Por Fernando Pereira
Astrid Carolina tiene nombre
de actriz. En los ‘90, una chica que se llama igual se hizo famosa por ser
finalista del certamen de belleza Miss Venezuela y actriz de telenovelas. La
Astrid Carolina de esta historia no es actriz, tiene 11 años y la fuerza de un
roble para enfrentarse a una sociedad que no ha entendido que tener una sola
mano no hace a una persona objeto de burla y discriminación.
“Cuando voy al colegio me da
un poquito de miedo porque sé que me espera algo malo”, dijo Astrid.
Astrid, en sus cortos 11
años, ha pasado por tres escuelas, en ninguna de las cuales se ha sentido
completamente a gusto, aunque dice que de esta última, una institución de Fe y Alegría, no se
quiere ir, porque es de todas donde se ha sentido mejor.
Este temor, posiblemente lo
comparten miles o millones de niños, niñas y adolescentesvenezolanos, pero
no lo sabemos porque la violencia en las escuelas nunca ha entrado en las
estadísticas del Ministerio de Educación.
El testimonio de Astrid
Carolina lo conocemos gracias a la entrevista que le hizo Ana Carolina Griffin
para el capítulo de violencia en las escuelas del reciente informe
de Cecodap. La inmensa mayoría de los casos no se conocerán pues no existe
un sistema de información, el Ministerio de Educación no levanta información al
respecto. Lo que le pasa a Astrid Carolina no tiene dolientes más allá de su
familia.
En el recorrido por escuelas
nunca nadie mencionó unos lineamientos o protocolo a seguir; a quién se puede
notificar o a dónde pueden acudir las familias cuando se sufren este tipo de
agresiones. Todo el peso cae sobre la familia que debe lidiar sola
con las circunstancias como si la fatalidad le jugara una mala pasada.
Las veces que Astrid ha
acudido a su maestra a solicitar ayuda, la docente le pide que la comprenda
porque tiene a su mamá enferma y le dice que no quiere escuchar más problemas.
Los docentes no han recibido
información sobre las distintas violencias que dificultan la convivencia escolar
y menos sobre el acoso escolar o bullyng que afecta a tantos
estudiantes que son víctimas por cualquier condición física, apariencia,
discapacidad, orientación sexual, por no contar con medios para traer merienda,
uniformes nuevos…
La maestra de Astrid
Carolina, como la inmensa mayoría, tiene dificultades para adquirir los bienes
básicos, mantener a su familia, comprar medicinas. Su salud mental no está en
condiciones óptimas para los retos que un salón de clases lleno de estudiantes
requiere.
Astrid Carolina, encontró en
la dirección de su colegio unos oídos activos que atendieron su angustia y
procedieron en consecuencia a buscar asesoría psicológica para ella y
su núcleo familiar. Todo eso sucedió, luego de que se hicieran varias reuniones
en la escuela para tratar el caso.
A Astrid no le ha tocado, al
menos por ahora, elevar su caso ante instancias institucionales, pero si
llegara a suceder la ruta no es clara.
Sufriendo en silencio
La desinstitucionalización del
sistema de protección del niño y del adolescente hará cuesta arriba encontrar
una respuesta efectiva y algún programa que la pueda atender.
La violencia tiene
diferentes caras en los centros educativos. El acoso es una de ellas.
Agresiones físicas, verbales, uso de las tecnologías, daño a instalaciones, a
los útiles escolares, presencia de armas, amenazas…
Para miles de niños y
adolescentes como Astrid Carolina la escuela no es un lugar placentero,
donde se sienten a gusto, seguros. Deben seguir sufriendo en silencio sin
que el entorno tome medidas efectivas para entender que las aulas no son
espacios para hacer daño a otros. Es una tarea y deuda del Ministerio de
Educación.
23-05-19
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