Isabela Iturriza Soulés 19 de mayo de 2019
@Isalturrizas
En
Venezuela hemos vivido una noche muy larga, una noche que ha durado más de 20
años. Hemos visto hacerse realidad las peores pesadillas imaginables, ha sonado
la alarma varias veces para despertarnos pero no termina de amanecer. No hemos
podido decir un buenos días sincero y sin peros en mucho tiempo. Hemos visto
rayos de sol pero éste no termina de encumbrarse en el cielo para iluminarnos a
todos, estamos en estado de alerta permanentemente y, el cansancio, aunque
vivamos esta decisión de seguir en el país con esperanza, se nos nota a todos.
En el
primer apagón nacional de este año, casi providencialmente, tenía a la mano el
libro “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl. Este libro me salvó de
la desesperación y representó un regreso a la luz en un momento tan oscuro,
literal y figurativamente hablando. Había querido escribir algo sobre este
libro y mi experiencia al leerlo desde entonces y no había sido capaz de
hacerlo. Hoy me contaron una anécdota de un venezolano de esos que parecen
saber lo que otros no ven, esos que invierten, hacen grandes planes y arriesgan
a pesar de todo. Esa persona, como tantas otras, vive orientada al futuro
porque está convencida de que en Venezuela va a amanecer y no quiere estar en
pijama cuando eso pase. ¡Quiere estar listo para no perder ni un minuto!
Voy a
compartir algunos fragmentos del libro para orientar nuestra reflexión.
Salvando todas las distancias entre el genocidio nazi y la grave crisis
humanitaria que vive Venezuela, quiero subrayar una semejanza indiscutible: en
ambas realidades se consolidó un sistema de deshumanización de la persona. Les
presento los fragmentos de la obra y comparto mis reflexiones:
Hay
mucha sabiduría en Nietzsche cuando dice: “Quien tiene un porque para vivir
puede soportar casi cualquier como.” Yo veo en estas palabras un motor que es
válido para cualquier psicoterapia. Los campos de concentración nazis fueron
testigos (y ello fue confirmado más tarde por los psiquiatras norteamericanos
tanto en Japón como en Corea) de que los más aptos para la supervivencia eran
aquellos que sabían que les esperaba una tarea por realizar.
Si
usted sigue viviendo en Venezuela por decisión propia y no porque considera que
no tiene otra opción, probablemente es porque encuentra en cada reto un
obstáculo que hay que superar para alcanzar un propósito mayor: mantener unida
a su familia, estar en primera fila para la reconstrucción o cualquier otro que
le mantenga vivo el espíritu. Usted estará listo para el amanecer si no pierde
de vista su propósito.
La
apatía, (…) era un mecanismo necesario de autodefensa. La realidad se
desdibujaba y todos nuestros esfuerzos y todas nuestras emociones se centraban
en una tarea: la conservación de nuestras vidas y la de otros compañeros. Era
típico oír a los prisioneros, cuando al atardecer los conducían como rebaños de
vuelta al campo desde sus lugares de trabajo, respirar con alivio y decir:
“Bueno, ya pasó el día.”
¿Cuántos
de ustedes se permiten momentos de evasión para no caer en la locura? Yo lo
hago. A veces huyo deliberadamente de la exposición a las noticias, de
conversaciones sobre planes de personas que se van del país, de debates sobre
la crisis económica. A veces no leo esa noticia más sobre un asesinato
horrible, sobre la crisis hospitalaria o sobre la desnutrición, a veces sólo
puedo preocuparme por mi familia. Y lo hago simplemente porque hay momentos en
que emocionalmente no lo soporto, es tan duro lo que estamos viviendo que pasar
un rato agradable requiere un esfuerzo especial. Usted estará listo para el
amanecer si resguarda su interioridad de tal manera que todavía puede alegrarse
y ser feliz.
