JEAN MANINAT 25 de mayo de 2019
@jeanmaninat
Que
regresen los partidos doctrinarios, los que sustentaban su acción en un hilo
conductor histórico, en sus familias ideológicas, en sus disputas intelectuales,
y sus terrenales combates electorales que tanto bien le hicieron a la
democracia venezolana. Que se levanten de sus santuarios, que desempolven los
años perdidos, y vuelvan a rezongar orgullosos su estirpe democrática, y su
vinculación con las ideas que les animaron desde su fundación, cuando el país
era un estropajo autoritario, como lo es ahora.
Porque,
a pesar de los pesares -sobre todo para quienes le hundieron una puñalada
artera resguardados en sus instituciones- este fue un país digno en el manejo
de la democracia y sus riesgos, que incorporó el torrente de las grandes
mayorías que anhelaban progresar en libertad. Gracias al chantaje oficialista
se ha instalado la leyenda sombría de la llamada IV República, un oscuro
agujero que condensaría todos nuestros males republicanos. Así, muchos de los
ya adultos jóvenes dirigentes de la oposición democrática, hablan como si la
historia del país hubiese comenzado con el líder fundador del socialismo del
siglo XXI. Lo anterior parece contaminar.
Es un
craso error tratar de esconder el pasado bajo la alfombra nueva. No se trata de
andar promocionando folletos de arqueología política, ni de sacar a los santos
civiles en procesión cada cierto tiempo; pero sí recordar que Venezuela fue un
ejemplo de convivencia democrática en la región, no porque fuera perfecta, sino
más bien, porque a pesar de sus defectos y sus feas carencias, resolvía sus
conflictos democráticamente. Trastabillaba, es cierto, pero hacia delante.
Hasta que llegó el comandante y mandó a parar.
Todo
lo que dices ha sido dicho, algo así argumentaron los Beatles. Parte importante
de la reconstrucción del país deberá pasar por el fortalecimiento de los
partidos políticos. En el caso de los históricos, reconectarlos con sus raíces
doctrinales, con su esencia y recobrar sus grandes aportes a la lucha por la
democracia. (En ese sentido es muy auspicioso el nombramiento de Mercedes
Malavé como Presidente Provisional de Copei).
A los
más novel, que se pongan a buen resguardo de la tentación caudillista, del
inmediatismo, y que miren por el retrovisor de tanto en tanto, a ver si por
suerte llevan sentado un santo protector de la IV en el asiento trasero.
¿Será
naive pedir la reconstrucción de los partidos históricos -y menos históricos-
en medio de las terribles circunstancias que se viven? Hubo un tiempo en que
portar los colores, las franelas, los símbolos de una agrupación política, era
motivo de orgullo, de cierta satisfacción con uno mismo. Militar en un partido
era una revalidación democrática y ciudadana. Hasta que la antipolítica
encontró el socio ideal que tanto había buscado. Y miren ustedes donde
terminamos.
Sí, en
esta columna echamos mucho de menos aquellas fiestas democráticas y
partidistas, con todo y sus trompadas estatutarias. Perdonen la nostalgia, pero
ojalá que regresen…
Jean
Maninat
@jeanmaninat
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