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miércoles, 11 de diciembre de 2019

Editorial 819: La mentira como estrategia del poder por @centrogumilla


Editorial Revista SIC 819


Vivimos en una época en la cual la democracia como sistema y cultura está en crisis. Hay un resurgir de los modelos autocráticos. Esta tendencia crece globalmente. En este contexto, en los últimos años según Benigno Alarcón1, director del Centro de Investigaciones Políticas de la UCAB, aplicando la categoría del politólogo norteamericano Steven Levitsky, Venezuela ha transitado del “autoritarismo competitivo” al “autoritarismo hegemónico”. Lo propio del autoritarismo competitivo es que se impone por la vía electoral, mientras el autoritarismo hegemónico se impone de facto y se instala hasta enquistarse y, para ello, cierra el camino de la vía electoral, construye discrecionalmente su propia legalidad y desconoce los mecanismos de legitimidad democrática. Por su parte, la historiadora y analista Margarita López Maya afirma que “vamos camino a un autoritarismo hegemónico de vocación totalitaria”2. En SIC, desde hace un tiempo sostenemos que en Venezuela hemos transitado de un “totalitarismo carismático fallido” a la dictadura per se. El primero se impuso por la vía de la seducción de las mayorías en un contexto económico favorable dada la bonanza petrolera, y el segundo por la vía de la fuerza. Más allá de las categorías que apliquemos para definir el modelo político que se ha instalado en el país, lo que nos queda claro es que no estamos en democracia. Más aún, si consideramos los tutelajes y alianzas estratégicas con China, Rusia, Irán, Turquía y Cuba, y sumamos la radiografía que el informe de derechos humanos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, realizado por Michelle Bachelet, hace de nuestra situación interna, no cabe la menor duda de que estamos ante un régimen de facto, autocrático y violador sistemático de los derechos humanos.
Esta tendencia creciente hacia la autocracia a nivel global, en pleno siglo XXI, donde acontece la revolución digital, se ha convertido en una guerra por la información y la imposición del mensaje. Hoy más que nunca se evidencia que la “información es poder”. El control del acceso a la información, de los medios de comunicación y la imposición del mensaje, son políticamente estratégicos para este tipo de regímenes. Al poder no le interesa la verdad, la mentira es su estrategia. Esta mentira tiene tres aristas: ocultamiento, difamación y ficción.

Mentira como ocultamiento

En Venezuela la restricción del acceso a la información pública es una política sistemática e integral, en todas las áreas la ausencia de información es el pan nuestro de cada día. El 30 de mayo de 2019, finalmente, el Banco Central de Venezuela publicó las cifras que dan cuenta del estado económico del país; para el momento llevaba cuatro años sin ofrecer informes. También, según la ONG Espacio Público (EP), “130 personas fueron detenidas o retenidas en su intento de buscar, recibir o difundir información durante el año 2018”3. De igual modo, afirma EP que:

… la censura estuvo vinculada al cese de circulación de impresos por escasez de insumos, impedimento de cobertura por parte de funcionarios, en especial durante manifestaciones públicas, exhortos y sanciones por parte de Conatel, así como ataques cibernéticos y bloqueos a sitios web4.

También destaca:

… el desalojo de lugares e instituciones públicas, agresiones físicas contra reporteros y trabajadores de la prensa, detenciones arbitrarias, retenciones y requisas por el hecho de buscar información, revisión, confiscación, o robos de equipos y material. Ataques de sedes de medios de comunicación.


La experiencia de las diversas organizaciones de DD.HH. dan cuenta que en todas las áreas (salud, educación, economía, medioambiente, seguridad ciudadana, migración, ente otras) la política del Estado ha sido ocultar y desinformar para generar incertidumbre y producir mediáticamente –vía propaganda– una falsa realidad desde el poder. Por eso, el desafío de la sociedad civil es ser fuente de información creíble a través de investigaciones en las distintas dimensiones de la vida, para generar confianza y certidumbre, y vislumbrar alternativas y propuestas reales a la crisis sistémica.

Mentira como difamación

La frase atribuida a Voltaire “miente que algo queda” es un recurso recurrente de los regímenes autocráticos para difamar a sus adversarios políticos y sacarlos del escenario, minando la confianza en su liderazgo. Programas televisivos como “La Hojilla”, “Con el mazo dando” y “Zurda conducta”, entre otros, pretenden por la vía de la difamación y la burla destruir la imagen pública de sus adversarios políticos. Mofarse, ridiculizar e irrespetar la dignidad del otro, busca restarle credibilidad a quien con su liderazgo ponga en jaque el statu quo.

El poder orquesta campañas tanto por los medios tradicionales como por las redes sociales, para generar desconfianza en el liderazgo opositor y en las ONG de derechos humanos que evidencian las políticas de terror. Lamentablemente, este modo de proceder y denigrar al adversario va ganando adeptos y configurando el accionar de algunos voceros políticos de la oposición, generando una atmósfera hostil, de guerra sucia, distante de la política de altura.

Los actores de la sociedad civil estamos convocados a rescatar el respeto por el otro, más allá de las diferencias ideológicas, porque lo que está en juego, no solo es el Estado de derecho, sino, sobre todo, la cultura democrática y el valor de los derechos humanos cuya base es el respeto por la dignidad del otro.

La mentira como ficción ideológica

Aunque el descontento a la gestión del gobierno raya en un 85 %, las élites del régimen saben que cuentan con una minoría dura presente en todos los estratos sociales. Esa minoría necesita de un relato que la cohesione y dote de sentido, y esto lo provee el adoctrinamiento y la ficción ideológica. Esa minoría se experimenta en una cruzada revolucionaria y es capaz de exculpar al régimen del desastre humanitario que vivimos. Hay una línea argumentativa que se repite en este grupo, independientemente de su formación académica o de su procedencia socio-económica: la culpa es del imperio, de la guerra económica y otras tantas más que no vale la pena acotar acá…

Ante la mentira como estrategia del poder (ocultamiento, difamación, ficción), nos toca como sociedad civil organizada, y a cada persona en concreto, propiciar la búsqueda y construcción de la verdad. Esto se hace a través de la creación de espacios para el diálogo, donde los ciudadanos podamos concertar acuerdos y construir mensajes movilizadores. De igual modo, investigar y producir información pública alternativa y, sobre todo, recuperar el reconocimiento y respeto por el otro.

Si la mentira del poder pretende encubrir, fragmentar, generar desconfianza para desmovilizar, a nosotros como cuerpo social nos toca unir, restablecer la confianza y movilizarnos para transformar social, política y económicamente esta situación. Urge la búsqueda colectiva de la verdad pues, “la verdad nos hará libres” (Jn 8,31).

Notas:
ALARCÓN, Benigno (2014): “Vamos hacia un autoritarismo hegemónico”. En: Politika UCAB.
LEÓN, Ibis (1 de septiembre 2017): Afirma Margarita López Maya: “Vamos camino a un autoritarismo hegemónico de vocación totalitaria”. En: Efecto Cocuyo.
Espacio Público (febrero 12, 2019): Situación del derecho a la libertad de expresión e información en Venezuela 2018.
Ídem.

10-12-19

http://revistasic.gumilla.org/2019/la-mentira-como-estrategia-del-poder/


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