Ismael Pérez Vigil 19 de mayo de 2019
La
frase del título parece ser el objetivo, como veremos, no solo del régimen.
Ciertamente el régimen desarrolla su estrategia de siempre, para lograr ese
objetivo, en dos partes; la primera es un fuerte proceso de represión y de
criminalización de la protesta en contra de la población: “siembra” de pruebas
incriminatorias, detenciones ilegales, manifestantes presos y llevados a
juicios interminables con fuertes condenas, obligación de presentarse
periódicamente ante jueces y tribunales y ahora –dadas las circunstancias particulares–
allanamiento de inmunidad a los parlamentarios y apresamiento de algunos de
ellos.
Todo
esto tiene por finalidad atemorizar, intimidar a los opositores, para producir
paralización, inmovilidad, desanimo, dispersión, alejamiento de la calle y
dispersión de la protesta. Y lo logran. Lo vemos en el descenso de las
movilizaciones populares, aunque no en las protestas, que se reproducen
semanalmente por cientos y por los más variados motivos; pero estas son
protestas que –en la mayoría de los casos– no son conducidas políticamente, no
tienen una finalidad política, son limitadas, locales, no se reflejan en los
medios de comunicación –que no existen o el régimen controla– sino escasamente
por algunas redes sociales, de alcance limitado, y por eso son “toleradas”,
aunque “controladas” por la dictadura.
La
intimidación surte efecto, pues la sana razón lleva a pensar que nadie se debe
exponer innecesariamente y arriesgar la vida frente a una dictadura que ha
demostrado no tener escrúpulo en usar la fuerza hasta los extremos. Eso hace
que disminuya la afluencia de opositores en las manifestaciones y negarlo es
absurdo. Pero, además, ya un sector de la oposición luce desmoralizado porque
en pocas horas, días, no se cumplieron los objetivos de destronar un gobierno
que tiene 20 años desarrollándose en el país.
En
este momento, el régimen, sabiéndose sin apoyo popular y sin capacidad de
movilizar respaldo multitudinario para sus actividades, desarrolla variantes de
su estrategia para reponerse de la sorpresa que le causó la aparición de un
liderazgo opositor como el de Juan Guaidó, inesperado para el régimen. La
alternativa que están manejando es aislarlo, para acabarlo. Algunos no se
explican cómo es que han apresado a figuras del entorno Guaidó, pero no tocan a
Guaidó y al efecto se han dado diversas explicaciones: temor a una respuesta
popular incontrolada, temor a una fuerte respuesta y represalia internacional,
etc. Creo que la explicación es más simple. El régimen se limita a acabar con
el entorno del líder, porque sabe que en la propia oposición nos encargamos de
descabezar a nuestros dirigentes, no hace falta que ellos “tomen medidas”;
cuando nos hallamos encargado nosotros de acabar con nuestros dirigentes, la
tarea de apresarlos, obligarlos a asilarse en una embajada o irse al exterior
es más fácil y el costo político del régimen será menor.
Por
eso se desarrolla la segunda variante de la estrategia del régimen: la mentira,
el rumor y la insidia en contra de la oposición y sus líderes. Nadie le cree nada
a los voceros de la dictadura, excepto cuando dicen cualquier cosa de la
oposición o de sus líderes, entonces se les cree todo y se disemina en redes
sociales con verdadero ahínco. Por ejemplo, desde la segunda guerra mundial,
ninguna crisis, conflicto o guerra se ha resuelto sin que al final se tenga una
negociación, aun entre los rivales más enconados; pero en Venezuela basta con
que asome el rumor –usualmente difundido desde el régimen– que se está
“negociando” o “dialogando” con algunos líderes opositores, para que se
satanice a la oposición y sus líderes. Claro que el régimen lo que busca es
negociar, para ganar tiempo, para perpetuarse, solo que quiere hacerlo con
ventaja, con una oposición doblegada, debilitada y dividida; y lo ha logrado
varias veces. Por eso estimula la crítica y la división de la oposición,
mediante información falsa, exageraciones o medias verdades. Estimula y pone la
crítica a la dirigencia opositora en bandeja de plata. Desde luego es
criticable el desempeño de la dirigencia opositora en determinadas acciones;
por ejemplo, lo ocurrido el 23F con la fallida entrada de la ayuda humanitaria;
la falta de respuesta militar, disidente, el 30A; la falta de respuesta masiva
y de mayor convocatoria en manifestaciones y eventos; o que no se hayan
diseñado y planificado otras acciones, etc. Pero la auto crítica no nos puede
llevar a la destrucción y desconocimiento de los esfuerzos y logros obtenidos.
Con
respecto a la auto critica la oposición mantiene varias posturas. Dejemos de
lado a los que no critican nada o no ven ningún “error” en la dirigencia
opositora o en los partidos políticos, o a los que no exteriorizan su crítica,
ni hacen comentarios, pero simplemente asisten o dejan de asistir a las
diferentes convocatorias, desmoralizados. Vamos a concentrarnos en los que
hacen críticas; entre ellos hay algunos que hacen análisis de determinadas
acciones e intenta entender, explicar, introducir correcciones o sugerencias;
esos son los menos. Pero ya hay un sector de la oposición que solo tiene
críticas acerbas a las ejecutorias de otra parte de la oposición. Aquí nos
encontramos dos posturas, aquellos que lo hacen, como dijimos más arriba, para
“descabezar” a la actual dirigencia opositora, posiblemente para tratar de
imponer sus propios lideres o lideresas. En estos aún suponemos una cierta
intención “positiva”, pero cuestionable, en su lucha contra la dictadura.
Pero
hay otro grupo “opositor”, así entre comillas, que por momentos parecen agentes
del régimen; le hacen el juego, despiadadamente, adoptan acríticamente las
falsedades que divulga la dictadura sobre la dirigencia opositora, se hacen eco
de rumores e información, sin confirmar o simplemente falsa; dejan caer
“dudas”, o las crean, sobre determinados líderes opositores y sus actuaciones.
Se escudan en un “derecho” –un tanto abstracto, que de todas formas nadie les
niega– a “formular críticas” y rechazan que se les insinúe que sean
constructivos o tomen alguna iniciativa, aunque nadie les está pidiendo, ni
siquiera, que formulen “propuestas” como condición para realizar críticas. El
único objetivo de este grupo, lo volvemos a repetir, parece ser “descabezar”,
hoy, a Juan Guaidó, como ayer descabezaron a Henrique Capriles, o a Julio
Borges, o Ramos Allup, o a cualquiera de los dirigentes de los partidos
políticos durante los últimos años, que sería interminable enumerar.
Porque
más allá de los nombres de los líderes descabezados y denigrados, lo lamentable
es que el régimen sabe que siempre ha contado con la ayuda de estos “opositores”,
no porque sean un sector numéricamente significativo, que no lo son, sino
porque se dicen opositores y algunos los reconocen como tales, y al alinearse
con la estrategia de la dictadura crean confusión, desanimo y división. Así, el
régimen, ayudado, está logrando una vez más sus objetivos: por una parte,
intimidar a la población para disminuir la protesta ciudadana y, por otra
parte, las señales evidentes de división y desmoralización que se trasluce en
la crítica innoble e inmerecida a los esfuerzos que hace la dirigencia
opositora de la AN.
Ismael
Pérez Vigil
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico