LAUREANO MÁRQUEZ 19 de mayo de 2019
[A continuación se discuten y revelan
detalles de la trama de Juego
de tronos. Procedan con precaución].
¿En
qué se parece Juego de tronos a Venezuela? La primera similitud es que si te
perdiste un capítulo, tanto en el país como en la saga, no entiendes nada de lo
que está sucediendo.
Por
ejemplo: si no sabes que la oposición —el grupo de partidos y líderes políticos
que se han opuesto al régimen de Nicolás Maduro— fue burlada en los intentos de
diálogo en Santo Domingo no entenderás por qué la actual dirigencia opositora
es tan renuente a un diálogo sin garantías de cumplimiento de los acuerdos. Ese
diálogo fracasó a principios de 2018, cuando el mediador, el expresidente
español José Luis Rodríguez Zapatero, estuvo parcializado por la postura de
Maduro.
Si te perdiste
el capítulo en que el “rey loco” se robó las elecciones, no podrás entender por
qué, con una desaprobación de más de 80 por ciento en contra el régimen, la
gente no sale a votar en unos comicios en los que ya perdió toda la confianza.
Si desconoces que Maduro tiene gente armada en las calles, tan violentos y
dispuestos torturarte y matarte como Drogo (palabra —qué coincidencia— que en
el lenguaje popular venezolano designa al que está bajo el efecto de las
drogas), nunca comprenderás por qué, a pesar del gran descontento en contra del
régimen, muchos tienen temor de salir a manifestarse en las calles para
expresar su disgusto.
Sin
embargo, así como Juego de tronos tendrá su ansiado desenlace esta noche,
también la usurpación de poderes en Venezuela está llegando a su término con la
reciente aparición en escena de Jon Guaidó, un legítimo aspirante al Trono de
Hierro. Pero demos un repaso a la historia.
El comienzo
Al
igual que en Juego de tronos, en Venezuela todo comenzó con la confederación de
los siete reinos, que fueron las provincias iniciales de la Capitanía General
de la Venezuela (de allí las siete estrellas iniciales de la bandera). Estos
siete reinos tuvieron varias guerras, muy crueles y devastadoras todas. La
primera contra España por la independencia de los reinos. Alcanzada la
autonomía de la península, pelearon entre sí durante un siglo (el XIX) y
llegaron al siglo XX en manos de dictaduras militares, tiempo en que los
guerreros uniformados se adueñaron del poder.
Mucho
costó sentar a los demócratas en el Trono de Hierro, pero se mantuvieron allí
durante casi cuatro décadas, los mejores años de los siete reinos. Al final,
corrupción, injusticias y pobreza acumulada en un territorio de riquezas dio al
traste con la civilidad y llevó al trono a Hugo I, de la casa Chávez de
Barinas. El rey Hugo I, con la promesa de salvar a los pueblos de la indolencia
y corrupción, terminó construyendo el régimen más despótico y corrupto que
jamás habían conocido los siete reinos.
Movido
únicamente por la ambición de poder, acabó con las instituciones, la división
de poderes, la libertad de prensa y la democracia. Cuando enfermó gravemente
nombró como su sucesor a Nicolás Maduro, quien se autodesignó su “hijo”
político. Pero, como Joffrey Baratheon —el “bastardo usurpador” de la serie—
terminó siendo “cruel, caprichoso, imprudente, cobarde y con una marcada vena
sádica” (como se le ha descrito), lo que se pone de manifiesto en la dura
represión de la que están siendo víctimas los venezolanos. Con él hemos visto
escenas de crueldad al más puro estilo de Juego de tronos.
La destrucción
En la
última temporada de la serie, Daenerys Targaryen destruye Desembarco del Rey.
Todo es reducido a cenizas con el fuego del dragón y se arremete con violencia
extrema en contra de la población indefensa. La sensación que se vive en
Venezuela es también de aniquilamiento. Todo cuanto conformaba un país, tenido
en otros tiempos por el más rico de Sudamérica, está siendo destruido: la
industria petrolera (de la que depende el reino), la producción industrial, la
agricultura y la ganadería. Todas las fuentes de riqueza del país han sido
fulminadas como si un dragón de fuego hubiese pasado sobre ellas. La
expoliación minera ha devastado extensas zonas selváticas protegidas con la
participación de la guerrilla colombiana, que ha incursionado en el sur del
país. A ello hay que añadir la presencia del narcotráfico, amparado y dirigido,
según algunos informes, desde las más altas esferas del poder.
Venezuela
tiene varias “reinas que no arden”, que incendian todos aquellos organismos en
los que incursionan hasta trastocar su sentido: Delcy Rodríguez, la vicepresidenta,
se ha metido en las llamas de diversos cargos del Estado, dejando tras de sí,
ruinas; Tibisay Lucena, la presidenta del Consejo Electoral, ha convertido al
que fue alguna vez un organismo imparcial en una oficina a la orden de Maduro.
Incluso Cilia Flores, la llamada “primera combatiente” y esposa de Maduro: su
lucha siempre es oculta pero, se dice, su influencia se ve en muchas decisiones
públicas. Por eso Cilia es más parecida, por lo ambiciosa, a Cersei Lannister,
siempre dispuesta a intrigar para encumbrar a su familia en todo tipo de
corruptelas. Así pues, si bien no es “madre de dragones”, es tía de dos
narcotraficantes juzgados en Nueva York por la justicia estadounidense (lo que también es candela, como diría un
cubano).
El desenlace
¿Cuál
será el desenlace de esta terrible trama venezolana? Por lo pronto, cuando
todos pensaban que la oposición estaba desmantelada, que no había esperanza
alguna de unidad, aparece en escena Jon Guaidó. De ser un personaje
desconocido, como quien vuelve a la vida luego de un largo letargo, Guaidó se
convierte en el líder de la oposición y en el legítimo heredero del Trono de
Hierro. Coinciden en él una serie de circunstancias favorables: en primer
lugar, desde el 10 de enero de 2019 está vacante el trono como consecuencia del
desconocimiento nacional e internacional del fraude electoral perpetrado por
Maduro (“el bastardo usurpador”) en mayo de 2018.
La
constitución de los siete reinos establece que al producirse la vacante de la
presidencia sin tener mandatario electo, el presidente de la Asamblea Nacional
—en este caso Guaidó— se encarga automáticamente del gobierno con un mandato
interino que convoque nuevas elecciones.
Sin
embargo, pese al reconocimiento casi unánime de las naciones democráticas del
mundo, Guaidó sigue sin poder tomar efectivamente el poder. Este sigue en manos
del usurpador. La amenaza de una invasión del norte cobra fuerza, pero los
chinos y rusos también juegan.
La
gran pregunta sigue en el aire: ¿podrá Venezuela conseguir acabar con la
devastación y retomar el rumbo de la democracia y la libertad?
Hoy
conoceremos el final de Juego de tronos: sabremos si se quedará en el poder el
delirio desbocado de la Madre de los Dragones o si llega al trono una líder o
un líder sensato. Y, quizás pronto, conoceremos el final del chavismo, que en
dos décadas ha destruido Venezuela. No sabemos cómo será el desenlace. Pero sí
sabemos que el día después de la salida de rey usurpador, los venezolanos
debemos asegurarnos de que el reino tenga ideas, manos y la creatividad que
necesitamos para la reconstrucción.
Se
requerirá, sin duda, de guionistas de ingenio.
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