Por Gioconda Cunto de San
Blas
El Programa Internacional
para la Evaluación Estudiantil (PISA, en
inglés) que aplica la Organización para la Cooperación Económica y el
Desarrollo (OECD) cada tres años a jóvenes de 15 años a escala mundial, evalúa
comprensión lectora, habilidad matemática y capacidad de adquirir información
científica, como herramientas para desempeñarse con éxito en la sociedad del
conocimiento, la sociedad del siglo XXI. Con esos datos a la mano podemos
detectar debilidades y fortalezas del sistema educativo, en afán de diseñar
políticas públicas que favorezcan a toda la población y nos hagan competitivos
en el mundo globalizado.
Hasta ahora Venezuela no ha
participado en evaluaciones de este tipo, en razón de la política del régimen
de desestimular la competencia en un mal entendido igualitarismo hacia abajo,
que tacha de elitista cualquier evaluación cuantitativa del aprendizaje, o tal
vez para no hacer evidente ante el mundo la baja calidad de nuestro sistema
educativo en estas dos décadas de decadencia.
Contra esta opinión, el
Gobierno de Miranda, bajo la responsabilidad de Henrique Capriles, asumió en
2010 ese desafío y enroló a los planteles estadales y privados del estado
Miranda en las pruebas PISA, con la meta de mejorar sus estándares
educativos para todos por igual. Ha sido la única vez que la prueba se haya
hecho en suelo venezolano.
Esta semana se han conocido
los resultados de la evaluación PISA
2018,
aplicada a más de 600 mil estudiantes de 15 años de edad en 79 países. Luego de
casi dos décadas de pruebas, lo primero que salta a la vista es que a pesar de
que los países pertenecientes a la OECD han aumentado el gasto por alumno en
15%, el promedio de desempeño en capacidad lectora, matemáticas y ciencia se
mantiene esencialmente igual. Por otra parte, el desempeño exitoso no ha
dependido de un alto bienestar económico de los países involucrados.
Así por ejemplo, cuatro provincias
chinas (Beijing, Shanghai, Jiangsu and Zhejiang) están en el primer puesto en
todas las evaluaciones, ubicándose en 512, 555 y 591 puntos en capacidad
lectora, matemáticas y ciencia, respectivamente. Eso a pesar de que su PIB es
bajo, comparado con Singapur (segundo puesto en la clasificación) y naciones
europeas diversas, superando ampliamente los puntajes de cualquier otra región
y el promedio general, ubicado en 487, 489 y 489. Ninguno de los países
latinoamericanos participantes (Chile, Uruguay, Costa Rica, México, Brasil,
Colombia, Argentina, Perú, Panamá, aquí listados en orden decreciente de
desempeño) pudo romper la barrera del promedio general, siendo los valores
máximos 452, 418 y 444, obtenidos por Chile para las tres pruebas del estudio.
Los valores mínimos los obtuvo Panamá: 377, 353, 365. De manera que América
Latina tiene mucho que revisar en materia de formación de las generaciones de
relevo.
El informe resalta el
inquietante hecho de que menos de 1 en 10 estudiantes en los países OECD fueron
capaces de distinguir entre hechos y opinión, no supieron pensar de manera
crítica o emitir juicios bien fundamentados, ni leer textos complejos, en suma,
no sabían interpretar lo leído.
Un tema tratado en el
informe es el de la igualdad y la inmigración, algo que nos toca de cerca en
tanto que Unicef calculó
que alrededor de 1,1 millones de niños venezolanos en América Latina y el
Caribe necesitarían en 2019 acceso a servicios como educación, saneamiento y
agua potable a consecuencia de la crisis migratoria venezolana. De manera que
resulta pertinente acercarnos a lo que nos dicen las pruebas PISA 2018 sobre niños
migrantes.
En ellas, la diferencia de
puntaje en desempeño lector entre migrantes y no migrantes fue de 41 puntos en
favor de estos últimos. Esta desventaja, sin embargo, no debe esconder el hecho
de que muchos estudiantes inmigrantes superan obstáculos considerables y son
académicamente excelentes. Ellos representaron 17% de quienes se situaron
en el cuadrante superior en comprensión lectora, un testimonio a su motivación
y a la de sus familias. Es un dato a tener en cuenta por los padres que emigran
con sus familias: los niños sufren los problemas de adaptación, más aun si han
migrado a países con lenguas distintas a la del país de origen.
Al no participar en la
prueba PISA 2018, Venezuela carece de datos que nos permitan evaluarnos en
comparación al resto del mundo. Sin embargo, el extenso y detallado informe de
la OECD sobre el informe PISA 2018 debería ser leído por todos aquellos
motivados por asuntos educativos y quienes sean o vayan a ser en el futuro,
responsables por políticas públicas en educación, debido a que son muchas las
recomendaciones que se suceden en su lectura.
Solo en conocimiento de
nuestras falencias podremos acercarnos a la aplicación de medidas correctivas
que garanticen un mejor futuro a las generaciones de hoy y mañana.
05-12-19
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