Por Mirla Pérez
El maestro deja surcos,
señales, huellas; rastros que quedan señalando caminos, sin destinos ni
verdades. Su acompañamiento es estimulante y provocador. Alejandro nos incitó a
pensar, a comprender, a transitar nuestros propios caminos, provocó en nosotros
atrevimiento y riesgo en la incertidumbre.
Esa incitación para
pensar y pensarnos, provocada por su sistemático y profundo trabajo, siempre se
hizo con responsabilidad y firmeza. Desde su vida, la gran sospecha para el
maestro fue la distinción del pueblo venezolano. Su otredad. Su externalidad a
su propio mundo.
Este encuentro con el
otro fue dicho por Moreno, de distintas maneras, se paseó por nociones como
totalidad, practicación, mundo-de-vida, para poder llegar al fundamento de esa
otra realidad que se le presentaba externa a la suya, a la vivida y significa
en un mundo distinto: “Dos totalidades de vida, dos estructuras del
ejercer la vida, del vivir la vida, o, lo que es lo mismo, dos mundos-de-vida,
radicalmente dis-tintos entre sí, coexisten en la sociedad ‘criolla’
venezolana. Una de ellas es la de ese grupo minoritario de venezolanos que
participan de la modernidad occidental y que se practican a sí mismos en cuanto
vivientes y practican su vida como modernos; practican el vivir transido de
modernidad. La otra es la de la gran mayoría de los venezolanos, esos que
comúnmente llamamos ‘pueblo’ para distinguirlos del grupo de las élites, de los
acomodados, de los más educados, del grupo ‘modernizado’.”
Esto ha sido parte de
la genialidad del maestro, su curiosidad y agudeza a la hora de penetrar en las
prácticas, pensamientos y sentimientos. Alejandro logró encontrar el ruido, la
disociación sonora, la acústica imperfecta a la hora de establecer un diálogo
con un mundo ajeno. Solo desde la vivencia pudo comprender la distinción. Se
redimió en la otredad y con una metáfora, la del “frío del muerto”, logró
comprender el abismo de los dos mundos, la modernidad y el pueblo. Luego
consiguió la armonía que producen los más diversos y fascinantes sonidos.
Las huellas del maestro
se hicieron nuestras huellas. Los jóvenes investigadores del Centro de
Investigaciones Populares nos descubrimos en ese mundo-de-vida popular.
Las gruesas capas de formación que tapaban el núcleo vivencial más profundo iba
quedando al aire, sin resguardo, sin protección. Fuimos descubriendo a lo largo
de las investigaciones y la convivencia popular que nuestro mundo era ese, el
popular. Salvando la distancia ideológica, nos constituimos en intelectuales
orgánicos.
Orgánicos por
pertenencia. Nuestra pertenencia al mundo-de-vida popular venezolano, se
convirtió también, en huella para el maestro. Dos movimientos se acoplaban
armónicamente, su mundo en nuestro mundo y el nuestro en el de él. Hoy podemos
decir que Alejandro nació español y murió venezolano.
Alejandro fue una
persona de voz clara y pensamientos firmes. Sabio. Recordarlo es evocar a un
hombre sencillo de pensamientos profundos; de conocimiento reposado, digerido,
sobrio, apasionado. No puedo evitar revivir en mis recuerdos las preguntas
punzantes que como aguja penetraban las fibras de ese tejido de razones y
conceptos desde el cual buscábamos explicar la realidad. Irreverente ante esas
categorías rígidas que daban certeza y certidumbre, sin dejar espacio a la
libertad y a la otredad.
Con nuestro maestro no
aprendimos. Con nuestro maestro descubrimos, nos atrevimos, nos arrojamos a la
incertidumbre. Es sabroso comprender teniendo en el horizonte la vida, la
persona, su mundo total. Una comprensión situada más allá de la razón, más allá
de la profundidad planteada por Gadamer cuando coloca el punto de confluencia
entre pensamiento y vida, comprender es llegar al punto “en el que la vida
piensa y el pensamiento vive…”
En el fondo, para
Gadamer, lo primero es la razón. En la confluencia entre vida y pensamiento, el
pensamiento se sobrepone a la vida. En la otredad del mundo-de-vida popular, el
encuentro, la confluencia es con la vida y la afectividad. Pensamiento y razón
son construcciones posteriores. Nuestro primer acaecimiento como mundo y como
persona en el mundo es la afectividad, la relación, la convivencia. La madre.
