viernes, 17 de mayo de 2019

Sueño con un país por @CECODAP @FERNANPEREIRAV



Por Fernando Pereira


Este año se conmemoran los 30 años de la aprobación en Naciones Unidas de la Convención sobre los Derechos del Niño. Es un tratado de derechos humanos que consagra los derechos de los niños y adolescentes menores de 18 años. Representó un hito en la forma de concebir a este grupo etario; de ser visto como objeto de protección a sujeto de derechos, ciudadanos con derecho a participar, opinar, expresarse, asociarse, manifestar, ser escuchado en todos los asuntos que le conciernen.

A comienzos de los 90, en el movimiento de los derechos del niño considerábamos que se requerían 25 años para la gestación de una nueva cultura, una nueva ética en la forma de ver, tratar y respetar la dignidad de los derechos de la niñez y adolescencia. Tres décadas después los sentimientos son ambivalentes. En el caso de Venezuela los indicadores muestran el retroceso en las condiciones de vida de la inmensa mayoría de esta población. Nos queda una deuda por el ensanchamiento de la brecha social.

¿Todo está perdido?

Óscar Misle y este servidor nos dimos a la tarea de recoger en el libro Cuando sea Grande, 14 testimonios de jóvenes (contemporáneos de la Convención) que participaron en proyectos de Cecodap desde que eran niños o adolescentes, y que hoy son adultos con sus vidas hechas. A lo largo de estos años de trabajo no dejamos de preguntarnos de qué modo nuestros proyectos impactan en las vidas de los cientos de chicos con los que trabajamos, y estos testimonios son una aproximación a esa respuesta.

Todos ellos finalizan con la Venezuela que sueñan:

“Sueño con una Venezuela de oportunidades para el desarrollo de sus ciudadanos, un país libre, unido, donde la tolerancia y la solidaridad estén arraigadas como valores primordiales en la sociedad. Un país donde pensar distinto deje de ser delito y el valor de la vida sea más grande que cualquier objeto material o ideal político, donde el azul y el rojo se fusionen en un morado que construya puentes y no muros. Una Nación de bienvenidas, de sueños gigantes y sol naciente, donde recorrer sus calles sea un paseo y no una pesadilla. Una tierra en la que sus funcionarios se dediquen a servir y no a chantajear”, Zulyvic Mejías


“Lo más importante es que con cada despertar sueño con un país donde la libertad, la justicia y el desarrollo sean los ejes verticales de una nación que muy pronto volverá a la prosperidad. Un país en el que la música sea un medio para expresar a los políticos, medios de comunicación y la sociedad civil los valores que le dan sentido a la vida y a la ciudadanía”, Efraím Bajo-Michelena

“Sueño con un país libre y democrático. Como defensor de los derechos humanos, contribuyo a lograrlo pues las democracias yacen sobre las bases del derecho. Sueño con un país libre de barreras para quienes tienen algún tipo de discapacidad y que puedan participar como ciudadanos sin ningún tipo de discriminación”, Juan Ángel de Gouveia

“Un país donde no estemos esperando que la “buena o mala suerte” mejore nuestras condiciones de vida, sino que tengamos un plan y vayamos por ello. Sueño con un país donde la diversidad de pensamientos se considere un valor, una fortaleza, no una razón para seguir divididos”, Álvaro Pérez Kattar

Mientras podamos soñar

Los suyos son testimonios de visiones que coinciden en soñar con una Venezuela de ciudadanos responsables y comprometidos, con posibilidades y oportunidades para que la justicia y la paz estén presentes.

Esos sueños, sus sueños, consideramos que serían el epílogo perfecto de un libro en el que quisimos compartir nuestra mirada de cómo la educación puede impactar en la vida social y en la construcción de un mejor país. Desde Cecodap nos sentimos orgullosos de saber que estos niños y adolescentes, hoy adultos, le encontraron sentido a sus vidas porque pudieron descubrir sus capacidades y potencialidades. Ellos y muchos otros son nuestra esperanza ante las voces que claman que todo está perdido.

Venezuela debe pasar de ser un país de despedidas a un país de bienvenidas. Mantenemos la esperanza de que el colorido piso del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar deje de recoger lágrimas para recibir sonrisas de quienes sienten que el país les abre las puertas para aportar todo lo aprendido y vivido en otras tierras.

16-05-19




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