Tal
vez pueda entenderse, pues, que aun el más fuerte de nosotros soñara con un
futuro en el que tendría buenos alimentos y en cantidad, no por el hecho de la
comida en sí, sino por el gusto de saber que la existencia infrahumana que nos
hacía incapaces de pensar en otra cosa que no fuera comida se acabaría por fin
de una vez”
Cuando
leí esto pensé: esto nos está pasando, el chavismo llevado a su cúspide
destructiva con Maduro hizo del hambre un tema triste, una preocupación
crónica, una lucha diaria, un causa de muerte. Esto no hay justicia
transicional que lo sane. Ser la causa de que niños mueran de hambre y que
sufran una desnutrición tan severa que comprometa su desarrollo, merece un
castigo eterno. Esto no tengo como matizarlo. Usted está listo para el amanecer
si no pierde de vista que los problemas que hemos padecido en estos años
tenemos que solucionarlos humanamente y con trabajo.
Señalando
a la ventana del barracón me dijo: “Aquel árbol es el único amigo que tengo en
esta soledad.” A través de la ventana podía ver justamente la rama de un
castaño y en aquella rama había dos brotes de capullos. “Muchas veces hablo con
el árbol”, me dijo. Yo estaba atónito y no sabía cómo tomar sus palabras.
¿Deliraba? ¿Sufría alucinaciones? Ansiosamente le pregunté si el árbol le
contestaba.”Sí” ¿Y qué le decía? Respondió: “Me dice: ‘Estoy aquí, estoy aquí,
yo soy la vida, la vida eterna”.
Estas
líneas me hicieron recordar las fotos que todos tomamos de las guacamayas, las
del Ávila, las de las puestas de sol, las de nuestra selva, de ese araguaney en
el amarillo más intenso que le quita el aliento. Cada una de esas fotos que
tiene guardadas en su teléfono para verlas una y otra vez y que no se atreve a
borrar, son un acto de fe, son una afirmación de que lo bello existe y volver a
la belleza siempre es reconfortante. Para muchos, la fuente primigenia de esa
belleza es Dios que cuando creemos que nos ha abandonado, nos hace un guiño
para recordarlo y recomponernos. Usted estará listo para el amanecer si se
mantiene agradecido por las pequeñas cosas que se nos presentan como milagros
cotidianos y si supera la inmediatez con una visión trascendente de la vida.
Y
allí, siempre había ocasiones para elegir. A diario, a todas horas, se ofrecía
la oportunidad de tomar una decisión, decisión que determinaba si uno se
sometería o no a las fuerzas que amenazaban con arrebatarle su yo más íntimo,
la libertad interna; que determinaban si uno iba o no iba a ser el juguete de
las circunstancias, renunciando a la libertad y a la dignidad, para dejarse
moldear hasta convertirse en un recluso típico.
En
estos más de 20 años hemos sido sometidos a tantas restricciones como
ministerios y misiones se han creado, unas más directas que otras pero todas
con el mismo fin: intentar anular nuestra capacidad de decidir lo que queremos
ser y sabotearnos todas las maneras de conseguirlo. Usted estará listo para el
amanecer si reconoce y no olvida jamás que no defender la libertad es renunciar
a nuestros derechos, a lo que nos hace realmente humanos.
De
todo lo expuesto debemos sacar la consecuencia de que hay dos razas de hombres
en el mundo y nada más que dos: la “raza” de los hombres decentes y la raza de
los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas
sociales. Ningún grupo se compone de hombres decentes o de hombres indecentes,
así sin más ni más. En este sentido, ningún grupo es de “pura raza” y, por ello,
a veces se podía encontrar, entre los guardias, a alguna persona decente.
Mientras
más cerca parece que está un posible cambio de gobierno más me preocupa el modo
en el que los que han sido oposición por tanto tiempo, asuman el papel de ser
gobierno. Y ¿sabremos los ciudadanos reorganizarnos de tal manera que sea la
decencia lo que tienda puentes entre nosotros? Reconstruir Venezuela requiere
hacer una pausa en las segmentaciones por tendencias políticas para darle paso
a la conciliación en torno a lo que es bueno y correcto. Usted está listo para
el amanecer si está en el grupo de los decentes que quieren tener de amigos a
otros decentes.
Después
de estás reflexiones, ¿usted cree que ya está listo para la faena que nos toca
al amanecer o sigue en pijama?
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