especial cuando nuestro
contrincante, nuestro adversario político, es un régimen que insiste en que
cada derecho violado, cada padecimiento, cada sufrimiento de nuestra gente se
normalice y empiece a pasar desapercibido.
Digo esto porque cuando los
cómplices del aparato de propaganda se encargan de dividir, sapear y sembrar
inquina entre las fuerzas que luchan por recuperar la Libertad en nuestra
Venezuela, desde Miraflores le suben el volumen a todo aquello que les sirva
para ocultar que desde aquel lamentable apagón del 7 de marzo de este año la
mayoría de las regiones del país sufren de una crisis eléctrica y de servicios
a la que, para más tragedia, hoy se le suma la escasez de combustible.
Mientras tanto, en Caracas,
hacen todo lo posible por mantener una ilusión de normalidad que nada tiene que
ver con lo que se vive en los estados fronterizos donde poner gasolina se ha
transformado en una extorsión inhumana, en los estados pesqueros donde la incapacidad
de mantener las embarcaciones y la refrigeración ha acabado con el sustento de
centenares de familias, en los estados llaneros donde comer se ha vuelto un
lujo a pesar de estar pisando las tierras más fértiles del mundo, en los
estados del sur donde la violencia y la muerte se ha apoderado de los espacios
cotidianos convirtiendo cada día en una supervivencia.
Y esa es una crueldad del
régimen que no podemos permitir, porque eso sí que en verdad les compra tiempo
y los acomoda. No debemos olvidar, como una coalición de fuerzas que creen en
la democracia, que acompañan a las comunidades que más sufren las consecuencias
de las políticas asesinas del usurpador también están peleando por el cese de
esa usurpación, pero en unas condiciones que para los periodistas de los medios
establecidos en Caracas pueden pasar desapercibidos, como resultado de la
mampara de normalidad que Maduro y sus cómplices insisten en llevar adelante
para diluir el maltrato inhumano de las regiones en los titulares de una crisis
política, tan importante como grave, pero que no es la única.
Sin duda que esa falsa
normalidad en Caracas le ha dado rédito político al régimen. A pesar de que tan
sólo van cuatro meses desde que el Pueblo decidió acompañar este firme proceso
en dirección al cese de la usurpación, las consecuencias de la debacle hacen
que parezca mucho más tiempo. Y Maduro y su aparato de propaganda lo saben, de
manera que intentan desarticular las fuerzas nacionales.
En más de una oportunidad he
dicho, por este medio y por otro, que hasta que no hagamos nuestra la lucha
justa del otro no conquistaremos del todo nuestros objetivos políticos. El año
pasado, cuando las enfermeras nos dieron esa lección de civismo y protesta,
sólo alcanzaron sus objetivos cuando otros sectores decidieron apoyarlas en su
causa y la hicieron común, propia, una.
Eso mismo está sucediendo
ahora en una dimensión geopolítica. Y esa es la estrategia del régimen, de
manera que el liderazgo democrático debe advertirla y afrontarla de manera
eficaz.
El infierno que están
viviendo los zulianos con la electricidad es un ejemplo claro. Y si permitimos
que las protestas solo sean endémicas, regionales, sectorizadas, tendrá éxito
esa especie de parque temático de normalidad que quieren mantener en Caracas.
No podemos perder la
capacidad de expansión y globalización de la protesta por el simple hecho de
que en las otras regiones del país nadie esté haciendo propias las causas y las
luchas que llevan adelante, con valentía, nuestros hermanos en Zulia.
Y lo mismo sucede con lo que
se está viviendo en el Táchira donde las colas kilométricas para la gasolina y
las fronteras cerradas definen una crisis inaudita en este siglo, con lo que se
está viviendo en Bolívar y Amazonas con hermanos asesinados y una tierra sin
ley donde mandan el billete y la maldad, con el hambre y la mengua de los
Llanos donde quienes quieren sembrar y apostar por el país son asediados por
paramilitares que cuentan con la complicidad de quienes deberían detenerlos,
con el abandono y la crueldad de la vida en nuestro Oriente donde la falta del
gas genera movilizaciones populares que no resuenan en Caracas con la misma
fuerza con la que allá sí resuenan las mentiras políticas de Maduro y su
cúpula.
La nueva dimensión que está
adquiriendo la crisis de los servicios en las regiones debe contar con la
solidaridad de Caracas, porque en nada el aparato de propaganda del régimen
querrá revertir esa posibilidad. Ya en más de una oportunidad han querido
fomentar la rencilla que, como es natural, puede sentir alguien del Zulia, en
Nueva Esparta o del Táchira al ver que en Caracas no hay apagones, que no se va
el agua o que las gandolas de gasolina que salen van derechito a la capital.
Si el usurpador, como el
cobarde que es, se esconde en su palacio con el mediano control que han logrado
tener en torno a la visibilización de la crisis, ¿se imaginan lo que tendrá que
hacer si logramos que Caracas y el resto de las regiones extiendan una clara
estrategia política en la que todos los ciudadanos demócratas podamos sentir
como nuestras las luchas de nuestros hermanos y, además, ellos hagan suyas
nuestras luchas regionales?
Es momento de hacer que el
mapa entero de Venezuela suene a favor de un mismo objetivo. No van a
alcanzarle los delincuentes para asediarnos, ni van a alcanzarle los cómplices
para taponearlos ni van a alcanzarle los medios para ocultar una verdad
evidente: no pudieron gobernar el país por haberse dedicado a robar y ha
llegado el momento de que abandonen el Poder y la justicia haga lo suyo, porque
tarde o temprano pasará y será rotundo.
El régimen está fragmentado
es sus poderes más primitivos. Tenemos que aprovecharlo políticamente y hay una
oportunidad enorme en el ejercicio de la solidaridad, la suma de fuerzas y la
expansión de la protesta como un claro diagnóstico de aquello que hasta ahora
ha sido regional pero que puede alcanzar dimensiones globales.
Venezuela entera haciendo
suya la causa de sus hijos. Ese es el camino ahora para generar las condiciones
que determinen el fin definitivo de esta pesadilla y así empecemos a
construir el país que merecemos, desde una transición hacia la Democracia y la
Libertad.
¡Dios bendiga a Venezuela!
26-05-19
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