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domingo, 19 de mayo de 2019

Suela y capellada por @garciasim



Por Simón García


Es imposible ignorar los logros obtenidos bajo el liderazgo de Guaidó. Pero sería infantil pretender vivir de ellos, invocarlos para no evaluar errores que nos está prohibido repetir. Un examen para no recaer en los ciclos de esperanza, frustración, desmoralización y construir una segunda ofensiva virtuosa en la línea de salvar al país. Fin entre los fines.

Existen varios elementos que debemos repensar para delinear la ofensiva democrática: 1. Acusamos los embates de una ola represiva del régimen enfilada contra la AN y particularmente contra dirigentes de VP. Una operación ya ensayada en su momento contra Capriles y que no deberíamos encarar sólo con retórica optimista. 2. El agravamiento de las dificultades de la mayoría de la población, desplaza lucha política por lucha por la existencia. El no saber cómo llevar el diario a la familia es una carga desmovilizadora. Las sanciones que no afectan a los que detentan el poder sino a los que lo sufren, añaden paulas al infierno. 3. Aparecen signos de decaimiento de la movilización política, aunque se mantengan las protestas ante el colapso de los servicios o en defensa de intereses sectoriales. 4. El incremento del rechazo mayoritario a Maduro no se traduce en agrietamientos visibles en la estructura central de poder. 5. Existen varias iniciativas para explorar pendularmente una negociación, aunque sectores del gobierno y de la oposición, contrarios al entendimiento, intentan bloquearlas.

El objetivo inseparable de salir de la crisis y cambiar el gobierno aún no está bien atado. No todas las opciones están sobre la mesa, primero porque persisten los promotores del exterminio del otro como única vía. Segundo, porque las opciones bélicas están fuera de la decisión de los actores nacionales.

La Asamblea Nacional y los dirigentes de los partidos políticos tienen ante sí la responsabilidad de examinar la estrategia y la ruta sostenidas, determinar si hacen falta cambios e informar al país. Ellos no pueden callar.

Una alternativa democrática no puede construirse sin promover la deliberación sobre los lineamientos generales de la política transicional


Este debate a dos niveles, entre dirigentes y dirigidos, es imperativo porque estamos entrando en una zona de turbulencia para la unidad, para sustentar las presiones internas y concentrarse en hechos que contribuyan a acelerar una transición. Aguas abajo del liderazgo real, aceptado o rechazado, se arrastra una tendencia a reproducir en la oposición la intolerancia y las perversiones que son propias de sistemas totalitarios. Para decirlo en el viejo lenguaje: un viento de derechización recorre al país bajo la retórica de la violencia. Y eso descalabra la cultura cívica, es decir, desnaturaliza el proyecto de cambio.

La cultura totalitaria no es monopolio del poder. Tiene brotes en las fuerzas de cambio y arraigo en una sociedad empujada hacia el sonambulismo político por una pugna por el poder que, a veces, se escala sin conexión con su justificación social y humana. La polarización extremista, basada en eliminar lo opuesto, se filtra hacia la oposición.

Hay que darle oportunidad a la solución política y pacífica. Si en el límite de no soportar más la duración del joropo, lanzáramos al aire una desgastada alpargata, el mensaje sería el mismo: solución política y pacífica. La inevitable, justa y concreta, negociación que una a los venezolanos que no quieren seguir tirándose piedras desde dos aceras.

19-05-19




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