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lunes, 16 de diciembre de 2019

¿Cómo procesar las luchas por el poder? Por @polis360



Por Piero Trepiccione


“Poder significa   la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera sea el fundamento de esa probabilidad” así lo definía el pensador alemán Max Weber y es que esta noción ha acompañado siempre a la naturaleza humana y su disputa ha sido causa de dolor y muerte durante muchos siglos. Las diferentes civilizaciones han evolucionado en la forma en que dirimen sus diferencias en la definición de los ámbitos de influencia y control político para ajustarlos a parámetros de convivencia democrática y limitar la esencia  del poder pero no ha sido nada fácil este proceso dialéctico.

Limitar el poder de una sola persona,  con un estamento jurídico acompañado de instituciones que se hicieran contrapeso entre sí, fue la mejor manera en que la humanidad fue desarrollando el antídoto contra los excesos, la corrupción y el autoritarismo. No obstante, aun habiéndose popularizado como argumento ideológico en todo el planeta, la fenomenología del poder ha mutado siempre para hacerse más disimulada y maquiavélica con el único fin de alcanzar sus propósitos más oscuros. Tanto así, que hoy en día vemos con asombro la reaparición de fórmulas neo-autoritarias que pululan por todos los extremos, incluso, algunas de ellas, con grandes apoyos en la opinión pública.
La victoria de Donald Trump en los Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil son una muestra del fenómeno. La narrativa fuerte y concentrada asociada a un estilo de híper liderazgo con una dosis extrema de comunicación política caracterizan esta nueva era del ejercicio del poder con el cual los ciudadanos del mundo comienzan a convivir. Pareciera que entramos en una fase del péndulo en la cual, el poder intenta recuperarse en su concentración luego que con la aparición de las redes sociales, se dispersara en muchas manos con la influencia colectiva de participación política.


La primavera árabe mostró esa cara nueva de las luchas por el poder aupadas por la utilización de los avances tecnológicos en las comunicaciones. Sin embargo, poco tiempo transcurrió para mostrarnos las mutaciones para adaptarse a esos nuevos desafíos de la era actual. La velocidad de los cambios tecnológicos no logró  impactar significativamente las disputas por el poder sino más bien, ante la facilidad de una comunicación directa entre el gobernante y los gobernados, los contrapesos institucionales se han hecho más débiles.

Se abre entonces un enorme desafío para la humanidad en pleno siglo veintiuno. ¿Cómo procesar las luchas por el poder en paz garantizando la convivencia democrática y los intereses de las grandes mayorías nacionales? ¿Cómo hacer para que el autoritarismo sea detenido y volvamos a un estado de derecho donde la ley esté por encima de cada individuo y al servicio de todos en iguales condiciones? Esta  discusión suena ilógica en estos tiempos en los cuales habíamos creído que habíamos superado estas dificultades, pero no es así.

El autoritarismo y los desmanes del poder han reaparecido por los cuatro costados de la Tierra, con gobiernos de distinto signo ideológico que difícilmente puedan ser categorizados con la simpleza de “derecha o izquierda”. Hay que seguir profundizando sobre el tema porque el impacto sobre nuestras vidas irá en aumento y mientras más rápido lo definamos, más probabilidades tendremos de confrontarlo con audacia y determinación.

15-12-19




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