Por Fernando Pereira
Este año se conmemoran los
30 años de la aprobación en Naciones Unidas de la Convención sobre los
Derechos del Niño. Es un tratado de derechos humanos que consagra los
derechos de los niños y adolescentes menores de 18 años. Representó un hito en
la forma de concebir a este grupo etario; de ser visto como objeto de
protección a sujeto de derechos, ciudadanos con derecho a participar, opinar,
expresarse, asociarse, manifestar, ser escuchado en todos los asuntos que le
conciernen.
A comienzos de los 90, en el
movimiento de los derechos del niño considerábamos que se requerían 25
años para la gestación de una nueva cultura, una nueva ética en la forma
de ver, tratar y respetar la dignidad de los derechos de la niñez y
adolescencia. Tres décadas después los sentimientos son ambivalentes. En el
caso de Venezuela los indicadores muestran el retroceso en las condiciones de
vida de la inmensa mayoría de esta población. Nos queda una deuda por el
ensanchamiento de la brecha social.
¿Todo está perdido?
Óscar Misle y este servidor
nos dimos a la tarea de recoger en el libro Cuando sea Grande, 14
testimonios de jóvenes (contemporáneos de la Convención) que participaron en
proyectos de Cecodap desde que eran niños o adolescentes, y que hoy
son adultos con sus vidas hechas. A lo largo de estos años de trabajo no
dejamos de preguntarnos de qué modo nuestros proyectos impactan en las vidas de
los cientos de chicos con los que trabajamos, y estos testimonios son una
aproximación a esa respuesta.
Todos ellos finalizan con la
Venezuela que sueñan:
“Sueño con una Venezuela
de oportunidades para el desarrollo de sus ciudadanos, un país libre,
unido, donde la tolerancia y la solidaridad estén arraigadas como valores
primordiales en la sociedad. Un país donde pensar distinto deje de ser delito y
el valor de la vida sea más grande que cualquier objeto material o ideal
político, donde el azul y el rojo se fusionen en un morado que construya
puentes y no muros. Una Nación de bienvenidas, de sueños gigantes y sol
naciente, donde recorrer sus calles sea un paseo y no una pesadilla. Una tierra
en la que sus funcionarios se dediquen a servir y no a chantajear”, Zulyvic
Mejías
“Lo más importante es que
con cada despertar sueño con un país donde la libertad, la justicia y el
desarrollo sean los ejes verticales de una nación que muy pronto volverá a
la prosperidad. Un país en el que la música sea un medio para expresar a
los políticos, medios de comunicación y la sociedad civil los valores que le
dan sentido a la vida y a la ciudadanía”, Efraím Bajo-Michelena
“Sueño con un país libre
y democrático. Como defensor de los derechos humanos, contribuyo a lograrlo
pues las democracias yacen sobre las bases del derecho. Sueño con un país
libre de barreras para quienes tienen algún tipo de discapacidad y que puedan
participar como ciudadanos sin ningún tipo de discriminación”, Juan Ángel de
Gouveia
“Un país donde no estemos
esperando que la “buena o mala suerte” mejore nuestras condiciones de vida,
sino que tengamos un plan y vayamos por ello. Sueño con un país donde la
diversidad de pensamientos se considere un valor, una fortaleza, no una razón
para seguir divididos”, Álvaro Pérez Kattar
Mientras podamos soñar
Los suyos son testimonios de
visiones que coinciden en soñar con una Venezuela de ciudadanos responsables y
comprometidos, con posibilidades y oportunidades para que la justicia y la
paz estén presentes.
Esos sueños, sus sueños,
consideramos que serían el epílogo perfecto de un libro en el que quisimos
compartir nuestra mirada de cómo la educación puede impactar en la vida social
y en la construcción de un mejor país. Desde Cecodap nos sentimos orgullosos de
saber que estos niños y adolescentes, hoy adultos, le encontraron sentido a sus
vidas porque pudieron descubrir sus capacidades y potencialidades. Ellos y
muchos otros son nuestra esperanza ante las voces que claman que todo está
perdido.
Venezuela debe pasar de ser
un país de despedidas a un país de bienvenidas. Mantenemos la esperanza de
que el colorido piso del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar deje de recoger
lágrimas para recibir sonrisas de quienes sienten que el país les abre las
puertas para aportar todo lo aprendido y vivido en otras tierras.
16-05-19
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