La familia. Prácticas y vivencias, ni conceptos ni categorías de análisis.
En este sentido cito al
propio Moreno, “los datos no son propiamente datos; no están dados, sino
que se están dando en la vida y en la reflexión. La vida los rehace y la
reflexión los recomprende siempre en movimiento. El registro es así, ya de
partida, una actividad hermenéutica en la vida, más que sobre la vida.”
La vida, tomada
radicalmente -y así lo hizo Moreno- es la apuesta por la permanente novedad, el
movimiento constante, la sorpresa, el encuentro inesperado, el acaecer de la
relación y la afectividad imprevisible. Las huellas del maestro no van en una
dirección, no señalan caminos, nos acompaña en los caminos que vamos haciendo
mientras vivimos con, en la implicación. Vivir en el fascinante y complejo
mundo popular.
Quienes nos acompañamos
en la investigación, venimos de distintas áreas de formación: psicología,
pedagogía, educación, filosofía, trabajo social, sociología, lingüística,
historia, arquitectura, biología; todas disciplinas modernas para la
modernidad. Abordajes, caminos, disciplinas que buscan comprender-explicar al
sujeto de su mundo. Todos fuimos formados en la modernidad, el gran sueño de la
razón es el de explicarlo todo y a todos desde un mismo sentido. En ese sueño
estuvimos nosotros, somos parte de la modernidad por formación y somos populares
por vivencia.
Estamos en dos mundos.
Dos vivencias. Una tensión existencial que va produciendo la vivencia del
quicio. El camino andado junto a Moreno nos ha permitido vivir sin pertenecer,
perteneciendo. En una posición privilegiada que nos permite tocar los dos
lugares. Para, finalmente, encontrarnos con la externalidad, otredades, y así,
pensarnos y vivirnos. Producir conocimiento fuera de la certeza.
Decimos con
Moreno: “Si los modernos nuestros, como todo moderno, practican su vida de
modo que lo vivido por ellos, y lo en ellos vívido, es el individuo, nuestros
‘populares’ practican la vida, y se practican, como relación en convivencia. De
ahí que podamos llamar al hombre del pueblo venezolano ‘homo convivalis’.”
El dulce sabor que me
ha quedado en la boca, después de todos estos años, se corresponde al goce que
produce el encuentro. Comencé haciendo trabajo popular a la edad de 20 años, lo
hice en tensión entre las prácticas relacionales y la externalidad. Desde la
razón y la convivencia. Lo hice desde categorías externas, con buenas
intenciones, pero sin comprender de qué estaba hecha esa realidad. Sin
comprender su otredad, pero desde el compromiso ético.
Ha sido un trabajo
largo, duro, de redefiniciones conceptuales y metódicas. Cuando estás en el barrio
son muchos los mitos que caen, entre ellos, la noción de opresión y pobreza,
a-política o sumisión de parte de la gente.
Como investigadores, el
gran legado ha sido la responsabilidad. Pronunciar nuestras palabras y hablar
la palabra con y desde el pueblo. Sobre el pueblo ya es mucho lo que se ha
dicho. Los trabajos producidos por Moreno en el marco del Centro de
Investigaciones Populares han tenido esa intensión. La historia de
vida de Felicia Valera, Buscando Padre y Salimos a Matar Gente,
entre otras producciones del CIP, han mostrado un rostro y han pronunciado una
palabra que deja mucho camino por recorrer.
Por eso, el gran reto
que tenemos como discípulos y como Centro de Investigaciones es el de dar
palabra a un sistema de pensamiento y conocimiento que está ahí pero no ha sido
dicho, o está dicho en parte. ¿De qué ciencia habrá que hablar en el
mundo-de-vida popular venezolano? ¿Podremos producir un sistema de pensamiento
auténticamente popular? Por lo menos, algo parece cierto y definitivo: no
podemos comprender a nuestro pueblo con los parámetros y las categorías
científicas elaboradas en la modernidad, para la modernidad.
Desde las huellas del
maestro se abren grandes retos.
22-06-20
Excelente nota, pero hubiera agradecido a la autora el darnos las fuentes originales de las excelentes citas mencionadas en el texto
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