Américo Martín 09 de diciembre de 2019
Sé
que muchos hubieran preferido ver en la frase del título una sin más “y” en,
lugar de la conjunción “o” Pero todavía no se descarte un come back pese a la
indetenible caída de la izquierda. Aún así, pudiera retornar como ya ocurrió en
el caso que menciono líneas abajo. Por supuesto, den por descontada la dura
resistencia que levantaría cualquier intento de reflotar la creatura semántica
de Fidel, Chávez y Dieterich cuya responsabilidad en la lamentable gestión
económica y creciente perversión autocrática son de aceptación generalizada.
En
la década de 2000, Freddy Muñoz y quien esto escribe –amigos de siempre-
decidimos criticar a fondo semejante modelo y así lo hicimos. La obra fue publicada
por Editorial ALFA. Circula desde el año 2007. La referencia que hago a aquella
esmerada reflexión de dos amigos, me ha resultado indispensable en diciembre
2019 para responder a la pregunta de un buen periodista de Wall Street Journal.
¿A
qué se deben las recientes derrotas de la izquierda en Bolivia y Uruguay y en
general su rápido retroceso en América Latina?
Estamos
ante un cambio significativo en contra de un sistema fallido (universalmente
fallido, además) que por lo general encubren su áspera índole autocrática con
la desgastada vestidura socialista; son pocos pero los hay como se observa en
la diplomática tolerancia del Frente Amplio que gobernaba en Uruguay. Pero en
sus versiones más duras, ese modelo dominó ampliamente en Latinoamérica, apoyándose
en el llamativo liderazgo de Lula da Silva, el de Chávez y su músculo
financiero, que al tiempo de permitirle alcanzar una enorme influencia
regional, terminó destruyendo la economía de la próspera Venezuela. Pero por lo
pronto, alrededor de Brasil, Argentina, Venezuela, tomaba cuerpo el nuevo-viejo
socialismo. Podría decirse que su erupción volcánica había llegado al Sur,
Centro América y el Caribe, por lo que sus pintorescos voceros se jactaron de
haber llegado para quedarse. Lo que les proporcionó chispazos de credibilidad
fue su ímpetu creativo en el área de integración regional; la Alba, por
ejemplo, destinada a cambiar en su momento la OEA por un pacto regional sin
EEUU y Canadá; el Banco del Sur para desplazar al FMI, BID y así desterrar cualquier
presencia estadounidense; Unasur y otros actos integradores de comercio con
divisa propia, el sucre.
La
flauta nunca sonó pero la trágica secuela fue imperdonable. Los alegres
flautistas del nuevo socialismo terminaron tocando la puerta de la pobreza. El
viraje frustrado se fundaba a medias en informes de emanados de la secretaría
general de Comercio y Desarrollo de la ONU, encabezada entonces por Raúl
Prebisch. Recomendaban cambios sin los cuales nunca se cumplirían las modestas
metas de crecimiento de las áreas subdesarrolladas y periféricas del mundo. En
su conjunto podía pensarse que en el fondo solo Estados fuertes y de signo
intervencionista estarían en capacidad de acometer aquel viraje. Sobre esa
convicción se montó el nuevo socialismo hasta que la realidad lo obligó a
liberalizar la economía y el mercado, en países como la sobre-estatizada
Venezuela. El viraje presionó las políticas de shock que disolvieron, durante
el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, la esperanza de muchos en la democracia
y el ajuste. En el horizonte asomó el rostro de Hugo Chávez.
El
regreso en oleada de la democracia pasará por el fin de un ciclo especialmente
trágico, y podría enviar al demonio la era de las armas. Será la victoria de la
razón sobre las pasiones desmadradas, una vez retirado el último dictador
milagrero, fantasías y mitos a cuestas.
¡Y
ojalá sin una gota más de la sangre que han derramado a torrentes!
Américo
Martín
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